La arquitectura prehispánica es una de las más preciosas del mundo.
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La arquitectura mexicana ha tenido una evolución y mezcla impresionante a lo largo de su historia. Sin duda, la más original y extraordinaria es la del México prehispánico, cuya relevancia a nivel internacional es indiscutible.
A pesar de que las culturas precolombinas sufrieron grandes pérdidas durante la conquista, su desarrollo y legado han sido fuertes como para prevalecer hasta nuestros días. Todavía podemos maravillarnos con las colosales construcciones hechas hace miles de años en nuestras tierras, y nos desconcierta cómo es que esas civilizaciones que no contaban con la tecnología que ahora tenemos pudieron ser capaces de crear construcciones tan exactas y fuertes.
En México, el tipo de edificio más reconocido y el que define la arquitectura prehispánica, es el basamento para el templo, llamado pirámide. Estas construcciones llaman la atención por su perfecta simetría, y se caracterizan por su forma y accesos de escaleras para llegar a la cima. En algunos basamentos, como en Teotihuacán, las escaleras se encuentran de un solo lado, y en otros, como en Chichen Itzá, se ubican en las cuatro caras.
En ocasiones también están decoradas con esculturas talladas con piedras duras, un proceso primitivo del que se obtuvieron extraordinarios acabados, resaltando la gran organización de estas culturas para la prefabricación de materiales.
Las técnicas de edificación de cada cultura indígena dependían de la zona geográfica y del acceso a distintas materias primas. Ejemplo de ello son las zonas arqueológicas en México, que son el legado de un ingenio arquitectónico de hace casi 2,000 años. En Teotihuacán, una de las técnicas más interesantes de construcción fueron los cajones de adobe de planta cuadrangular, con troncos de árbol en las esquinas para reforzar los cercados. Los cajones rellenaban los espacios con piedras y tierra, y al terminar ese nivel, se construía sobre él. En la actualidad, los castillos de varilla y concreto tienen el mismo fin.
El acabado final se hacía con piedras careadas (labradas en una cara) para obtener una superficie más lisa y cubrirla con estuco (pasta de grano fino compuesta de cal). Para poder alcanzar la altura necesaria en la construcción, se levantaban taludes de piedra y tierra, mismos que recorrían los cargadores en largas filas, llevando sobre sus hombros los materiales requeridos por los antiguos arquitectos.
La piedra caliza fue la materia prima de las construcciones mayas. Este material natural, de característico color blanquecino, era utilizado en las pirámides y paredes de habitaciones. Otras comunidades que no tenían acceso a roca caliza juntaban conchas de ostión del mar y, siguiendo el mismo proceso, obtenían cal de la misma calidad.
La arquitectura prehispánica está estrechamente relacionada con su cosmovisión, religión, geografía y mitología. Otro aspecto impactante de la arquitectura mesoamericana es su iconografía. Los edificios monumentales estaban decorados con imágenes de importancia religiosa y cultural y en muchos casos con escritura en algún sistemas de escritura mesoamericanos.
El Arquitecto Agustín Piña Dreinhofer hace un rápido pero muy completo recorrido por la arquitectura prehispánica mesoamericana, un recorrido que a la vez resulta de forma colateral un vistazo a la historia de México y su evolución como país y los profundos cambios en sus valores estéticos a través de los años. Se supone que los primeros pobladores llegaron al continente americano, provenientes de Asia, por el Estrecho de Bering y pasaron por un puente formado durante las glaciaciones.
Según los expertos, esto pudo haber sucedido hace entre 40,000 y 25,000 años aproximadamente. De acuerdo con los descubrimientos realizados, el hombre bajó de norte a sur del continente, por un corredor libre de hielo, al occidente de las montañas Rocallosas. Cazador y recolector, venía siguiendo a los animales que eran la base de su subsistencia y buscando zonas de clima benigno. Su vida era una continua lucha con los elementos naturales y se alimentaba de la caza mayor, que le proporcionaba carne, pieles y grasas, así como de la recolección de frutos silvestres y también de pequeños animales salvajes.
Son dos las grandes áreas culturales de América: Mesoamérica y el Área Andina. En esta ocasión nos ocuparemos de la primera, que es un área cultural geográficamente bien delimitada. Esta región ocupa una gran parte de lo que actualmente conocemos como República Mexicana y se interna en Guatemala, Honduras, Belice y parte de Nicaragua y Costa Rica.
El desarrollo cultural de Mesoamérica está íntimamente ligado al desarrollo de la agricultura: como lo demostró el gran investigador Mc Neish en el Valle de Tehuacán, Puebla, aproximadamente en el año 4,500 a.C. el hombre mesoamericano del Horizonte Arcaico ya había logrado domesticar el aguacate, el chile y la calabaza. A raíz de este descubrimiento, la existencia del hombre empezó a experimentar algunas modificaciones, ya que no le era fácil abandonar lo que tanto trabajo le había costado: sus plantas mejoradas. Sin embargo, no fue sino hasta aproximadamente el año 3,000 a.C. cuando el hombre mesoamericano logró el descubrimiento que le haría abandonar definitivamente su vida nómada: la domesticación del maíz. La hibridización del maíz fue, después, el catalizador que inició una serie de cambios y que eventualmente transformaría la economía de subsistencia en una de mercado y así aparecerían los primeros centros urbanos y la arquitectura.