De piedra volcánica como parte del espacio en el Pedregal.
La Ciudad de México está impregnada de la influencia del arquitecto Luis Barragán, incluso el peculiar rosa mexicano que tanto utilizaba en sus casas, fue el color oficial de la ciudad, de los taxis y estaciones de metro. Barragán fusionó de una manera dulce la naturaleza con la tradición para crear un barrio que se sentía a la vez nuevo y profundamente arraigado en la cultura local.
Agregándole un tumulto de colores llamativos, superficies de estuco y ángulos geométricos, un modernismo hecho en México, Barragán cambio un paraje extraño, casi marciano que se podía ver en los parajes alejados de la ciudad a mediados del siglo XX, donde la piedra volcánica lo abarcaba casi todo, el pedregal.
El Pedregal se halla en un área volcánica ubicada al sur del Valle de México. Se trata de un ecosistema xerófilo, clasificado como “matorral de palo loco”, formado por el derrame de lava del volcán Xitle. La zona llamó la atención de muchos viajeros y exploradores célebres, entre ellos Alexander von Humboldt y Don Andrés Manuel del Río quienes la visitaron y describieron a fines del siglo XIX.
Durante siglos, la zona del Pedregal fue vista como un lugar agreste e inaccesible, propio de exploradores, curiosos, hogar de delincuentes, bestias y alimañas, que atrajo la atención, por otra parte, de grandes artistas del siglo XX como Diego Rivera, Gerardo Murillo “Dr. Atl”, Carlos Pellicer y Armando Salas Portugal; que en 1930 acudían en masa al subdesarrollado pedregoso para fotografiar, pintar y caminar en el aire fresco de la montaña, a millas de la contaminación de la ciudad, que en aquellas fechas se expandía rápidamente.
En 1945, Diego Rivera realiza un documento publicado bajo el título “Requisitos para la organización del Pedregal”. En él se concibe edificar un gran fraccionamiento en el que “los jardines y las casas deberían ser un santuario contra el mundo moderno, con espacios para la meditación y el cultivo de los valores espirituales”. Frida Kahlo también vio en el Pedregal el corazón primordial del país: un tramo salvaje y remoto, no contaminado por el imperialismo europeo y rico en leyendas de los pueblos indígenas donde decidieron construir sus casas.
Después de comprar grandes parcelas de la tierra barata e implacable, Barragán comenzó a trabajar en jardines de demostración, plazas públicas y casas que se mezclaban perfectamente con el paisaje, integrando la piedra natural y rugosa en estructuras de concreto liso y creando jardines verticales para Vegetación indígena arrastrándose.
Las casas de Pedregal fusionaron el diseño minimalista con los aspectos dramáticos de la arquitectura tradicional mexicana. A través del uso de colores llamativos, materiales locales como la piedra caliza y la madera de ciprés y la artesanía nativa, el trabajo de Barragán enfatizó el lugar y la cultura, e introdujo calidez en los principios modernistas tempranos. En reacción al estilo internacional industrial europeo que predominó en los años 20 y 30, aquí, por primera vez, hubo un modernismo únicamente mexicano.
En junio de 1949 se publicó el anteproyecto urbano “Jardines del Pedregal de San Ángel” realizado por Carlos Contreras para Luis Barragán, quien respetó el fluir de la lava, trazaron las calles y avenidas que dieron base para el diseño del paisaje con la asesoría del vulcanólogo y pintor Gerardo Murillo, Dr. Atl.
En conjunto brindaron identidad a las calles y avenidas asignándoles los nombres de: Cañada, Lava, Grieta, Pedernal, Xitle, Cráter, Picacho, Meseta, Agua, Fuego, Lluvia, Brisa y Nubes, entre muchas otras nomenclaturas. Pero fue, básicamente, Luis Barragán quien dejó marcado este paraje con su interés por los jardines y la arquitectura paisajista y su deseo de no depender financieramente de sus clientes, lo llevó a la práctica de promotor inmobiliario.
La urbanización del Pedregal comenzó a mediados de los años cuarentas y su trazo principal corrió a cargo de los más selectos arquitectos mexicanos de la época, entre ellos Max Cetto, aunque diversos artistas plásticos contribuyeron de algún u otro modo, al proyecto arquitectónico más ambicioso de la época: la construcción de la Ciudad Universitaria.
Entre ellos se puede contar a Juan O´Gorman, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Mathias Goeritz, entre muchos otros. La primera casa que se construyó en el Pedregal fue la de Max Cetto, que se ubica en la calle de Agua 130 y se conserva en muy buen estado. En Av. Fuentes 140, se construyó la casa del pintor Roberto Berdecio diseñada por Max Cetto en 1951.
Al principio, algunos arquitectos dieron rienda suelta a su creatividad haciendo convivir hermosamente la arquitectura modernista con la roca. Algunos de ellos fueron, Francisco Artigas, Manuel Rosen, Fernando Ponce Pino, Enrique Castañeda Tamborrell, Jerome Ronkling, Jaime Ceballos Osorio, Antonio Attolini, José María Buendía.
Jardines del Pedregal obtuvo elogios internacionales y la atención de la elite social y política de la ciudad, incluyendo un puñado de ex presidentes del país que compraron casas en la comunidad. Ya en la década de 1950, los ricos comenzaron a remodelar y en algunos casos, demoler sus casas. Se vendieron y subdividieron enormes parcelas de tierra, y los nuevos desarrolladores compraron parcelas de tierra y comenzaron a construir fuera del código.
Hoy en día quedan un puñado de estructuras originales, casi todas casas privadas y algunos espacios públicos abiertos a los visitantes. Pero este proyecto urbanístico, una obra maestra de su tiempo creada por Barragán y sus colegas, es una maravilla arquitectónica desde hace mucho tiempo en las afueras de la Ciudad de México, y hoy en día volviendo a ser el centro de atención. Este exclusivo vecindario, es un ferviente lugar de peregrinación para los entusiastas modernistas.