La cosmogonía y mitología de los pueblos prehispánicos se transmitía a través de sus leyendas, las cuales están cargadas de significado. Un ejemplo es la historia de Ixchel.
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Las sociedades antiguas de Mesoamérica eran sumamente complejas, ya que su sociedad estaba estructurada de acuerdo al mundo natural y sus actores. Una de las guías más importantes para los gobernantes prehispánicos era la disposición de los astros, quienes regían la vida de la gente. Por ello es que existen tantas leyendas sobre el sol, la luna y las estrellas. Una de las más bellas y desgarradoras es la historia de Ixchel y su enamorado, Itzamná.
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En la mitología maya, Ixchel era un ser multifacético. A veces se le representaba como una mujer joven y a veces como una anciana, dependiendo de las fases lunares. Era patrona de los oficios relacionados con la concepción, el embarazo y el parto. También era diosa de la medicina, los textiles, la pintura, las aguas, el arcoíris, la noche y la fertilidad de la tierra. Esta gran versatilidad la estableció como una de las deidades de cabecera de los mayas. Aquí el texto íntegro de una de sus leyendas:
“Cuenta la historia que, en los días cuando los dioses aún eran mortales, existió un amor tan profundo y tan puro que su fuerza creó el sol y la luna, el día y la noche y el brillar de las estrellas.
Hace mucho tiempo, en una tierra lejana, vivía una bella joven llamada Ixchel, cuya belleza fascinaba a los hombres. Uno de ellos quedó prendido de sus encantos, de nombre Itzamná. La bella y codiciada joven se enamoró al instante de Itzamná, y un sentimiento puro y apasionado comenzó a nacer entre ellos. Un día soleado, en el paraíso de los mortales, llegó un extraño joven, quien al ver a Ixchel quedó flechado por su deslumbrante belleza.
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Sin saber del creciente amor entre Ixchel e Itzamná, la hermana de Ixchel, Ixtab, convocó una pelea entre los dos jóvenes que se debatían el amor de la bella doncella. Ixtab declaró que los dos hombres pelearían hasta la muerte por el amor de Ixchel.
El día de la gran pelea, Itzamná estaba destinado a ser el vencedor, pero el destino no contaba con la mala jugada de su contrincante, quien, al primer descuido del valiente joven, hirió a Itzamná por la espalda, hiriéndolo de muerte.
Al ver a su amado sin vida, Ixchel encomendó su alma a Ixtab, quitándose la suya. Su hermana maldijo a aquel hombre que con trucos sucios mató a Itzamná, y su nombre jamás se volvió a pronunciar sobre la faz de la tierra. Al tomar el alma encomendada de su hermana, Ixtab se convirtió en la diosa del suicidio.
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Los espíritus de los dos enamorados viajaron hacia los cielos para celebrar su unión por el resto de los tiempos. Itzamná volvió a nacer como el dios Sol, y su eterna enamorada, Ixchel, se convirtió en la diosa Luna. Para honrar la belleza de su amada, Itzamná le regaló el brillo de la noche con las estrellas: doncellas que mueren a una temprana edad y suben a los cielos para brillar por la eternidad.
Se dice que, en cada fuego nuevo, la diosa Ixchel renace y permite que las doncellas (sus estrellas) se enamoren; del fruto de ese amor dan a luz un hijo. Es por eso que Ixchel es considerada también la diosa del parto y la fertilidad.”
Aquí la contraparte mexica del mito de la creación del sol y de la luna.
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