Usos y costumbres que los mexicas tenían con las flores y que sobreviven en la actualidad.
Los mexicas apreciaban la belleza y de las flores, al grado que muchas de ellas eran utilizadas con un valor ritual y ceremonial. En las culturas prehispánicas y en muchas que las civilizaciones mesoamericanas las flores eran utilizadas con diversos fines.
La flor para los mexicas simbolizó la diversidad del universo, la magnificencia de los dones divinos, y estaba muy relacionada al transcurrir del tiempo y a las edades cosmogónicas, a la vez que expresaba las relaciones entre los dioses y los mortales. El poema de Netzahualcóyotl es un gran ejemplo de esto:
No acabaran mis flores
No acabarán mis flores,
No cesarán mis cantos.
Yo cantor los elevo,
Se reparten, se esparcen.
Aun cuando las flores
Se marchitan y amarillecen,
Serán llevadas allá,
Al interior de la casa
Del ave de plumas de oro.
Los antiguos mexicanos estimaron a las flores al grado de contar con jardines botánicos donde los emperadores y la nobleza indígena podían gozar de la belleza de estos prodigios de la naturaleza. Fueron varios los jardines prehispánicos como el de Netzahualcóyotl, rey de Texcoco, situados en las poblaciones de Tezconcingo, Quauhyácac, Tzninacanoztoc, Cozcacuahco, Cuetachatitlan, Acatetelco y Tepetzinco.
El tlatoani Moctezuma mandó edificar los majestuosos jardines de Chapultepec, el Peñón, Huaxtepec yAtlixco. El capitán y cronista don Hernán Cortés, nos cuenta en sus cartas que el primer jardín botánico que vieron sus ojos estaba en la cercana población de Iztapalapa, erigido por su señor Cuitlahuatzin, hermano del emperador Moctezuma.
El escritor Alfonso Reyes describió el simbolismo de las flores en el mundo azteca: “La escritura hieroglífica nos ofrece las más abundantes y variadas representaciones artísticas de la flor. Flor era uno de los veinte signos de los días, el signo también de lo noble y lo precioso, representaba también los perfumes y las bebidas. Surgía de la sangre del sacrificio y coronaba el hieroglífico de la oración. Las guirnaldas, el árbol y el maguey alternaban en las designaciones de lugares. La flor era pintada de una manera esquemática, reducida a una estricta simetría, vista bien de perfil, o bien por la boca de la corola.”
Las flores también fueron preciadas por su belleza y aroma, y eran parte del tributo que debían pagarles los pueblos sujetos a al imperio tenochca, donde se daban florales que hacían el deleite del emperador y enriquecían sus jardines botánicos. Todos los aztecas gozaban del aroma de las flores; no obstante, algunas estaban limitadas al uso exclusivo de los grandes señores.
Yoloxóchitl, “flor de corazón”, una especie de magnolia; y la cacaloxóchitl, “flor de cuervo”, ambas estrictamente prohibidas a los plebeyos quienes tenían que conformarse con las flores silvestres como la omixóchitl, la tlalizquixóchitl, la cozauhqui, la yexóchitl y la caxtlatlapan.
A las personas de autoridad se les ofrecían ramilletes, guirnaldas y collares de flores como signo de respeto; se consideraba una expresión de grandeza presentarse en las casas del emperador y de los nobles, portando un ramo en las manos.
La función más relevante del uso de las flores correspondió a su carácter ritual en el ámbito de las celebraciones religiosas. Durante las numerosas fiestas que comprendía el calendario azteca, las flores se utilizaron como tributo y homenaje a los dioses de su extenso panteón. La fiesta llamada Tlaxochimaco, en honor a Huitzilopochtli, daba inicio la víspera, cuando las mujeres preparaban los utensilios para preparar la comida: perros, pavos, masa de maíz, metates, y molcajetes.
Una vez que los floridos dioses se encontraban llenos de flores, había una comilona y hombres y mujeres danzaban alrededor del momoxtli. Macuilxóchitl o Xochipilli, era el Dios de las Flores, a quienes se representaba desnudo y teñido de rojo, con la boca y la barbilla pintadas de blanco, negro y azul claro. Durante la celebración a Xochipilli, que recibía el nombre de Xochilhuitl se le conocía como el “ayuno de las flores”.
Asimismo, había flores que se seleccionaban por su delicado olor y que tenían poderes especiales: como “las flores de verano que huelen bien”; de la eloxóchitl ( flor de elote), que conocemos como magnolia (Magnolia schiedeana), la tlilxóchitl( flor negra) o vainilla (Vanilla fragrans) y la cacaloxóchitl (flor del cuervo, Plumeria rubra) , entre otras. Esta última era muy apreciada y conocida como flor de mayo o saba nikté, en maya, y aún se emplea en la fabricación de las guirnaldas que adornan las cruces que se veneran el mes que le da su nombre, así como para honrar a los miembros destacados de alguna comunidad cuando ocupan algún cargo civil o religioso.