Donceles 88: A sangre fría en el México del siglo XVIII

El relato del multihomicidio contra Joaquín Dongo y su servidumbre.

 

El regimiento de dragones se creó para defender la Nueva España durante el virreinato. Eran jinetes provincianos de suma importancia durante y después de la guerra de independencia. En la mañana del 24 de octubre de 1789, un cabo del regimiento de dragones descubre un carruaje abandonado. El dragón sabe que algo anda mal y que aquel carruaje elegante pertenece un rico comerciante español llamado Joaquín Dongo, el Don.

El dragón camina el número 13 de la calle de Cordobanes, hoy en día Donceles, empuja la puerta con los dedos y asoma la cabeza. En el patio, sobre las baldosas de piedra se encuentran una cabeza y varios cuerpos partidos con machete. Revolcados en su propia sangre están los cadáveres del tesorero de Dongo, Nicolás Lanuza, y de otros nueve sirvientes entre los que se encontraban mujeres y ancianos.

 

 

Se trata de uno de los primeros multihomicidios de la ciudad. No hay rastro de los asesinos. Pero cuando los vecinos son interrogados en busca de alguna pista, una mujer declara que la noche del asesinato vio a un relojero llamado Ramón Blasio, con la cinta del cabello manchada de sangre. Blasio interrogado y prendido en su local de la calle Plateros. Su declaración nerviosa conduce hasta la casa de un tal Felipe Aldama, quien a su vez jura que la sangre de aquella cinta provino de una salpicadura adquirida en una pelea de gallos. Sin embargo, en el barrio tienen fama de ser “vagos”.

Durante las indagatorias, la policía halla una capa y un sombrero lleno de sangre, una hebilla que tiene grabadas las iniciales “J.D.”. Tras los rastros de sangre, la policía llega hasta José Joaquín Blanco y Baltasar Dávila Quintero, que entre sus pertenencias tienen veintiún mil seiscientos pesos en monedas de plata. Los tres, haciéndose pasar por comisarios que investigaban un robo, entraron en la casa de Don Joaquín Dongo, asesinando a machetazos a un indio mensajero, al tesorero Lanuza, a cuatro sirvientas, al portero y a un anciano ayudante. Al terminar la matanza se sentaron en el patio a esperar la llegada de Dongo.

 

 

Don Joaquín llegó hacia las diez de la noche, advirtiendo una casa demasiado silenciosa. Hizo intento de sacar la espada, pero Dávila y Blanco se lanzaron contra él. Su cadáver sería encontrado con cortaduras en la cabeza, el pecho y las manos. Los asesinos le arrancaron la hebilla, las charreteras y un reloj de oro. Tras ultimar a los dos criados restantes, forzaron los baúles y pasaron un par de horas trasladando talegas y monedas de plata al interior del carruaje.

Abandonaron el coche en una plazuela apartada, donde  Blanco y Aldama se separaron refugiándose en una vecindad en la que vivía el primero. El 7 de noviembre de 1789, Aldama, Dávila y Blanco fueron ejecutados en una plaza pública. El verdugo les cortó “las manos ofensoras” y las expuso ante toda la ciudad, unas manos en el lugar del crimen, otras manos en la casa en donde el plan se había llevado a cabo.

 

 

Sobre el crimen contra Joaquín Dongo, en 1835, Carlos María de Bustamante decidió publicar los papeles del proceso. Tres décadas más tarde, Manuel Payno recreó el caso en El libro rojo los pormenores del caso. José T. Cuéllar dedicó al asunto una novela: El pecado del siglo (1869). Cien años después de los sucesos, el propio Payno volvió a inspirarse en el multihomicidio durante la escritura de uno de los capítulos más escabrosos de la novela Los bandidos de Río Frío.

Desde los años treinta del siglo pasado, en su lugar se encuentra Donceles 88.

Una residencia de estilo ecléctico construida a inicios del siglo XX, antigua calle de Cordobanes, entre la primera calle de Santo Domingo, hoy República de Brasil y la primera calle del Relox, actual República de Argentina. Este inmueble se conserva hasta la actualidad y se encuentra justo enfrente del Hotel Catedral. Un edificio donde fue asesinado don Joaquín Dongo en 1789.

 

 

Hoy en día, el inmueble es un lugar en apariencia común, pero asediado por las sombras de la historia. Aunque la casona original fue demolida y el edificio parezca funcional y sin el más mínimo interés estético, el lugar seguirá siendo temido por su enigma paranormal. Recordado por la geografía de un asesinato que causó revuelo en el siglo XVIII, pero sobre todo, lleno de creencias populares que lo identifican como un punto de la ciudad en donde la maldad ronda como un fantasma.