La yuxtaposición entre luz y oscuridad, entre cielo e inframundo, es de las más comunes en la mitología; también está presente en la cultura mexica, en la forma del rapto de Xochiquetzal.
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El panteón mexica es uno de los más vastos e interesantes del mundo. Hay una cantidad enorme de dioses, todos relacionados entre sí de alguna manera u otra y con infinidad de poderes. Conocemos sus orígenes gracias a las cronistas de los evangelizadores españoles, como fray Bernardino de Sahagún y fray Diego Durán. Personas como ellos se interesaron profundamente en las culturas y ritos indígenas, y lo documentaron a través de sus informantes.
Uno de los temas más frecuentes en la mitología prehispánica es el de la sexualidad y la fertilidad. Las deidades que mejor lo representan son Tlazoltéotl y Xochiquetzal. Además, en el mito que mostraremos a continuación, se maneja un tópico que se repite en otras culturas alrededor del mundo. Es el del rapto de una diosa de la fertilidad y del amor por un dios nocturno, del inframundo.
En este caso, es Tezcatlipoca quien secuestra a Xochiquetzal y se la lleva a sus dominios, obligándola a casarse con él. Seguramente la historia te suena: se parece mucho al mito griego de la primavera, en el que Hades secuestra a Perséfone, hija de Deméter. Se va al inframundo con ella y la convierte en su esposa. Las similitudes son imposibles de no notar. A continuación, el texto íntegro:
Imagen de: Arqueología Mexicana (Códice Borgia)
A diferencia de Tlazoltéotl, de Xochiquetzal se cuentan muchos mitos. Se dice que su belleza era inigualable, que era “preciosa como una flor”. Representa los encuentros juveniles, espontáneos, pero sobre todo libres, los cuales no eran sancionados entre los varones.
Xochiquetzal, “flor preciosa”, nació de los cabellos de la diosa madre. En los mitos de creación se menciona que fue mujer de Piltzintecutli, hijo de la primera pareja de hombres: Cipactónal y Oxomoco. Con Piltzintecutli tuvo un hijo, Cintéotl, dios del maíz, y en otros mitos se cuenta que también engendraron a Nanahuatzin, quien se sacrificaría en el fogón divino para convertirse en el Quinto Sol, y a Xochipilli, dios de las flores y también conocido como dios del amor.
Tuvo varios consortes y amantes. Primero habitaba en Tamoanchan, “cerro de la serpiente”, uno de los paraísos situado en el primer cielo, el Tlalocan, el cual se localizaba en la cumbre del Cerro de la Malinche. Esta morada era una región llena de deleites y pasatiempos agradables en donde había fuentes, ríos, florestas y lugares de recreación. En este sitio había un árbol florido, y el que alcanzaba a coger una de sus flores o era tocado por alguna de ellas sería dichoso y fiel enamorado. Xochiquetzal era atendida por otras diosas y estaba acompañada y guardada por mucha gente, de tal manera que ningún hombre la podía ver. Los que la cuidaban eran enanos, jorobados, payasos y bufones, que la divertían con música y bailes, y que también desempeñaban el oficio de embajadores cuando mandaba mensajes a los dioses que ella cuidaba.
Imagen de: ancient-origins.es (Códice Borgia)
En cierto momento, mientras estaba casada con Tláloc, Tezcatlipoca rapta a Xochiquetzal y la obliga a casarse con él. Acto seguido, el dios de la noche la lleva a su reino, y ninguno de los dioses se atreve a rescatarla. Sin embargo, Tláloc acepta el desafío y viaja a los dominios de Tezcatlipoca para exigir la devolución de su esposa. El dios del agua tuvo éxito en su empresa, ya que Tezcatlipoca aceptó devolverle a Xochiquetzal y no molestar a la diosa de nuevo, con las condiciones de que Xochiquetzal tuviera prohibido viajar a la tierra directamente y permaneciera en Tamoanchan, el paraíso de los dioses mexicas.
Tomado de: Trejo, Silvia, “Xochiquétzal y Tlazoltéotl. Diosas mexicas del amor y la sexualidad”, Arqueología Mexicana núm. 87, pp. 18-25.
Aquí la entrega anterior de Historias Prehispánicas: el nacimiento de Huitzilopochtli.
*Imagen destacada de: Wikimedia Commons (Códice Borgia)