La embajada del voyerismo es una cultura de cristal que se rompe poco a poco.
Al final de la explanada del Parque México, si te sientas en el desnivel de los skaters con la espalda contra las columnas: ahí está, al sureste, en el último piso del edificio más alto de Avenida México la embajada del voyeurismo. Un pent-house cristalino y sin cortinas, que sería el palacio de ensueño de Lady Godiva o de cualquier voyerista borgiano.
Más allá de lo que alcanza a ver el ojo, pareciera que este edificio se mantiene en correspondencia con el Faro de Alejandría. La vista de los habitantes del departamento parece un grito por atención. La tensión entre la naturaleza cristalina de los departamentos y los visitantes del Parque México producen el magnetismo perfecto entre mirones perfectos para crear innumerables conversaciones sin necesidad de palabras.
Foto Expansión
En la actualidad cada vez es más recurrente ver estos palacios voyeristas, donde el vidrio parece ser una implementación de verlo todo a nuestro alrededor, de encontrar soluciones a la satisfacción de nuestra vista en cada proyecto arquitectónico.
En la ciudad existen tantas opciones disponibles para ver a través del cristal, que las ventanas no son suficientes para gozar del placer que nos brinda ver la ciudad desde el cristal; o al revés, ver al interior de esos muros de transparencia arquitectónica para satisfacer una curiosidad, casi poética, de conocer lo que está ahí a la mirada de todos los transeúntes que recorran la ciudad.
Foto El Universal
Al elegir los vidrios como equilibrio de una estética, digámoslo, poco funcional, costosa y poco eficiencia para reducir el cambio climático; también estamos conversando con las miradas, los gestos, una cierta vigilancia. Pero al mismo tiempo es una mirada hacia el mundo, cada vez más lejano, de la libertad, del exterior, a la posibilidad de ver los pocos pájaros que vuelan. Como una proyección de un deseo que no podemos llevar a cabo, porque las labores de la oficina no se harán solas…
Foto Ladera Sur
Y es que ya lo vaticinaba el filósofo Walter Benjamin: “Recientemente los nuevos arquitectos lograron, con su cristal y con su acero, crear unos espacios en los que es muy difícil dejar huellas. ‘De acuerdo con lo dicho’, escribió Scheerbart hace veinte años, ‘hoy podemos hablar de una nueva cultura de cristal. Y ese nuevo entorno de cristal cambiará por completo al ser humano´”.
Es complicado profundizar en el mundo del vidrio, y así entender el camino de nuestros propios impulsos y deseos, de nuestras nociones estéticas pos-modernas, y con ello, de modo paralelo, asegurarnos la calidad de vida necesaria para habitar los proyectos arquitectónicos.
Foto Milenio
Pero el edificio de Parque México no es el único de esta naturaleza voyeur. Hasta hace unos años, antes de la clausura del Estadio Azul, sobre Avenida Maximino Ávila Camacho había una construcción de unos 15 pisos que miraban sobre el campo de los eternos subcampeones. Durante las transmisiones de los partidos a veces filmaban a los mirones que salían de sus balcones a disfrutar del espectáculo que para ellos era gratuito.
Pero si vives, trabajas o estudias en la Ciudad de México, has visto esa naturaleza deslumbrante de los edificios con diseños desafiantes, que reflejan las nubes, el sol y, cuando hay días en que tenemos hermosos atardeceres, podrás ver un paraíso lleno de colores y brillo; como si fuera un recordatorio de un ser divino que nos espía, o que tal vez nos anuncia que ya nos abandonó.
Foto Flickr
El cristal permite ver el exterior, genera sensación de amplitud espacial y (en teoría) permite reducir el consumo de electricidad. El inconveniente de estos paraísos voyeristas, es que tanta transparencia provoca reflejos y molestias a los empleados, con lo cual se colocan persianas y, de resultas de ello, se producen consumos energéticos que pueden superar a los de los edificios opacos con menos iluminación interior.
Esta pujanza por edificios de oficinas de cristal obedece sobre todo a razones estéticas. A rascacielos que nacieron en Chicago en los años 40 y 50 porque la industria armamentista necesita dar salida a las grandes cantidades de acero. Estos bloques de cristal y acero no conforman una tendencia arquitectónica, sino que son fruto de la repetición de un modelo de imagen que viaja por el mundo y se difunde a través de la revistas de arquitectura.
Foto Pinterest
Se expande una ideología que choca con los postulados de preocupación por el ahorro de energía y el cambio climático. Puede ser que toda gran metrópoli cuenta con su embajada del voyeurismo, pero los palacios que encontrado en la CDMX parecen haber sido sacados de un cuento de Borges.
André Bretón decía que su casa era un palacio de cristal, aunque no todos son partidarios de esa idea ¿Qué preferirías tú? Queridísimo lector, ¿un palacio del voyeurismo donde ves y eres visto o una casa bardeada al estilo Pedregal?
Foto Principal Smart Building