La agricultura urbana está haciendo verde nuestra ciudad.
La agricultura urbana o periurbana, es decir, la agricultura cultivada en el entorno inmediato de las ciudades, muy a menudo en terrenos previstos para el crecimiento de la ciudad o la dotación de equipamientos o infraestructuras, es cada vez más común en nuestro mundo moderno. Pero hay algo que quizá desconocías de esta práctica, y es que la CDMX la lleva a cabo en más de la mitad de su territorio.
Así es, para la periurbana se pueden usar terrenos privados, públicos o residenciales tanto como pequeños espacios que pueden ser balcones, paredes, techos de edificios, calles públicas o márgenes y antiguos lugares. En muchas ocasiones la agricultura se practica en terrenos ocupados y de propiedades públicas.
La agricultura urbana contribuye a la soberanía alimentaria y ayuda a proporcionar de alimentos seguros incrementando la cantidad disponibles para los habitantes de ciudades, y proveyendo de verduras y frutas frescas para los consumidores urbanos.
El cultivo y la cosecha a pequeña escala suelen promover el ahorro de energía, la producción local de alimentos, y además de ser actividades sostenibles ayudan en mucho a la comunidad. Pero como toda práctica, requiere de un tipo de gestión ordenada que va más allá de lo agronómico o incluso lo social, debido a su carácter urbanístico.
En la actualidad La Habana es la reina de las ciudades “verdes” en América Latina, con más de 90.000 residentes que practican la producción de alimentos, ya sea cultivando huertos caseros o trabajando en los huertos y las granjas pecuarias comerciales de la ciudad. Y aunque la Ciudad de México conforma una de las aglomeraciones urbanas más grandes del mundo que se concibe como una gran superficie de concreto y asfalto, la mayor parte de la agricultura puede calificarse como periurbana e incluso suburbana y su producción urbana de alimentos aumenta a pasos agigantados.
Como ejemplo, se suele mencionar el Huerto Romita, un espacio comunitario situado en el corazón de la ciudad para la producción de hortalizas orgánicas. Pero este espacio es solo uno de los más activos de las diversas iniciativas públicas y privadas. De hecho en toda la CDMX existen importantes extensiones de terreno dedicadas a la agricultura, a la ganadería, al ecoturismo, así como terrenos de suelo forestal.
La población activa ocupada en actividades agropecuarias en la CDMX asciende a unas 16 000 personas, en 11 543 unidades de producción familiar. Unas 22 800 ha de tierra se dedican a la producción de cultivos, principalmente en Tlalpan, Milpa Alta, Tláhuac y Xochimilco donde se produce maíz, frutales, hortalizas y animales para el autoconsumo familiar y la venta local, con una producción a mayor escala de nopal (chumbera), amaranto, hortalizas, hierbas y plantas ornamentales para los mercados urbanos y regionales.
Tan solo el nopal se cultiva en 4,300 ha, más del 90 % de la superficie de cultivos perennes de Milpa Alta; además del maíz y la avena forrajera, así como diferentes hortalizas, plantas ornamentales y frutas como la manzana y el durazno. A esto hay que sumarle la población ganadera estimada en unas 6,650 cabezas de ganado bovino, 30,000 cerdos, 10,000 ovinos y 220 000 aves de corral, y también se obtienen productos como leche, miel y carne.
La calidad de los productos, en algunas ocasiones, suele ser mejor al sustituir químicos como fertilizantes y pesticidas por otros de origen natural. Y al estar cerca de instituciones académicas de renombre, tiene mayores oportunidades de implementar innovaciones para los cultivos, mejorar las condiciones de producción actual, controlar plagas con elementos biológicos, sustituir abonos orgánicos de origen animal por compostas, lombricompostas y erradicar los productos agroquímicos de los cultivos.
Desde hace unos años, la Secretaría de Medio Ambiente estableció un sistema de certificación orgánica de México, conocido como Sello Verde, que ha determinado las normas que rigen la práctica de la agricultura ecológica en el Suelo de Conservación.
Asimismo, se ha intentado aumentar la capacidad de captación del agua de lluvia, el tratamiento de aguas residuales con fines de riego agrícola y la rehabilitación de canales, chinampas y parcelas en la zona lacustre, ya que son necesarias para que los agricultores cultiven y cosechen con la calidad requerida.
También es necesario fomentar la idea de agricultores organizados en cooperativas o en microempresas locales, implementar estrategias para mejorar los suministros de semillas y así bajar los costos y la importación de semillas, ayudando a proteger la agrobiodiversidad y la seguridad alimentaria del país.
Finalmente, los agricultores jóvenes necesitan un acceso seguro a la tierra cultivable de las zonas suburbanas y periurbanas, ya que los precios del suelo se han disparado porque el valor de la tierra se fija según su capacidad de urbanización en lugar de su fertilidad agrícola.
Pero con todo y los problemas, la agricultura urbana ha pasado a ocupar un lugar destacado en la agenda política del gobierno, de instituciones como SEDEREC, iniciativas de las ONG, organizaciones vecinales y colectivos juveniles.
En esto, la sociedad civil ha tenido una enorme participación en la promoción de la agricultura urbana, estableciendo huertos, azoteas verdes, sembrando árboles en las zonas urbanas e impulsado diversos proyectos de producción hortícola y de plantas medicinales en los que se utilizan envases plásticos reciclados, captación de agua pluvial y abono orgánico.