Cuenta la leyenda que, tras años de errar desde Aztlán –cuya ubicación exacta aún ahora se desconoce–, el pueblo mexica llegó a un islote cercano a la ribera occidental del lago de Texcoco, donde la reencarnación del dios Huitzilopochtli se encontraba sobre un nopal mientras devoraba a una serpiente. Fue así que, en 1325, la gran ciudad de Tenochtitlán se fundó y con ella, uno de los pueblos más poderosos de su época tanto en Mesoamérica como en el mundo entero.
La mezcla entre la leyenda y la fundación de Tenochtitlán impacta en la premisa misma de su existencia. Se trata de una serie de fantasías místicas, creencias trascendentales y estrategias de guerra. Pero ¿qué tanto el mito encandila a la realidad de este pueblo?
Ha circulado en internet una fotografía capturada por personal de la construcción del polémico Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y enviada a la redacción del diario 24 horas. Según el testimonio que recogió este diario, el águila se posó en estos terrenos con una serpiente en el pico, luego se la puso en las patas y finalmente la devoró. Por cierto, llama la atención que el ave haya permitido que una persona se acercara tanto a ella, como se muestra en la fotografía.
Curiosamente esta misma escena se registró otra vez en las inmediaciones del lago de Texcoco –que de acuerdo a grupos ambientalistas se encuentra hoy amenazado por la magna obra que se ha destinado a esta zona–. ¿Cuál será el mensaje de esto que replica lo que se describe en el mito fundacional de nuestro país? Y mientras cada quien cultiva su propia hipótesis, lo que por ahora queda claro es que, además de ser una preciosa coincidencia, se trata también de un recordatorio de ese instante crucial en nuestra historia como mexicanos.
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