Conoce la peculiar historia sobre cómo pasó de ser un convento a Universidad.
Hoy en día la Universidad del Claustro de Sor Juana es un lugar de estudio laico, pero alguna vez fue el Convento de San Jerónimo. Fundado como Convento de Nuestra Señora de la Expectación, este templo católico perteneció a las monjas de la Orden de San Jerónimo de la Ciudad de México en la Nueva España
La Universidad es una construcción que data de finales del siglo XVI, y se encuentra en calle José María Izazaga, aunque tiene accesos también po la calle 5 de febrero, San Jerónimo e Isabel la Católica, en el centro histórico de la CDMX. La Universidad tiene una arquitectura que obedece al barroco herreriano y posee una planta de cruz que consta de una torre y campanario, una cúpula semiesférica y dos coros; un claustro grande, varias ruinas de las celdas de las monjas, restos de fuentes y con seis patios: Patio del Gran Claustro, Patio de los Gatos, Patio de los Confesionarios, Patio de las Novicias, Patio de la Fundación y Patio de los Cipreses.
El lugar es un conjunto de casas que fueron compradas a Francisco de Aguilar y a Doña Leonor de Arriaga por un valor de 15,100 pesos en 1525; donde se empezó a erigir una iglesia cuya construcción fue terminada dos años después. El lugar permaneció así hasta que fue adquirido por Doña Marina de Zaldívar y Mendoza, quien mandó a construir el convento con claustro, dormitorio, refectorio, celdas y huerta.
El lugar ha pertenecido a otros dueños, como a Isabel de Guevara que quiso unir las casas de Isabel Barrios y la de Alonso Ortiz en el siglo XVI. En 1585 se fundó como el primer convento mexicano de monjas jerónimas, y desde un primer momento se decidió que el convento quedara bajo la regla jerónima, donde el ingreso y mantenimiento de las monjas demandaba altos costos. De ahí, que las únicas familias que podían costear la estancia de las religiosas en el recinto eran las españolas y criollas, pues eran las castas que mejor posición social gozaban.
Los requisitos para ser aceptada en el convento eran: tener entre 16 y 30 años de edad, tener suficiente dinero para pagar el dote 4 , que era de 3000 pesos. Había una jerarquización de labores que regulaba las elecciones de oficios y que de manera descendente constaba de: la Priora o encargada del Convento y las monjas; La vicaria: mano derecha de la priora, quien debía dar las obligaciones correspondientes a cada una de las religiosas.
Las definidoras eran consejeras de la priora de rango menor. Las celadoras vigilaban las habitaciones de las religiosas para que a partir de las 9 de la noche y hasta las 5 de la mañana del día siguiente, donde todo debía permanecer callado y en orden. Finalmente estaban las porteras o monjas más ancianas y virtuosas; y había tres torneras que eran encargadas de viligar las visitas de las monjas, recibir recaudos, cartas y billetes. Después de leer las cartas, daban su aprobación para que se les diese a las remitentes.
Además había monjas vicarias de coro, novicias, correctoras, enfermeras y obreras (que vigilaban las obras de albañiles, carpinteros y peones para no infligir el voto de clausura) La provisora: Se encargaba de administrar y dar dinero a cada religiosa para que hiciera su comida diaria. La monja más reconocida del convento fue sin duda Sor Juana Inés de la Cruz, quien vivió allí durante 25 años y produjo varios de sus trabajos literarios.
Con las leyes de Reforma de Benito Juárez en 1867 fue desamortizado y otorgado al gobierno quien lo hizo cuartel, caballería y hospital militar. A finales del siglo XIX el expresidente Manuel del Refugio González Flores le dio el recinto al arquitecto Antonio Rivas Mercado, como forma de pago por sus servicios. A su vez, el arquitecto lo regaló a sus hijas Alicia y Antonieta Rivas Mercado en 1927; esta última construyó en él un teatro llamado Ulises y un salón de baile nocturno llamado El Pirata que se convirtió en el Symirna Dancing Club.
A finales de los 60, el Dr. Arturo Romano Pacheco realizó investigaciones antropológicas concluyendo que la población monjil fue criolla en su mayor parte. Además encontró utensilios como hebillas, medallas, pequeñas cruces, alfileres y alambres que formaban las coronas y ramos con los que eran enterradas las religiosas, además de esqueletos de las monjas incluyendo a la décima musa, una lápida de mármol en piso del sotocoro lo menciona: “En este recinto que es el coro bajo y entierro de las monjas de San Jerónimo fue sepultada Sor Juana Inés de la Cruz, El 17 de abril de 1695, año de 1964.”
Durante un tiempo, el recinto fue abandonado y en él habitaban vecindades, un estacionamiento y locales comerciales. Pero el gobierno del expresidente Luis Echeverría Álvarez lo expropió en 1971, y su sucesor presidencial, José López Portillo y Pacheco, inició las restauraciones declarándolo oficialmente patrimonio nacional bajo la protección de las leyes del Instituto Nacional de Antropología e Historia, INAH. Más tarde por la Unesco como patrimonio de la Humanidad.
En 1975 un grupo de sorjuanistas solicitó expropiar el exconvento para su mejor conservación. Se realizaron excavaciones y antropólogos, arqueólogos, arquitectos e historiadores hicieron investigación hasta 1982, con el fin de la restaurar el espacio.
En 1979 se fundó La Universidad del Claustro de Sor Juana, y sus bases intelectuales descansan en la vida y obra de la “Décima Musa”. En sus inicios esta escuela sólo tenía la licenciatura en Ciencias Humanas, pero hoy en día la institución ofrece diversa carreras.
A mediados de la década de 2000, la Iglesia católica trató de recuperar la iglesia de San Jerónimo, sin embargo la escuela se resistió a estos esfuerzos y finalmente ganó. La universidad conserva los derechos de toda la propiedad siempre y cuando siga siendo una institución educativa y cultural. En febrero de 2009, el Consejo Académico de dicha Universidad, decidió denominar al Ex templo “Auditorio Divino Narciso” en honor a una de las obras de Sor Juana Inés de la Cruz.
Dirección: José María Izazaga 92, Centro Histórico, Centro, 06080 Ciudad de México