Ante la emergencia nacional que vive el país, las mujeres salieron a las calles un día y desaparecieron de ellas al otro: el 8 y 9 de marzo del 2020 se recordarán en años venideros.
Los días 8 y 9 de marzo se vivieron acontecimientos históricos en el país, y afianzaron las bases para una lucha que no para. Por un lado, el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, millones de mujeres se manifestaron alrededor del mundo para exigir un trato justo y un alto a la violencia sistemática que sufren día a día. En el caso de la Ciudad de México, más de 100 mil mujeres se juntaron para protestar sobre la situación insostenible del país. México es uno de los países más peligrosos del mundo para ser mujer: se cometen 10 feminicidios diarios, aproximadamente.
Imagen de: Animal Político
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Pero el feminicidio solamente es la culminación de un sistema cultural, político y social que permite que la violencia contra la mujer se normalice. Además de las condiciones de trabajo desiguales y de la discriminación, el problema empieza en los entornos más cercanos, como la familia y los amigos. Todos los días, muchas veces sin darse cuenta, millones de hombres reproducen acciones machistas que denigran a las mujeres y que allanan el camino para que esas micro-violencias sigan escalando.
El 8 y 9 de marzo fueron jornadas de suma importancia, ya que demostraron que las mujeres no se van a quedar calladas; como rezaba una de sus consignas: “el patriarcado se va a caer”. En cuanto al sábado, un gran número de contingentes salió del Monumento a la Revolución al Zócalo. La afluencia de gente fue impresionante: es una de las marchas más multitudinarias que se han vivido en la CDMX.
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Fotografía de: Rebecca Blackwell
Tanto el gobierno como los grupos feministas realizaron acciones previas. Por un lado, los principales monumentos del centro histórico se blindaron, mientras que un grupo de mujeres escribió los nombres de cientos de mujeres asesinadas en la plancha del Zócalo. Mientras transcurría la marcha, se podían escuchar frases como: “¡Ya basta!”, “Mujer, escucha, esta es tu lucha”, “El Estado no me cuida, me cuidan mis amigas”, o “Por nuestras hijas; ni una más, ni una más, ni una asesinada más”.
En algunos lugares, las barreras protectoras que colocó la ciudad fueron tumbadas, y los monumentos intervenidos. Cabe destacar que los propios artistas de algunos de ellos mostraron su apoyo en redes sociales, diciendo que para eso están, para que participen de los movimientos sociales; además, los artistas esperan que las pintas se mantengan, para que se recuerden las causas de la indignación y la protesta.
Imagen de: Animal Político
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Frente al Palacio de Bellas Artes, se instaló un micrófono abierto, en el que las mujeres contaban sus experiencias de acoso y violencia machista. También hubo movilizaciones en Ciudad Nezahualcóyotl, Chimalhuacán y Ecatepec, municipios del Estado de México con el mayor índice de feminicidios y desapariciones. La marcha del 8 de marzo mostró la indignación, la rabia, la tristeza y la valentía de miles de mujeres que, con sus propias manos, mueven al país y dicen: “Nos queremos vivas, libres y sin miedo. Ni una menos”.
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Al día siguiente, reinó el silencio. En un evento sin precedentes en México, se llevó a cabo el “Un día sin nosotras”, donde aproximadamente el 57% de las mujeres desapareció de las calles, las instituciones y todos los lugares públicos. Si la marcha del día anterior tuvo un impacto tan fuerte, el 9 de marzo no hizo sino acentuarlo. El movimiento se llevó a cabo para mostrarle a México y al mundo cómo sería un día a día sin ellas: sus impactos sociales, políticos y económicos. Fue un acto simbólico, para recordar a todas las mujeres desaparecidas y asesinadas: ni perdón, ni olvido.
Los efectos se notaron inmediatamente. La ciudad se sentía vacía, ausente, extraña. El tráfico se redujo considerablemente, los vagones exclusivos del metro y metrobús estaban casi vacíos, y los salones de clases también. La gran mayoría de las taquillas de las estaciones de metro estaban cerradas, ante la ausencia de las taquilleras que normalmente las atienden. En algunos casos, hombres se encargaron de vender boletos y en otros, la gente tenía que acudir a las máquinas automáticas.
Imagen de: Sopitas
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Muchos negocios cerraron, ostentando mensajes o estampas para mostrar su apoyo al movimiento. Casi todas las reporteras que asisten a las conferencias mañaneras del presidente se ausentaron. En algunos campus universitarios, como CU de la UNAM, la ausencia era palpable. Muchas maestras se unieron a la iniciativa, por lo que había muchos salones cerrados o vacíos. En algunas universidades, los estudiantes hombres acudieron a conferencias y talleres sobre masculinidades en deconstrucción. Muchos de ellos aprovecharon el día para reflexionar sobre su participación en la perpetuación del sistema machista y violento que nos rige.
La mayoría de las oficinas y dependencias gubernamentales acusaron una gran pérdida de personal. Además, el paro nacional de mujeres detuvo el 45.5% de la fuerza laboral mexicana. 22 millones de mujeres se sumaron al movimiento “Un día sin nosotras”. El impacto económico fue de 37 millones de pesos, aproximadamente. El sector comercial tuvo que operar sin el 53% de su personal, mientras que otros sectores sufrieron pérdidas similares.
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Imagen de: Milenio
El resultado es incontestable. Las jornadas del 8 y 9 de marzo del 2020 visibilizaron la aguda crisis en que está sumido el país. La violencia crónica y sistemática contra las mujeres representa una emergencia nacional, y la situación es insostenible. Todos debemos reflexionar y cuestionarnos qué estamos haciendo al respecto. Cortar de raíz nuestros patrones machistas, dialogar con nuestros congéneres, y exigirles a las autoridades que no se queden de brazos cruzados. Esto es solo el comienzo.
Para ahondar más en el tema: 5 mujeres para introducirse al arte feminista en México.
*Imagen destacada de: factornueve.com