Un repaso por las obras más espectaculares de este artista oaxaqueño.
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Francisco Benjamín López Toledo nació el 17 de julio de 1940 en Juchitán, Oaxaca. Es un artista mexicano que también fue reconocido por su labor como activista y filántropo, pues dedicó sus días a promover y conservar el patrimonio artístico de México, además de apoyar causas relacionadas con el cuidado del medio ambiente.
Lo cierto es que de los artistas mexicanos de nuestra era, Francisco Toledo es uno de los más importantes. Su trabajo ha sido reconocido internacionalmente, por abarcar técnicas como el grabado, el dibujo, el óleo y la escultura.
Sus piezas son inconfundibles, todas cuentan con un sello diferenciador que habla del estilo tan único del artista. Por lo general revelan su pasión por la naturaleza, especialmente por los animales. Si algo destaca de esta fijación de Toledo, es que opta por plasmar animales que de primera instancia no son sinónimos de belleza. Tal es el caso de sus murciélagos, sapos e insectos, que vistos con sus colores y texturas presentan un nuevo significado.
Tras muchos años de capturar dibujos en libretas cuando tuvo la edad se mudó a la Ciudad de México para estudiar en la Escuela de Diseño y Artesanías. Aquí se construyó su propia visión del arte. Aquí tuvo sus mejores maestros. Aquí se convirtió en: grabador, pintor, ceramista. En este lugar aprendió a usar como inspiración la diversidad regional de Oaxaca.
Pero además de haber sido un dibujante consagrado, que ha expuesto en todo el mundo desde 1960, Francisco Toledo fue un comprometido defensor de la naturaleza y ahora también es el hombre al que la connotada revista Forbes ha escogido para homenajear con un tremendo artículo en el que se destacan su impecable trayectoria como artista y como activista social.
En esta pieza, lo llaman “El brujo de Juchitán” y recorren con palabras su vida cotidiana. Según el articulista, Toledo es un tipo modesto y un poco desalineado. Siempre viste una camisa blanca y unos pantalones beige e inicia sus días en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca; una escuela (de las tantas de que ha fundado) en la que se forman artistas plásticos, escultores, ceramistas y fotógrafos.
En el IAGO todo mundo lo ve con una gran admiración, de hecho, le dicen “el maestro”. Y mientras los adultos mantienen una distancia respetuosa, los niños – que están estudiando en el instituto debido a que el sismo del 7 de septiembre les derrumbó sus escuelas– se le acercan y le preguntan que ¿cómo usa tantos colores?, el los abraza, les sonríe.
Esa calidez y amor por su ciudad, no sólo se ve en las escuelas que apoya y alimenta. Se puede contemplar en los muros de algunos restaurantes de comida típica que hay en la capital de Oaxaca, en las exposiciones temporales de los Centros Culturales y en la enorme cantidad de cuadros que ha pintado para celebrar la diversidad natural que existe en su querida tierra.
Según el artículo Toledo odia las definiciones. Él no creía en las rutinas, pero sí espera que llegue “el momento brujo”, ese instante en el que la inspiración invade las entrañas y necesita salir para convertirse en obra de arte. Afortunadamente en su carrera el grabador ha encontrado muchos de esos instantes y ha dejado para la posteridad al menos 7 mil obras.
Su obra también juega con la fantasía y la realidad, sobre todo a la hora de esculpir, pues crea figuras antropomórficas que hacen pensar en bestiarios. Muchas veces, sus piezas fungen como metáforas y alegorías, como aquellas máscaras, papalotes y joyas que de vez en cuando se aventura a producir. Francisco Toledo fue sin duda un maravilloso artista plástico mexicano, y vale la pena dar un paseo por su obra para entender su técnica, intereses y talento. Aquí algunos fantásticos grabados, óleos y esculturas:
Conejos
1975
Gatos
1975
Tamazul
1982
El de la lengua pegajosa
1988
Grillos
1990
Lady caracol llega tarde al palacio
1991
Autorretrato saludando
1992
Los conejos van a la guerra
1993
Pez mica
2001
Langosta
2004