Sobre los poderes sobrenaturales del Monolito de Tláloc

En 1964 ocurrió el traslado del Monolito de Tláloc, la deidad de la lluvia para los nahuas.

Sin duda el nombre de Tláloc le suena a la mayor parte del pueblo mexicano. Se trata de la deidad de origen nahua, que se encargaba de proporcionar la lluvia al poblado de Mesoamérica. Fue uno de los dioses más venerados de aquel periodo, y su culto se extendió por casi toda la zona centroamericana con motivo del trabajo agrícola que se podía llevar a cabo gracias a él.

Hoy por hoy, vemos a la representación de esta deidad en piedra afuera del Museo Nacional de Antropología. Es quien le da la bienvenida a los capitalinos y turistas que desean visitar el recinto. La estructura es monumental e incluso apabullante para con otros descubrimientos del mismo carácter. Y, según los relatos, tanto antiguos como modernos, esta colosal talla de piedra tiene poderes sobrenaturales: cuando la deidad esculpida llegó a la Ciudad de México, una tormenta no estacional empapó la ciudad durante días.

Si bien actualmente este monolito se mantiene incólume en una de las secciones más frecuentadas del Bosque de Chapultepec, fue su traslado el evento que verdaderamente marcó un hito para la historia de la arqueología en nuestro país.

Este antiguo monolito fue descubierto a fines del siglo XIX en el vecino estado de México, en las afueras de una ciudad llamada Coatlinchan. Se estaba excavando un lecho de un arroyo seco para construir un canal de riego para los cultivos cuando los aldeanos finalmente desenterraron la monstruosa escultura. Una sucesión de arqueólogos procedió a estudiar el artefacto y determinó que era una representación inacabada del dios azteca de la lluvia y el agua con ojos de gafa y cara de rana, Tlaloc. Es posible que los antiguos lo hayan construido para asegurar condiciones climáticas favorables para cultivos como el maíz en el que la población sobrevivió.

Los antecedentes se remontan al descubrimiento como tal de dicha estructura. En 1889, el pintor José María Velasco realizó un monolito popular que se encontraba en los aledaños de la cañada de Santa Clara. Cabe mencionar, que el artista pensaba que se trataba de Chalchiuhtlicue.

Sin embargo en 1903, el pionero de la arqueología moderna en México, Leopoldo Batres, confirmó que la gran piedra representaba al dios de Tláloc. Fue hasta 1964 que oficialmente se decidió trasladar la estructura del Estado de México hasta la Ciudad de México para que formara parte del recién construido Museo Nacional de Antropología.

Tras importantes elucubraciones y arreglos establecidos con la comunidad que vivía en Santa Clara, se llegó a la conclusión de que Tláloc debía ser movido a la capital mexicana. Días más tarde, dieron comienzo las excavaciones para liberar la piedra.

Por su enorme peso (168 toneladas), se tuvo que construir en la cantera un armazón de acero que con cuerdas del mismo material pudieran alzar el imponente monumento. Una vez que Tláloc logró desprenderse del suelo, para su traslado, se tuvo que diseñar un remolque especial con más de 20 ejes.

El 16 de abril, bajo la fuerte lluvia y después de ocho horas de trabajo, a las tres de la madrugada arribó a la Ciudad de México el Monolito de Tláloc para ser depositado en las puertas del Museo de Antropología.

Su paso por la Catedral y el hermoso Paseo de la Reforma hizo de aquel día uno de fiesta en la capital. Hoy el monolito es el más grande del continente, y uno de los 5 más grandes del mundo.

Imágenes: INAH. 


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