Ópatas, uno de los pueblos originarios que está a punto de desaparecer

Los Ópatas tuvieron el nombre de tegüis o tegüimas.

 

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En las costumbres, gestos, apellidos, apodos y palabras sonorenses aún quedan rastros del pueblo ópata que llegó a la zona septentrional como nómada, cazador y recolector. Instalados en los hoy estados de Sonora y Arizona, la llamada Aridoamérica, denominación que se da a la amplia área ecológica y cultural que se extiende al norte de los límites de Mesoamérica. Los confines norteños de la región aridoamericana alcanzan la latitud del paralelo 42. Se trata de un área con escasa biodiversidad a causa de su aridez y especialidad.

Esta etnia de agricultores y riego, con diques y canales, alfareros, talladores de bateas, tejedores de cestas y sarapes, así como constructores de casas de adobe.

 

 

Ópata fue una especie de apodo que significó gente hostil, pero ellos mismos se nombraron de acuerdo con sus regiones los deve o eudeve, gente, los tehuima, gente del río y los jova, gente del agua.

Se estima que para el siglo XVII, los ópatas eran setenta mil, aunque disminuyeron a seis mil en el siglo XVIII a causa de las guerras con los pimas, los apaches y españoles, luego diezmados por las enfermedades, despojados de sus tierras durante el porfiriato y finalmente disueltos por efecto del mestizaje.

 

 

Cuando los españoles recién llegaron a estas tierras fueron los únicos en establecer nexos directos con los europeos, mismos que habrían considerado a estos indios como fieles cristianos y guerreros admirables, ya que provecharon importantes ventajas con los conquistadores para lograr autonomía y respeto a sus tradiciones culturales y políticas, bajo una estrategia militar poco usual en otras tribus indígenas. Algunos consideran que este fue el principio de su fin.

 

 

Pero este pueblo y su lengua no siempre fueron agredidos, Natal Lombardo, misionero jesuita italiano, publicó en 1702 “El arte de la lengua tegüina”, más tarde, en 1752 orto jesuita pero alemán, Juan Bautista Nentvig, dejó testimonios sobre los ópatas en su “Rudo ensayo:

Tentativa de una prevencional descripción geográfica de la provincia de Sonora, sus términos y confines”. También se sabe de una carta encontrada en el Archivo General de la Nación, con fecha del 27 de julio de 1836, que recibió Anastasio Bustamante de Juan Ysidro Bojórquez, gobernador “de la nación ópata en Sonora, por sí y como embiado de los treinta y seis pueblos de que se compone dicha nación”.

 

 

Denunciaba que “los usurpadores de nuestras tierras todos son ermanos, parientes, compadres y amigos de los mandatarios, quiero decir, del gobierno de Sonora”. Pedía al “supremo Jefe de la Nación Mejicana […] que se les buelban sus tierras”.

Las exigencias no fueron contestadas favorablemente. El censo poblacional de 1990 registró a 12 personas que hablaban ópata, eran jóvenes de 25 años o más, de los cuales solo 3 eran mujeres. Ya para 2016, el documental “Ópatas. Una etnia casi extinta” -que se encuentra en YouTube-, muestra a ópatas que ya no conocen la lengua.

 

 

Actualmente, esta familia yuto-azteca del grupo taracahitiano, habita las montañas de Sonora y al noreste de Chihuahua. Autores como Georgina Rodríguez Palacios -“¡No somos extintos! Apuntes para un estudio sociológico sobre los pueblos de ópatas”- y asociaciones como Ópatas y Opata Tribes Research Project en los Estados Unidos, continúan promoviendo el reconocimiento de este púeblo y su lengua.

Foto destacada Opata Nation