Yuri Knórozov: la leyenda del decodificador del mundo maya

El soviético Yuri Knórozov logró descifrar los códigos mayas.

  

“En mi corazón, siempre seré mexicano”, dice la placa de la estatua que se encuentra frente a la entrada principal del Centro de Convenciones siglo XXI, en Mérida, Yucatán, con la figura en bronce de un hombre de cara afilada y gesto adusto, que entre los brazos lleva un gato.

Se trata de Yuri Valentinovich Knorozov, quien pronunció esta frase al recibir en 1994 la Orden del Águila Azteca, la más alta condecoración que entrega el gobierno mexicano a un extranjero: un ucraniano nacido bajo el régimen soviético, que recibió la presea en la embajada de México en Moscú y ni siquiera conocía México.

 

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Este hombre descifró la escritura maya a lo largo de cuatro décadas, en los años 50, a 10.100 kilómetros de distancia de México. Y es que nadie antes de Knorozov había logrado descifrar la escritura maya jeroglífica, que durante 500 años se había mantenido silenciosa pese a las esforzadas investigaciones de expertos mayistas de todo el mundo.

 El primero en intentar descifrar los códigos mayas fue Diego Landa, un fraile franciscano. Varios siglos después, en medio de la devastación de la Segunda Guerra Mundial, un soldado soviético de 21 años se cruzó de manera fortuita con el libro de Landa en plena ocupación de la vencida Alemania nazi, en abril de 1945.

 

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Aquel soldado del 580 Batallón de Artillería del ejército soviético era Yuri Knorozov, quien rescató de la Biblioteca Prusiana, en medio de la destrucción de Berlín, dos libros que llamaron su atención y cambiaron su vida: un ejemplar de La relación de las cosas de Yucatán y una edición facsimilar de Los códices mayas, edición de 1933 de los hermanos Villacorta.

“Esto fue una leyenda ya que no hubo incendio. Las autoridades alemanas prepararon la biblioteca para su evacuación y tenían que llevarla supuestamente a los Alpes, en Austria. Los libros colocados en cajas estaban en medio de la calle. Entonces escogí dos”, relató.

 

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Lo que no es leyenda, es que Knorozov fue estudiante de historia, aficionado de Sherlock Holmes, tocaba el violín y tenía facilidad para el dibujo y sabía leer chino, árabe y griego. Escribía con las dos manos para que ejercitara los dos hemisferios de su cerebro.

 En 1945 emprendió expediciones arqueológicas y etnográficas a la región de Asia Central. Se interesó por las prácticas chamánicas y los ritos ancestrales de la sociedad sufita, los musulmanes que practicaban su religión de manera secreta, a espaldas del régimen soviético y se especializó en egiptología y en lenguas antiguas.

 

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Cuando leyó un artículo titulado El desciframiento de las escrituras mayas, ¿un problema insoluble?, escrito por el alemán Paul Schellhas; abandonó todo para dedicarse por completo al estudio de la escritura maya. Knorozov comenzó por aprender español y conseguir los facsímiles de los códices mayas desde Dresden, París y Madrid. Eran tiempos de la guerra fría y la “cortina de hierro” impedía al investigador salir de la Unión Soviética.

Todo lo que conoció sobre los mayas, Yucatán y México fue a través de libros y documentos. Recién en los años 90 pudo conocer en persona las inscripciones, las esculturas, las estelas y las grandes ciudades mayas. Mientras tanto, tuvo que llevar adelante su investigación desde su oficina en Leningrado.

 

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Cuando le preguntaron a Knorozov por qué fue él quien había consiguido descifrar la escritura maya, respondió que la mayoría de quienes lo habían intentado antes eran arqueólogos y él, en cambio, era lingüista. “En realidad, no hice nada –decía Knorozov en entrevistas– sólo seguí a Landa y así llegué al éxito”.

En honor a este gran esfuerzo, la Universidad de Moscú creó además el Centro de Estudios Centroamericanos “Yuri Knorozov” para preservar su legado científico y durante décadas los etnógrafos centroamericanos tuvieron que acudir a Moscú para conocer y escuchar la voz de sus antepasados precolombinos.

 

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Yuri Knozorov pudo conocer las zonas arqueológicas mayas hasta los años 90. De hecho, su primer viaje al continente lo hizo en 1991, a Guatemala, en pleno derrumbe del régimen soviético. Allí visitó la zona arqueológica de Tikal y Uaxactún, y recibió la Orden del Quetzal, la más importante distinción del gobierno guatemalteco.

Toda su obra está traducida al español y en los estados de Yucatán, Campeche y Chiapas hay centros culturales y de investigación sobre la cultura maya que llevan su nombre.

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