Seguramente llegaste a ver este precioso mural en alguna incursión dominguera por CU, pero, ¿sabías que hay toda una historia y una cultura contenidas en él?
La fachada de la Facultad de Medicina de la UNAM es una verdadera obra de arte: Francisco Eppens plasmó la cosmogonía indígena en su mural “La vida, la muerte, el mestizaje y los cuatro elementos”. Este icono de la Facultad fue realizado en cerámica vidriada, imitando el estilo bizantino. Eppens lo terminó en 1952, y consideró que era su mejor obra.
Imagen de: gaceta.facmed.unam.mx
Pero es mucho más que una instalación artística: está cargada de simbolismos, principalmente prehispánicos. Al centro de la monumental composición se aprecia una máscara trifásica (de tres fases). Este “rostro” es la representación del mestizaje, ya que su perfil izquierdo es una mujer originaria y su perfil derecho un hombre español; la parte central es un hijo mestizo, resultado de la unión de los dos anteriores.
Imagen de: Fundación UNAM.
El mural está enmarcado por una serpiente que muerde su cola, la cual representa la eternidad. Es una especie de oruóboros, un ciclo que representa la continuidad entre principio y fin. La vida es un ciclo que se perpetúa, no una sucesión de absolutos finitos. Además, dentro del simbolismo prehispánico, la serpiente es un símbolo de tierra y fertilidad.
La máscara tiene una corona de fuego, dentro de la cual hay dos manos que sostienen una semilla y al sol, respectivamente. La semilla es el origen, la raíz, mientras que el sol es el ser, o la fuerza, que da calor y vida. Además, el fuego (tetl), un elemento siempre cambiante, es la fuerza que permite la unión de contrarios y la renovación. Al fin y al cabo, puede ser tanto destructor como creador.
Imagen de: arquitecturafaunam.wordpress.com
En los laterales del mural se encuentra el cielo nocturno (ilhuicatl o yohualli). Dentro de él se representan tres animales de suma importancia en la mitología mexica: la mariposa (papalotl), el zopilote real (cozcacuauhtli) y el águila (cuauhtli). Debajo de la máscara está la tierra (tlalli). Se aprecian plantas como el maguey, el cactus y el algodón. Además, una calavera devora una mazorca de maíz, a partir del cual se crearon los hombres. La representación de la muerte también es clave, ya que en la cosmogonía mexica no puede haber vida sin muerte. De hecho, la vida sale de la muerte. Antes de pasar a la existencia, todo ser mora en el Mictlán.
Imagen de: Fundación UNAM.
Finalmente está el agua (atl). Aquí está la cabeza de Tláloc, dios pluvial y acuático por excelencia. Se aprecian sus ojos serpentinos y sus fauces atigradas. Se encuentra rodeado por un ajolote, una rana, un caracol y un pez. Además, este mundo acuático está delimitado por nueve círculos de jade. En la numerología mexica, el nueve es un número que se vincula al inframundo. Como puedes ver, en el mural, así como en el mundo indígena, nada es gratuito. Todo está conectado con todo.
Imagen de: Milenio.
Date una vuelta por la Facultad de Medicina de la UNAM para ver este sobrecogedor mural: es la existencia y el ciclo vital pintados por las manos de un maestro.
Aquí más arquitectura mexicana que ha trascendido fronteras.
*Imagen destacada de: gaceta.facmed.unam.mx