Entre muchas otras cosas, a Tezcatlipoca se le conocía en tiempos antiguos como un dios jaguar que pedía corazones a cambio de fama y riquezas.
Tezcatlipoca, “El espejo que humea”, es, probablemente, el dios más complejo y malentendido del panteón mexica. Esta complejidad radica en las múltiples advocaciones que adoptaba y propiedades que ostentaba. Además, representa a la perfección la dualidad de las divinidades prehispánicas: es un dios que regalaba bienes y los quitaba, que era tanto negativo como positivo, caprichoso y voluble.
Era el dios supremo, que estaba en todas partes. Su identidad se asemeja a un caleidoscopio; en la Historia General de las Cosas de la Nueva España se encuentran hasta 360 nombres o maneras de dirigirse a él. En su aspecto oscuro, era el hechicero, el brujo, asociado con la noche y con el jaguar. Por otro lado, su aspecto luminoso lo colocaba como el primogénito de la pareja creadora: Ometecuhtli y Omecíhuatl, “Señor y Señora de nuestra carne”.
De hecho, hay cuatro Tezcatlipocas principales, identificados por sus colores y asimilados a otras deidades. 1) el Tezcatlipoca negro, el verdadero Tezcatlipoca, 2) el Tezcatlipoca rojo o Xipe Tótec, 3) el Tezcatlipoca azul o Huitzilopochtli y 4) el Tezcatlipoca blanco o Quetzalcóatl.
Ahora bien, después de esta minuciosa introducción, el mito en sí no tendría por qué sorprendernos. En una de sus advocaciones, Tezcatlipoca vagaba por las noches como jaguar. Iba en busca de transeúntes y almas solitarias, a quienes les ofrecía un intercambio mortal: a cambio de sus corazones, les otorgaba fama y riquezas. También se dice que a veces cambiaba su forma animal por la de un esqueleto con un corazón palpitante.
Lo que queda claro en este pequeño relato, es que las cualidades que ostenta este dios de la oscuridad y de la hechicería quedan bien plasmadas. Representa la dualidad, en tanto que arrebata algo, pero otorga otra cosa: a cambio del sacrificio máximo, la recompensa máxima. También deja manifiesta su cualidad de hechicero y, de hecho, su carácter como la personificación de la hechicería y el ritual. Los sacrificios humanos casi siempre formaban parte de los rituales dedicados a él: de ahí que coleccione corazones.
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