Nostalgia urbana: El Baratillo, de mercado a barrio fiestero de Garibaldi

La historia del mercado que se hizo popular por su fiesta.

 

El Baratillo fue un mercado de la Ciudad de México, que al principio estuvo en la Plaza de la Constitución y así funcionó durante varios siglos.​ Vendía manufacturas artesanales nuevas, pero en su mayor parte usadas, y se encontraba en el centro de la plaza compartiendo espacio con El Parián y el Mercado de Bastimentos, otros espacios comerciales que atendían la demanda capitalina y foránea.

Durante el Virreinato de la Nueva España, la plaza pública fue uno de los principales sitios de concentración y desarrollo de muchas actividades, entre las que destacó el comercio.​ El ambiente de los mercados de la plaza mayor era vivo, como el de una feria, con cientos de comerciantes, compradores y simples viandantes que concurrían a ella sólo a convivir con otras personas y enterarse, por ejemplo, de noticias y sucesos que se transmitían de manera oral.​

 

 

La Plaza Mayor por entonces fue un elemento indispensable en la ciudad y en ella concurrían cientos de personas, por lo que hasta el siglo XVIII cuando entraron en vigor las reformas borbónicas, se vivía un estado de desorden y de nula higiene. Ello debido a la venta de comidas y bebidas y la basura que generaban los sitios comerciales, a que las casas usaban las calles como drenaje y a que las autoridades no tenían consideraciones sobre la higiene de la plaza ni en darle mantenimiento.

No obstante, el espacio mercantil motivaba la sociabilización y ayudaba a mantener la imagen de las clases sociales de la Nueva España y la política se segregación vigente, en este caso a través del comercio. El Baratillo fue el espacio donde españoles criollos y mestizos vendían productos de estancos y talleres.

 

 

El espacio donde vendían comerciantes españoles peninsulares productos de lujo y ultramarinos, construido formalmente dentro de la plaza mayor fue El Parián. El Parián era el mercado principal donde se comerciaba con mercancías filipinas traídas al puerto de Acapulco por la Nao de la China. La mayoría de los productos asiáticos eran bienes de lujo y sólo tenían acceso a ellos las familias ricas de la Nueva España. Para la gente común era todo un acontecimiento la llegada de los objetos exóticos que traía la famosa nao y muchas veces iban al Parián sólo para admirar piezas preciosas, como enconchados, lacas, piezas de carey o de plata, arcones, etcétera.

Sin embargo, el 30 de noviembre de 1828 ocurrió el Motín de la Acordada, hechos en los que el mercado del Parian resultó saqueado y dañado; y muchos de los comerciantes de artículos lujosos buscaron otros espacios, como la hoy Calle Madero, para dar paso al comercio de artículos menos suntuosos.​

 

 

Por su parte, el mercado de bastimentos, se estableció sobre la superficie de la Plaza Mayor a lo largo del siglo XVII, principalmente para abastecer a los indios y su soporte documental son las reglamentaciones con que las autoridades pretendieron regular su funcionamiento. Los indígenas principalmente, aunque no solo ellos, se abastecían de productos como frutas, verduras y hortalizas frescas en el Mercado de Bastimentos.

Casi desde el inicio del virreinato, en 1530, las autoridades virreinales vieron en la renta del espacio público para el comercio una oportunidad de ingresos y vendieron licencias. Los vendedores habrían de contar con distintos equipamientos para la venta, desde los más lujosos con estructuras de madera y tela, techumbres de paja, tendederos y mesas, hasta las simples telas colocadas en el suelo.​ La subdivisión y la recaudación de las rentas de estos espacios se hizo de manera meticulosa y precisa, respetando la segregación y jerarquización social vigente.

 

 

Hacia 1696 el virrey decidió remover el Baratillo, decisión a la que se rebelaron habitantes de la ciudad y estudiantes de la Universidad de México. En respuesta el virrey afirmó que fueron estudiantes indígenas y mestizos los que provocaron la revuelta, por lo que se dispuso negarles el acceso en lo sucesivo a la institución.​ En 1776 el virreinato emitió nuevas disposiciones para regular el comercio en la entonces llamada Plaza Mayor, reduciendo el espacio del Baratillo y mejorando la circulación entre sus pasillos.

Para 1795 por instrucción del virrey Juan Vicente de Güemes, el mercado del baratillo fue movido de su emplazamiento original hacia el predio de la Cruz del Factor, que ocupa hoy el edificio de la Asamblea Legislativa, donde permaneció algunos años del siglo XIX. Después fue eliminado porque era considerado “sucio” y afeaba la imagen de la ciudad.

 

 

Para mediados del siglo XIX el mercado fue motivo de polémica al ser considerado su retiro como parte de una nueva idea estética de la plaza, sobre todo la instalación de un monumento a la Independencia de México, y de la construcción del cercano mercado de El Volador en la contigua Plaza de El Volador.

Luego de una carta que 163 comerciantes publicaron en el periódico El Siglo Diez y Nueve, se inició un debate público entre el gobierno de Antonio López de Santa Anna, quien estaba involucrado en el caso, y los afectados. Fue motivo de disgusto el que se realizara el desalojo entre los comerciantes del mismo y el desalojo apresurado de los mismos del mercado. Sin embargo, el mercado fue demolido entre junio y el 27 de julio de 1843.​

 

 

Así que los mercaderes fueron movidos a la Plazuela de Jardín, la nueva Plaza y sede del Baratillo hasta 1871. Conservó ese nombre y sus mercaderes hasta 1921, año en que se celebró el primer centenario de la consumación de la Independencia de México, cambió su nombre a Plaza Garibaldi en alusión al nieto de Giuseppe Garibaldi, José “Peppino” Garibaldi, quien combatiera en 1911 en las filas de Francisco I. Madero en Chihuahua, durante la Revolución Mexicana.

El 22 de noviembre en la plaza se celebra a Santa Cecilia de Roma patrona de los músicos. Y hacia 1923, la vieja plaza rodeada de vecindades, pequeños comercios, un mercado, un expendio de pulque y una cantina llamada “Tenampa” se presentó por primera vez el conjunto “Mariachi Coculense” dirigido por Concepción Andrade.

 

 

 

A partir de ahí la Plaza de Garibaldi fue dándose a conocer como un animado lugar para ir a escuchar conjuntos folclóricos, especialmente mariachis y para degustar de la gastronomía típica de Jalisco y del Valle de México.