Si nunca has ido al mercado de La Merced, ahora es cuándo; vivirás una experiencia divertida, caótica, colorida y sobrecogedora: no saldrás de ahí siendo el mismo.
Su historia se remonta a la Nueva España, cuando el barrio de La Merced comenzó a ser uno de los lugares principales para el comercio y la compra/venta en la ahora Ciudad de México. Debido al constante influjo de comerciantes de todas partes del territorio, prácticamente todo el espacio estaba cubierto de puestos de vendimia. Tanto así, que en 1860 se decidió construir un mercado permanente en los terrenos donde antes se erigía el antiguo Convento de La Merced.
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Durante la primera mitad del siglo XX, este lugar fue el mayor mercado mayorista de la ciudad. Esto cambió cuando la Central de Abasto se inauguró en 1980. Sin embargo, La Merced sigue siendo el más importante mercado minorista. Es tan grande, que probablemente te pierdas la primera vez que vayas. Pero no desesperes; cualquier peatón o vendedor te puede orientar para encontrar la salida.
Y es que está en un lugar muy céntrico: se localiza en la zona oriente del Centro Histórico, a la derecha del Zócalo. La forma más fácil de llegar es en metro: la estación es La Merced, de la línea 1. Además de las naves principales, el mercado se extiende varios metros a la redonda por medio de tianguis y puestos ambulantes.
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Su tamaño no es por nada: aquí podrás conseguir casi cualquier cosa. Frutas, legumbres, verduras, semillas, frutos secos, carne, productos de maíz, lácteos. Artículos para el hogar, ropa, herbolaria, cualquier comida que se te ocurra. Es un mundo. Tampoco te sorprendas si todo va muy rápido: desde la madrugada hasta la noche el mercado no para. El bullicio de camioneros, vendedores, clientes, carniceros y cocineros puede llegar a ser abrumador.
Es una sinfonía de sonidos y olores que te dejará anonadado: la vida de la ciudad más grande del país en todo su esplendor.
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