La vida de los mexicanos no sería la misma sin sus deliciosas aguas de jamaica y horchata; no obstante, ¿sabías que la flor de jamaica atravesó miles de kilómetros para llegar hasta acá?
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La flor de jamaica es un artículo gastronómico omnipresente en la cultura mexicana. Tiene decenas de usos, más allá de su delicioso sabor y versatilidad en la cocina: es un desinfectante poderosísimo, tiene un alto contenido de vitamina C, antioxidantes y minerales, es diurética y hasta puede tratar padecimientos como trastornos nerviosos, insomnio, inflamación y alta presión arterial. Sin embargo, todas estas bondades no existirían si no fuera por la ruta comercial que estableció España siglos atrás.
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El viaje de la flor de jamaica hacia tierras mexicanas comenzó en el siglo XVI. Todo fue gracias a la Nao de China o Galeón de Manila, un imponente barco español que cruzaba todo el mar Pacífico para llegar desde las Filipinas hasta Acapulco. Sin embargo, antes de llegar hasta las Islas, se cree que la flor de jamaica nació en el África Tropical.
En Egipto, Sudán y Senegal se cultivaba la jamaica, pero no por su flor; sus duras fibras se utilizaban para crear telas gruesas y resistentes. Afortunadamente, la jamaica logró emigrar de tierras africanas para llegar a Asia y posteriormente a América. En cuanto tocó las costas de Guerrero, la gente costeña se dio cuenta de su potencial. Se comenzó a cultivar a gran escala, y nunca se dejó de sembrar.
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Hoy en día, es precisamente el Estado de Guerrero el que lidera la producción mexicana de flor de jamaica, con unas 18 mil hectáreas sembradas por más de seis mil campesinos. La mayor parte del cultivo está conformado por una variedad criolla, la cual se siembra únicamente en el ciclo agrícola primavera-verano. Cinco siglos después, esta deliciosa malvácea es parte inseparable de la cocina mexicana.
No solo se hacen aguas e infusiones, sino que su uso se ha ido expandiendo a través del tiempo: ahora podemos encontrar vinos, mermeladas, conservas, quesadillas, salsas, sopas, licores, postres, tostadas, tacos y hasta botanas fritas. Además, se ha convertido en un ingrediente esencial de la cocina vegetariana. Quién diría que un símbolo nacional de nuestra gastronomía, como lo es la flor de jamaica, atravesó dos continentes y miles de kilómetros para llegar hasta aquí.
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