Frida Kahlo tiene una gran conexión con la buena gastronomía mexicana.
Parece que ya se ha escrito todo sobre Frida Kahlo, que ya lo sabemos todo sobre su vida y obra, y que no hay nada nuevo bajo el sol. Bueno, nunca está demás hablar de Frida Kahlo y su gusto por la gastronomía mexicana.
Frida tuvo un profundo respeto por el país y su corazón estaba en los platillos típicos y puestos populares. En cualquier ocasión podría armar una comilona, a Diego los cubiertos tradicionales le parecían demasiado burgueses, por lo que el cubierto principal fue la tortilla. Sólo usaron cucharas para la sopa de ostiones, y fueron las más baratas de peltre que pudieron encontrar en el mercado. Y, como era costumbre con Frida y Diego, bebían pulque y tequila.
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Frida gozaba de dulces, pambazos, buñuelos, tostadas y quesadillas. Pese a ser una de las “mujeres más revolucionarias de la historia”, en la comida Frida era tradicional en la comida, además de ser comunista que oficiaba misa de Nochebuena, no cocinaba, y acompañaba a su chef por las compras al mercado.
Le encantaba el mole con pato, y en esa época aún se podía cazar estas aves en Iztapalapa. El postre consistía en dulces tradicionales y mientras ella vivió nunca faltaron en la Casa Azul las tortillas y el pulque. En su obra viven las frutas y flores mexicanas como prioridad para exaltar lo mexicano en su pintura, su vestir y en su comida.
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Muchos piensan que Frida era una gran cocinera debido al libro Las fiestas de Frida y Diego: Recuerdos y Recetas, publicado por Guadalupe Marín y Marie-Pierre Colle, pero la realidad es que tampoco tuvo destreza culinaria. Contaba con dos cocineras de tiempo completo que se encargaban de elaborar los platillos que Frida solicitaba, siempre bajo su ojo vigilante y con ingredientes que ella misma escogía, ya que disfrutaba sus visitas al mercado.
Lo suyo era la curaduría gastronómica. Las mesas en su casa se adornaban con bellísimos manteles, canastas y flores. La comida se acompañaba con vitroleros de agua fresca, ensalada de nopales, chiles rellenos de queso y arroz con plátano frito.
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Dicho recetario fue realizado en colaboración con Guadalupe Rivera, hija de Diego, que vivió con su papá y Frida en la adolescencia y no se ha olvidado de lo importante que era la comida en esa casa.
La mayoría de sus recetas estaban calculadas para diez invitados, en su afán porque la comida fuera protagonista de sus reuniones. El tequila y el cognac también tenían un lugar de honor en su mesa y sus menús cambiaban de acuerdo a las festividades, ya sea Día de la Independencia, Día de Muertos o Navidad.
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Siempre había algo especial en la mesa: crema de cacahuate, conchitas de robalo, pavo navideño, buñuelos de rodilla y ricas cocadas. Pero sin duda uno de los platillos predilectos de Frida eran los chiles en Nogada, mismos que sirvieron en su menú de boda con Diego, el 21 de agosto de 1929.
La pintura es otro testigo del amor de Frida por la cocina ya que diferentes cuadros de naturaleza muerta, así como fotografías familiares en la famosa Casa Azul, ubicada en Coyoacán, dan cuenta de esta importancia de la comida para Frida Kahlo.
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Diego Rivera tenía buen paladar y comía mucho; era un aficionado a los huauzontles, siendo las tortitas capeadas, rellenas de queso y aderezadas con caldillo de jitomate, las que más me degustaba. Por supuesto, como el pueblo mexicano, amaba los platillos a base de maíz de ser el ingrediente fundamental para la tradicional tortilla, que a compaña a casi todos los platillos mexicanos.
Estos dos grandes artistas se ocuparon siempre por dar a conocer las tragedias, los dolores y las alegrías del pueblo mexicano, así como a vivir bien.
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