La épica historia del Centauro del Norte que emuló al Caballo de Troya

Pancho Villa fue uno de los grandes jefes de la Revolución mexicana.

 

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El General Pancho Villa, el Caudillo del Norte, se unió al movimiento revolucionario en 1910 apoyando a los maderistas, a través del Abraham González representante político de Madero en Chihuahua. La primera batalla que libró fue el 17 de noviembre de 1910 atacando la Hacienda de Cavaría.

Villa era reconocido por sus estrategias militares efectivas, además de haber sido el primer general que utilizó trenes como una herramienta de guerra y traslado de tropas. Por fuera poco, Villa también es conocido por haber si el único general extranjero que ha invadido territorio de Estados Unidos de América y les ha ganado una batalla.

 

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Cuando estalló la Revolución mexicana en 1910, José Doroteo Arango, más conocido por Pancho Villa, era un simple fugitivo escondido en las montañas que cambió el rumbo de la contienda revolucionaria.  Pero hay una historia que ha despertado la curiosidad de los historiadores y sigue siendo un hito de todas las batallas libradas por el Villa.

Tras reunir un ejército de 3.000 hombres y tomar la ciudad de Torreón, donde consiguió armas y alguna pieza de artillería, decide tomar Chihuahua siendo repelidos por fuerzas federales bien armadas y con piezas de artillería. Pancho Villa se encontraba en una encrucijada, al frente, otra vez Ciudad Juárez, fortificada e imposible de tomar con sus tropas y sin artillería, y tras ellos Chihuahua, donde acababan de ser derrotados…

 

 

Villa decidió no mirar atrás y seguir hacia Ciudad Juárez. Pero mandar sus tropas en ataques frontales contra la ciudad sería un suicidio, por lo que debían idear un plan para poder acceder a la ciudad. La estrategia: tomar el tren de carbón que circulaba desde Ciudad Juárez hasta Chihuahua, vaciar la carga y meter dos mil rebeldes camuflados en los vagones.

Para esto, obligaron a telegrafiar a Ciudad Juárez que la vía había sido destruida por las tropas rebeldes y que debían regresar. Desde Ciudad Juárez confirmaron la orden de regreso, pero se les ordenó que debían telegrafiar el paso del convoy por cada estación. Villa envió una avanzadilla que fue tomando las estaciones y al paso del tren los telegrafistas de cada estación–con el cañón de una pistola apoyado en sus sienes– confirmaban el paso. A las dos de la mañana, entraba el tren en Ciudad Juárez.

 

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Según la crónica de un periódico de El Paso (Texas): “El ataque y la toma de Ciudad Juárez fueron una sorpresa completa […] Poco después de las dos de la mañana, un tren de carga entró en los patios del Central Mexicano en Juárez y de él surgieron cientos de rebeldes. Prueba de que la sorpresa fue total es el hecho de que no se disparó un solo tiro hasta que los rebeldes hubieron penetrado hasta el corazón mismo de la ciudad. El tren les había permitido llegar sin interferencias […] Tomada por sorpresa, la guarnición federal opuso escasa resistencia. El cuartel cayó a las cuatro de la mañana y para las cinco había entregado las armas el resto de la ciudad.

Además de la sorpresa, también influyó el hecho de que los oficiales se confiaron demasiado y el ataque les pilló bebiendo, jugando a las cartas u ocupados en algún burdel. Desde aquel momento, Pancho Villa y los villistas tuvieron nombre propio. Francisco Villa lideraba a miles de villistas a lo largo de todo México, tenían un gran poderío en soldados, pero carecían de armamento siendo esto causante de varias derrotas consecutivas.

 

 

Pancho Villa es amado y odiado por algunos, pero fue un personaje crucial en el justo reparto agrario a miles de campesinos que pedían un patrimonio en un pedazo de tierra; aunque, por otro lado, son por todos conocidas sus historias de bandido, asesino y violador, autor de un sin fin de fechorías.

Así fue, que esta historia se convirtió en un episodio épico de los andares de Villa, al grado de compararse con el Caballo de Troya, aquel suceso que Homero relata en su Odisea y que involucró la elaboración de una gigantesca figura de Madera ecuestre, que sirvió como escondite a los griegos para entrar inadvertidos a los patios de Troya.

 

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Sin duda este capítulo es uno de los más memorables de la Revolución. Las hazañas de Villa y su naturalidad quedaron plasmadas en ocurrencias estratégicas que resultaron decisivas cuando, once años después de iniciada la lucha, la revolución concluyó.

Esta es la razón por la cuál es posible ver muchas fotos de José Doroteo Arango en ferrocarriles comandando el ejército de la División del Norte. De hecho, el ejército de Pancho Villa fue el primero en el mundo que habilitó un hospital al interior de un ferrocarril; mandó esmaltar algunos furgones para ambientarlos como quirófanos. Y en ese hospital ambulante atendía a sus heridos, pero también a los del enemigo.

 

BBC