Los impresionantes murales de Diego Rivera que se encuentran fuera de México

Diego Rivera siempre fue un artista que no traicionó sus ideologías.

 

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La fama del gran muralista Diego Rivera atravesó fronteras haciéndolo muy solicitado aun cuando el contenido de su obra estuviera fuertemente cargado de ideas políticas y sociales, razón por la que en México podemos encontrar su obra en edificios públicos, pero en el extranjero tuvo otros efectos.

Era 1930 cuando, a petición de su amigo el embajador americano en México, el guanajuatense llegó a San Francisco acompañado de su esposa Frida Kahlo, para pintar un mural en la Bolsa de la famosa ciudad, por el cual recibiría 2 mil 500 dólares.

 

 

Vivió en tierras americanas hasta 1934, años en los que se desenvolvieron estas historias.  En el San Francisco Art Institute, fue plasmado en 1931 Hacer un Fresco, mural de 6 secciones que representa la pintura de un fresco dentro de otro fresco. Unidad Panamericana, cuenta la historia del Continente Americano en 22 pies de alto por 74 de alto. Fue pintado en 1940 en un muro del teatro del City College de San Francisco para la Exposición Internacional Golden Gate y es su obra más grande fuera de México.

 

 

El trabajo que Rivera consideró el más importante de su carrera fue Industria de Detroit. Los once paneles que plasman a la industria automotriz desde el punto de vista de los obreros, fue pintado en 1932 como parte de un contrato con la DIA para decorar las paredes del patio interior del Instituto de las Artes de Detroit.

El trabajo fue financiado por Edsel Ford (hijo del fundador la Ford Motor Company) en los días del New Deal para arreglar la crisis del 29, y los millonarios filántropos estadounidenses tampoco veían con muy malos ojos que el artista fuera abiertamente marxista. Con todo, pudo plasmar que para él los proletarios eran el verdadero motor de dicha industria.

 

 

El artista visitó la fábrica durante meses, realizó numerosos bocetos para decidirse al final por un lenguaje realista para que sus pinturas fueran accesibles al hombre común, no obstante, del futurismo tomó esa exaltación del movimiento y de la máquina, y por supuesto la temática: el mundo industrial era digno de ser presentado como tema del arte del siglo XX.  

Los 27 paneles de esta mural se realizaron en sólo 9 meses para acabar siendo señalado como el comunista trabajaba para la élite burguesa.

 

 

Al final hemos dejado el colmo del mecenazgo en el que vivía, El hombre en el cruce del camino, en el que se expone a un trabajador controlando una máquina, obra cuya intención era mostrar el contraste entre el capitalismo y el comunismo.

 Aunque el concepto inicial de Rivera fue aprobado por la familia Rockefeller, no tardó en causar controversia, cuando en la obra fue plasmado Vladimir Lenin junto a la caricaturización de los Rockefeller.

 

 

Rivera fue despedido, no sin antes dársele la opción de simplemente modificar el tema de su mural, a lo que el artista contestó: “antes de mutilar el concepto, preferiría la destrucción física total del concepto, preservando, por lo menos, su integridad.” Aunque pudieron no ser palabras literales.

 

 

Como sea, el fresco fue retirado y destruido, desatando una serie de protestas y boicots internacionales. El hombre en el cruce del camino nunca fue completado, Rivera pintó una réplica más pequeña llamada El hombre controlador del universo que se ubica en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México.