Los significados del llanto en la cultura prehispánica mexicana

Las lágrimas son sinónimo de “buena plática” ya que nos permiten comunicarnos con honestidad.

 

Los aztecas solían llorar mucho más de lo que lo hacemos hoy. Llorar y preguntarle algo a alguien iba de la mano. Un gobernante provincial lloraría frente al emperador cuando solicitara su ayuda, del mismo modo que un plebeyo lloraría frente a un juez en un juicio o tribunal. También era común que los aztecas lloraran ante los sacerdotes españoles cuando pedían el bautismo.

Hasta hoy el llanto tiene una gran importancia entre muchas culturas de México. Entre los indígenas mesoamericanos es un símbolo de humildad, y a menudo en sus rituales, se llega a observar un ligero llanto.

 

 

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En algunas leyendas llorar juega un papel importante. Todos conocemos la historia de esa mujer que llora por las noches por sus hijos difuntos: la famosa “llorona”. Se trata de un cuento transmitido desde los tiempos prehispánicos del cual se conocen 120 versiones y que era ya registrado por los cronistas de la colonia temprana.

La llorona aparece en cuentos con el nombre de Cihuacóatl o La Malinche, como en la región maya bajo el nombre de Xtabay. Llorando o gritando las noches por sus hijos muertos va ejerciendo un hechizo siniestro, ante el cual se tenían y tienen que proteger sobre todo los hombres.

 

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La representación iconográfica del llanto en códices prehispánicos como en coloniales, es una gota de agua del color azul con una terminación blanca debajo del ojo. Es una sola gota de agua y no un chorro de lágrimas la que representa el llanto. Esta forma de representación se encuentra sobre todo en los códices pictográficos atribuidos a los nahuas.

 En los códices mixtecos aparece la variante con dos chorros de lágrimas que salen de un ojo cada cual para un lado. Al mismo tiempo, las lágrimas y los sollozos fluían libremente al dar gracias por algo especial: la concesión de tierras a un grupo familiar, por ejemplo. Cuando la nación estaba amenazada, o peor, cuando el ejército tuvo que admitir la derrota, el llanto debe haber alcanzado niveles casi de histeria colectiva.

 

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Las lágrimas individuales derramadas por los niños en particular eran símbolos poderosos para la lluvia, una forma de “intercambio justo” cuando se le ofrecía al dios de la lluvia Tlaloc en los momentos apropiados del año agrícola. Se consideraba un buen augurio si los bebés sacrificados por Tlaloc lloraban con todo su corazón en el momento del sacrificio.

El Dr. Daniel Graña Behrens, investigador de antropología cultural, explora el tema del llanto en la cultura prehispánica mexicana, con lo cual podemos saber más de las significaciones que otorgaban los antiguos pobladores. En algunos códices se ven a los indígenas descansando la palma de la mano exterior con los dedos hacia arriba y medio curvados en la frente, junto con su lágrima en el ojo. En específico, el códice Borgia no cuenta con imágenes de llorosos.

 

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Se han encontrado murales donde se ven llorosos, pero el más relevante es el de “Tepantitla” donde se observa un juego de pelota y varios personajes que están en llanto. “Choca” es el verbo náhuatl de llorar, pero también puede ser gritar o cantar; y suele acompañarse con otros como “elcihcihui” (suspirar) o “tzahtzahtzi” (dar muchas voces, gemir). 

En el Códice Florentino se explica que las lágrimas significan “buena plática”, porque estas permiten al ser humano comunicarse con honestidad. El llanto en el contexto ritual es una solicitud de algo a los dioses. A Tezcatlipoca se le pedía vida buena y salvación de la pobreza. Este llanto era caracterizado por ser humilde y de profunda tristeza.

 

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En el Códice Durán se describe que al morir un gobernante se hacía un gran llanto, era un ritual en que se lloraba por cuatro días cada año hasta cumplirse cuatro del fallecimiento. Con esto se buscaba acompañar al difunto hasta el Mictlán.

El llanto que se interpreta como “saludo ritual” solía darse al ver una profecía cumplida y connotaba felicidad, como cuando se llega a la señal del águila sobre el nopal.

 

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Todas las formas de llanto tienen un contexto particular que permite ver la respuesta social y entender más sobre las respuestas comunes en la época prehispánica. Llorar significaba compartir con los demás en plena honestidad y no honrar su connotación era visto como ofensa a los dioses.

 

Foto destacada Museo Amparo