Los Cuerpos Relicario de las catacumbas romanas que hay en la CDMX

Fotografía Joanna Ebenstein Morbid Anatomy

Conoce la historia de los cuerpos-relicario que hay en nuestro país.

 

Relicario proviene del latín reliquiae,​ y hace referencia a la caja o estuche para guardar reliquias o recuerdos de los santos y exponerlas a la veneración de los fieles. Estuvieron en uso con el nombre de encólpium ya en los primeros siglos de la Iglesia, aunque por entonces tenían carácter privado y se llevaban pendientes del cuello en forma de cajitas o de medallas con figuras e inscripciones.

Los relicarios más antiguos son ejemplares del siglo IV regalados por San Gregorio a la reina Teodolina. Entre ellos, se encuentran ciertas botellitas muy comunes en aquella época, que sólo contenían algodón empapado en aceite bendecido o tomado de las lámparas que ardían junto al sepulcro de algún mártir. Para la veneración pública de las reliquias en aquellos primeros siglos bastaban los sepulcros y altares que las contenían.

 

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Los cuerpos de los mártires fueron tan preciados y dignos de veneración que muchos fieles recogían la sangre derramada del santo, empapándola en esponjas, paños o cualquier otra materia absorbente. Esta reliquia era llamada sangre de los mártires. También se compraban ungüentos y las envolvían en ricos tejidos, para que lo frotaran sobre el cuerpo del santo hasta que finalmente se llegaba a pagar por el cuerpo de un mártir sumas considerables para darle sepultura.

Durante muchos años se llegaron a depositar los cuerpos-reliquia en las puertas de las iglesias que los fieles besaban antes de entrar. Otro lugar donde se conservaban era en oratorios privados y a veces incluso en casas particulares. En la segunda mitad del siglo IV empezó la práctica de fragmentar los cuerpos para que todos los fieles pudieran apreciar la reliquia.

 

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Finalmente, se crearon los cuerpo-relicarios en 1578: figuras de cera moldeada de tamaño natural de los santos de devoción de cada iglesia.  Esto se dio en la ciudad de Roma, cuando se descubrieron las catacumbas donde descansaban las osamentas de los primeros mártires de la cristiandad, que fueron llamados corpi santi o cuerpos santos. En México existen algunos de estos cuerpos de los mártires san Vicente Niño y San Deodato, pertenecientes a la colección de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, y de san Clemente, del templo del Carmen, en San Ángel.

Desde 2015 estos cuerpos fueron sometidos a un análisis de radiología digital directa, mediante el cual se determinó la ubicación exacta y el tipo de restos óseos que fueron colocados en su interior hace más de tres siglos. A través de esta tecnología no invasiva, expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) localizaron dentro de las esculturas un cráneo, costillas, huesos sacros, falanges de pies y manos, tibias y cuatro pequeños fragmentos de material óseo. Asimismo, se identificó que en estas piezas, la cabeza, piernas y brazos son de cera y el torso de tela, además se registró la presencia de elementos metálicos.

 

Foto Siempre!

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“El objetivo fue apreciarlos desde un punto de vista científico, para saber cómo se construyeron, conocer el estado de conservación que tienen las reliquias y plantear una propuesta de intervención”, comentó en ese entonces Gabriela Sánchez Reyes, especialista de la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos del INAH. La radiología digital que se utilizó para esto, es una herramienta portátil que proporciona información en segundos permitiendo hacer grandes acercamientos para su análisis y registro.

El cuerpo-relicario de san Vicente Niño perteneció a la Colegiata de Guadalupe, que hoy se conoce como la Basílica, y el de san Deodato procedía del Ex Convento de Santa Teresa la Nueva, desde el siglo XIX ambos forman parte de la capilla de las reliquias de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, donde se muestran en la festividad de Todos los Santos, el 1 de noviembre, junto con otro medio centenar de relicarios hechos en plata, oro y madera.

 

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La reliquia de San Vicente Niño cuenta con una “Auténtica”,  es decir, un documento expedido por la Santa Sede en 1772, que certifica que es un mártir de las catacumbas romanas. Mientras que el de San Deodato no se ha localizado en los archivo de la Catedral. Se cree que la reliquia de San Vicente Niño fue donada por algún clérigo o personaje acaudalado, y los inventarios de este templo mexicano tiene registros de 1588.

En Lagos de Moreno, Jalisco también se completó el análisis de radiología y registro tridimensional del relicario de san Hermión Mártir, obra resguardada en la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, en Lagos de Moreno, Jalisco, el cuál contiene numerosos restos óseos, probablemente la osamenta completa, de una de las primeras personas inmoladas por defender la cristiandad.

 

 

Sólo dos días al año, el 1 y 2 de noviembre, la Capilla del Santo Entierro y de las Reliquias de la Catedral Metropolitana, abre sus puertas para recibir a cerca de 40 mil visitantes donde es posible ver las 211 reliquias de primer grado (osamentas) de los primeros santos del catolicismo. La capilla no estaba dedicada a reliquias, pero cuando llegaron los restos óseos en el siglo XVI, se modificó para hacer espacio a las urnas, que están ocultas detrás de pinturas alusivas a los restos que cada una contiene. La Catedral Metropolitana de la CDMX también tiene en su acervo los cuerpo-relicarios.

En la iglesia Santa Teresa la Nueva, de la calle Loreto 15 del Centro histórico de la CDMX, Gabriela Sánchez Reyes, investigadora de la Coordinación Nacional de Monumentos del INAH, es la investigadora de la escultura de una bella mujer dormida con el nombre de Santa Celeste, que en su interior resguarda auténticos huesos humanos dando forma a sus manos y pies.

 

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