La historia de los primeros ajolotes que viajaron a Europa

La historia peculiar de los ajolotes tiene muchas vertientes interesantes.

 

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En 1864 Victor Duruy emitió una carta a quien fuera ministro de educación francesa para fundar la Commission Scientifique du Mexique (CSM), además de doscientos mil francos al emperador Napoleón III, para solventar los gastos de la CSM. Esta suma se le otorgaría a la CSM dos años más, junto con otros diez mil francos de parte del Ministerio de Guerra; para solventar gastos de la sede en París y en la capital mexicana.

La CSM terminó tan rápido como la intervención francesa en México. Pero dejó su huella en futuras empresas científicas mexicanas como la Sociedad Mexicana de Historia Natural de 1868, y la Academia Nacional de Medicina, para gusto de geógrafos, se pudo obteber el mejor mapa de México hasta esa época en una escala de 1/3 000 0000.

 

 

 

Los primeros logros de la CSM contemplaron enviar a Francia una colección de artefactos naturales como culturales, entre los que iban 34 ajolotes vivos; enviados al Jardin Zoologique d’Acclimatation (el primer zoológico moderno) manteniendo a los ajolotes como exposición permanente y curiosidad exótica.

En esa época, todavía no se conocían las formas adultas de los ajolotes donde pierden las branquias y respiran con pulmones. Como sea, el primer estudio fue el de tratar de definir si estos animalillos eran reptiles o anfibios. Aunque estos 34 ajolotes de la colección de la CSM eran los primeros en llegar vivos a Europa, no fueron los primeros en cruzar el charco.

 

 

 

Cincuenta años antes, Alexander von Humboldt había enviado dos ejemplares conservados en alcohol a ese mismo museo en París para que George Cuvier, fundador de anatomía comparada, los estudiara; calcificándolos como individuos larvarios de una especie de reptil aún no identificada. Para octubre de 1864, se dictaminó que los ajolotes que tenía eran larvas y habría que esperar a que se desarrollaran como adultos para continuar su estudio, como con cualquier otra salamandra.

Para 1866, Duméril contaba con 800 ajolotes en el museo. Esta población de ajolotes se convirtió en la primera población de animales que se logró mantener en un laboratorio, y cuenta ya con más de 150 años de antigüedad. Con una sociedad burguesa en crecimiento, y un mantenimiento relativamente sencillo, el acuario o la pecera fueron un elemento casi obligado de las casas acomodadas europeas.

 

 

 

Duméril empezó a compartir ajolotes a otros museos, jardines y laboratorios para convertirse en objetos de la ciencia europea, y después, mundial. A partir de esto los ajolotes fueron objeto de estudio para intentar confirmar teoría de evolución de Darwin, para intentar refutarla, o probar la teoría del ruso Lysenko.

Entre 1864 y 1914 se hicieron miles de estudios sobre los ajolotes. Pero fue cuando Duméril vio la fisiología de diversas especies que tuvo un impacto notable en la ciencia mundial, y con ello varias preguntas: ¿Cómo es que los ajolotes podían reproducirse sin ser adultos? ¿qué sucedía durante su metamorfosis? ¿Por qué unos eran anfibios y otros reptiles? Duméril continúo investigando, pero para su mala fortuna murió en 1870 sin llegar a las respuestas que deseaba.

 

 

Ahora sabemos que los ajolotes tienen un estado de neotenia; es decir, aunque la enorme mayoría de ellos se mantiene en estado de larva toda su vida, son capaces de reproducirse y, además, esta juventud perenne está relacionada con otra de sus características más famosas: el poder regenerar prácticamente cualquier parte de su cuerpo en caso de perderla.

El ajolote en el laboratorio ha conquistado el mundo de la ciencia; como organismo modelo, podría decir que es el mejor de los tiempos. Pero para el ajolote silvestre es el peor de los tiempos. La contaminación y la reducción de su hábitat lo mantienen en peligro de extinción. Ojalá podamos reaccionar lo rápido y de manera eficaz para prevenir su desaparición y que no se convierta en una especie que vive solamente en el laboratorio.

Información: Este País

Foto destacada: National Geographic