El artista inglés David Hockney se encontró con un escenario inesperado, pero muy fructífero, para realizar una serie de pinturas: el Hotel Romano Ángeles de Acatlán.
Fue el azar lo que llevó al pintor David Hockney al ahora famoso Hotel Romano Ángeles de Acatlán. En 1984, Hockney se dirigía al Museo Rufino Tamayo para presentar su exposición “Hockney Paints the Stage”, pero no alcanzó a llegar. En el camino se le descompuso el coche, y se vio obligado a hospedarse en el hotel para esperar mientras lo arreglaban. Sin embargo, una experiencia tediosa se convirtió en una magnífica oportunidad.
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Hockney quedó encantado con el patio interno del hotel, el cual ostentaba un pozo con un arco de ladrillo rojo, además de vegetación exuberante y muy verde. Se respiraba un aroma tropical y fuertemente colorido, y eso fue exactamente lo que logró plasmar el pintor, originario de Bradford, Inglaterra. Comenzó haciendo una serie de dibujos preliminares, los cuales eventualmente se convirtieron en una exposición.
A Hockney le interesó el concepto de cómo puede percibirse un mismo escenario desde diferentes puntos de vista, desde diferentes ángulos. Experimentó con varias técnicas, como dibujo, litografía y, finalmente, una pintura al óleo. También utilizó enfoques realistas e incluso cubistas, donde lo importante no era la reproducción fidedigna del patio, sino la experiencia emocional tanto del artista como del espectador.
Imagen de: The Kenneth Tyler Collection
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Esta serie no era acerca de un hotel, como el propio David Hockney lo dijo, sino era acerca de echarse un clavado a los límites de la percepción humana, y cómo una escena aparentemente simple puede tener tantos matices. El trabajo culminó en 1985, con un díptico titulado “A Walk Around the Hotel Courtyard”, pintado con óleo sobre lienzo.
La perspectiva, tanto del producto final como de los preliminares, sacrifica la objetividad y la convención, para resaltar y maximizar el espacio y los colores. Esta técnica logra comunicar al espectador con más información visual de la que se podría observar en la realidad. La historia de David Hockney es prueba de que las musas no existen, de que si uno está suficientemente atento y consciente del momento presente, las oportunidades para dar rienda suelta a nuestro ingenio aparecen espontáneamente.
Un tipo muy distinto de legado artístico: las alfombras y tapetes monumentales de Huamantla.
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