A través de una escultura profundamente visceral, que se articula en su mayoría en piedra, Geles Cabrera muestra la fluidez, movimiento y dinamismo de un medio que podría parecer estático.
Geles Cabrera es, para efectos prácticos, la primera mujer que se desempeñó profesionalmente como escultora en México. Apenas a sus 22 años, en 1948, ya tenía una muestra individual en la Galería Mont Orendain. Su entrada al medio fue difícil, pero tajante: no dejó que la hegemonía masculina y nacionalista que lo tenía cooptado la detuviera. A base de esfuerzo y una férrea personalidad, se abrió paso y dejó su marca en la escultura mexicana.
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También estuvo bajo la tutela de grandes maestros, tanto en La Esmeralda como en la Academia de San Carlos. Algunos de ellos fueron Ignacio Asúnsolo, Francisco Zúñiga, Fidias Elizondo y Luis Ortiz Monasterio. Si bien la gran mayoría de sus esculturas muestran la figura humana, su obra no puede ser tildada de realista.
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La suavidad de las curvas y líneas de sus esculturas saltan inmediatamente a la vista. Su manera de trabajar con la piedra recuerda a las grandes figuras pétreas de las culturas ancestrales de México. Rescata esa conexión cercana que se tenía con el mundo; su obra se siente orgánica, como salida de la tierra. Profundamente conectada con sus raíces y mostrando el movimiento inherente incluso a los objetos aparentemente sólidos.
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Geles Cabrera también viajó a Cuba, donde siguió estudiando y conoció a gente como Wilfredo Lam. Al regresar, su arte expandió sus fronteras y se liberó aún más. Comenzó a trabajar con otros materiales, como recinto, piedra madera y piedra de xaltocan. Además, pintó el retrato de la actriz Dolores del Río. Años después, también trabajaría con materiales de punta, como el plexiglás termoformado.
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Su legado vive hasta el día de hoy: en 1966 se fundó el “Museo Escultórico de Geles Cabrera”, localizado en Coyoacán, en la calle Xicoténcatl. En los setentas formó el colectivo GUCADICO, en colaboración con otros artistas. También expuso en el Museo Experimental el Eco de la UNAM, tanto en 1957 como en 2018. Hoy en día, a sus 90 años, sigue activa y con la pasión incansable de transmitir su conocimiento y despertar el amor por el arte en las nuevas generaciones.
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