Wirikuta forma parte de los sitios sagrados de la UNESCO

Conoce un poco más de la vida wirikuta en el Cerro del Quemado.

 

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El camino sagrado sirve para conocer el sentido de la vida. Y San Blas en Nayarit, el Cerro Gordo en Durango y la Isla de los Alacranes en Jalisco, son lugares sagrados para los Wixáricas, Wirikuta se encuentra en San Luis Potosí y es también un área natural protegida.

Wirikuta, llamada a hora Cerro del Quemado, es el centro del universo, es donde Tatewari (el abuelo fuego) guió a sus antepasados; aquí nació el sol.

 

 

 

Por esta razón, cada año, los wixárikas, desde donde se encuentren, realizan una caminata guiados por el Mar’akame (sacerdote/chaman) y por los peyoteros que son los encargados de encontrar el hikuri o Peyote.

El recorrido no es un paseo, es la preparación de un encuentro sagrado por donde se atraviesa el semidesierto. Se hace a pie, pero para los que no están acostumbrados, a caballo. Hay que pasar las zonas sagradas que ya se mencionaron antes de ir a Wirikuta, atrás quedan las casas y los caminos ante un camino de maleza que sólo algunos conocen.

 

 

 

Durante la subida al Cerro del Quemado, se pueden encontrar en los árboles y cactáceas el Si´Kuli, el ojo de Dio, que se coloca como ofrenda para pedir la protección de las deidades. El Si’kuli representa los rumbos del universo: norte, sur, este, oeste, arriba y abajo.

Cada uno de sus colores tiene un significado, el azul es el color de la lluvia y el agua simbolizando por Rapawiyene y la laguna de Chapala; el rojo significa la vida de Dios en el oriente, la zona de Parierekua, residencia del Dios Peyote; el morado es la vida del hombre; el negro es el color de Tatei Aramara (Océano Pacífico) donde vive la gran serpiente devoradora de hombres.

 

 

Se llega al destino ante el templo que se ubica en el del Cerro del Quemado. Dicho templo es un conjunto de piedras que forman un rostro, una espiral de piedras donde cada año los wixárikas consumen peyote para recibir la guía de la madre Tierra, el abuelo Sol y el padre Fuego, quienes indican la función que tenemos en esta vida.

Para los ajenos a este pueblo originario, la ingestión del peyote produce alucinaciones como efecto de los alcaloides (mescalina) que contiene esta planta que se consume masticada, para los wixárikas esta es una cactácea sagrada y sólo ellos tienen permiso de usarla, el consumo del peyote por una persona que no sea wixárika es un delito federal.

 

 

Antes de consumirla hay que llevar un proceso de purificación de al menos una semana. Consiste en bañarse con agua fría en las mañanas, abstinencia sexual, no fumar, no consumir bebidas alcohólicas ni sal, azúcar ni bebidas industrializadas.

Los participantes de la ceremonia salen al encuentro con el hikuri (se dice que el peyote no se busca, nos encuentra) piden permiso al desierto y dejan una ofrenda, después cortan únicamente el caparazón para no lastimar la raíz y de esta manera no la matarla.

 

 

Consumir la cactácea es en sí la finalidad de la ceremonia a la que sólo los wixárikas pueden asistir. En ese momento, encienden fogatas a las cuales se les agregan resinas especiales para otorgarle un color azulado, es la presencia Tatewari, el abuelo fuego.

La culminación del sagrado encuentro es haber conocido la finalidad de nuestra existencia, lo cual no siempre se logra, pues hay quien no soporta la amargura de la planta o la llega a vomitar, de ser así, hace falta preparación espiritual y es mejor así, pues forzar su ingesta te puede llevar a un fuerte y desencantado encuentro con los dadores de vida.

 

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