Conoce el lado romántico, poético y hasta cursi de estos personajes históricos.
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Los escribanos de la plaza de Santo Domingo saben tanto de amor que durante décadas han creado cartas, que aunque carecen de las reglas gramaticales, no padecen de la inspiración de un gran poeta.
Aunque cuando se trata de cartas, los poetas se y las viejas máquinas de escribir, son una gran inspiración. En Mxcity nos hemos dado a la tarea de salvar de la muerte a la carta de amor, a esos toques románticos y el clásico “A mi amada” en lugar del “Send Nudes”. Disfruta estas cartas…
Frida a Diego Rivera
“Nada comparable a tus manos ni nada igual al oro-verde de tus ojos. Mi cuerpo se llena de ti por días y días. Eres el espejo de la noche. La luz violeta del relámpago. La humedad de la tierra. El hueco de tus axilas es mi refugio. Toda mi alegría es sentir brotar la vida de tu fuente-flor que la mía guarda para llenar todos los caminos de mis nervios que son los tuyos.
Mi Diego: espejo de la noche. Tus ojos espadas verdes dentro de mi carne, ondas entre nuestras manos. Todo tú en el espacio lleno de sonidos, en la sombra y en la luz. Tú te llamarás Auxocromo, el que capta el color. Yo, Cromoforo, la que da el color. Tú eres todas las combinaciones de números. La vida. Mi deseo es entender la línea, la forma, el movimiento. Tú llenas y yo recibo. Tu palabra recorre todo el espacio y llega a mis células que son mis astros y va a las tuyas que son mi luz”.
Napoleón a Josefina
“No le amo, en absoluto; por el contrario, le detesto, usted es una sin importancia, desgarbada, tonta Cenicienta. Usted nunca me escribe; usted no ama a su propio marido; usted sabe qué placeres sus las letras le dan, pero ¡aún así usted no le ha escrito seis líneas, informales, a las corridas! ¿Qué usted hace todo el dia, señora? ¿Cuál es el asunto tan importante que no le deja tiempo para escribir a su amante devoto? ¿Qué afecto sofoca y pone a un lado el amor, el amor tierno y constante amor que usted le prometió? ¿De qué clase maravillosa puede ser, que nuevo amante reina sobre sus días, y evita darle cualquier atención a su marido? ¡Josephine, tenga cuidado! Una placentera noche, las puertas se abrirán de par en par y allí estaré. De hecho, estoy muy preocupado, mi amor, por no recibir ninguna noticia de usted; escríbame rápidamente sus páginas, páginas llenas de cosas agradables que llenarán mi corazón de las sensaciones más placenteras. Espero dentro de poco tiempo estrujarla entre mis brazos y cubrirla con un millón de besos debajo del ecuador.”
Karl Marx a su esposa Jenny von Westphalen
“Amor Mío: ….En cuanto nos separa un espacio, me convenzo enseguida de que el tiempo es para mi amor como el sol y la lluvia para una planta: lo hace crecer. Apenas te alejas, mi amor por ti se me presenta tal y como es en realidad: gigantesco; en él se concentran toda mi energía espiritual y toda la fuerza de mis sentidos…. Sonreirás, mi amor, y te preguntarás que por qué he caído en la retórica. Pero si yo pudiera apretar contra mi corazón el tuyo, puro y delicado, guardaría silencio y no dejaría escapar ni una sola palabra. Carlos”
Emilia Pardo Bazán a Benito Pérez Galdós
“Antes de que me conocieses, cuando no nos unía sino ensoñadora amistad, ya me figuraba yo (con pureza absoluta, que ahí está lo más sabroso de la figuración) las delicias de un paseíto por Alemania. Los que habíamos dado a través de Madrid me tenían engolosinada, y pensaba yo, para mí: “Qué bonito sería emigrar con este individuo. Me tratará como a una hermana, o, mejor dicho, como a un amigo de confianza entera. Le oiré hablar a todas horas. Aprenderé de él cosas de novela, de estética y de arte. Veremos todo con doble interés y doble fruto. Parece delicado de salud: le cuidaré yo, que soy robusta. Me lo agradecerá: me cobrará mucho afecto, y ya siempre seremos amigos. Nos creerán marido y mujer, y como no seremos nada, nos reiremos…”. En fin, así, un puñado de tonterías. En otras cosas no pensaba, palabra de honor. Tu aparente frialdad, el respeto que te tenía, tu aspecto de formal y reservado, me quitaron esa idea enteramente.
Emilia Pardo Bazán
Albert Einstein a Mileva Maric
“Querida Fräulein Maric,
Por favor no te enojes conmigo por mantenerme alejado tanto tiempo. Estuve seriamente enfermo, tanto que no me animé a dejar el cuarto. Todavía mis piernas están algo débiles. De todos modos, hoy junté coraje y me aventuré a salir, para dar un paseo. Le dije a la señora Bäch que invitara a los huéspedes que lo desearan a una reunión, y deseo que tú estés entre los que vendrán. Pero si no puedes venir, yo te visitaré tan pronto como me sienta suficientemente bien. Y si no soy capaz de salir, esperaré con ilusión tu pronta visita.
Con mis mejores deseos, tu Albert Einstein.
De Ernest Hemingway a su esposa Mary
“Mi querido pepinillo,
Salgo en el barco con Paxthe, Don Andrés y Gregorio y estoy afuera todo el día. Luego regreso con la certeza de que habrá una carta o varias. Y tal vez las haya. Si no hay, estaré triste y esperaré hasta la mañana siguiente. Pensaré que no habrá nada hasta la noche.
Escríbeme pepinillo, si fuera un trabajo que tienes que hacer lo harías. Es muy duro estar aquí sin ti y lo estoy haciendo pero te extraño tanto que podría morir. Si algo te pasara moriría de la misma forma que un animal muere en el zoológico si algo le pasa a su pareja.
Mucho amor, mi querida Mary. Debes saber que no estoy siendo impaciente, estoy simplemente desesperado”.
Pablo Neruda a Albertina Rosa
“Pequeña, ayer debes haber recibido un periódico y en él un poema de la ausente (tú eres la ausente). ¿Te gustó, pequeña? ¿Te convences de que te recuerdo? En cambio, tú, en diez días, una carta. Yo, tendido en el pasto húmedo, en las tardes pienso en tu boina gris, en tus ojos que amo, en ti. Salgo a las cinco a vagar por las calles solas, por los campos vecinos. Sólo un amigo me acompaña, a veces. He peleado con las numerosas novias que antes tenía, así es que estoy sólo como nunca, y estaría como nunca feliz si tú estuvieras conmigo. El ocho planté en el patio de mi casa un árbol, un aromo. Además traje de las quintas, pensando en ti, un narciso blanco, magnífico. Aquí, en las noches, se desata un viento terrible. Vivo solo en los altos y a veces me levanto a cerrar la ventana, a hacer callar a los perros. A esa hora estarás dormida (como en el tren) y abro una ventana para que el viento te traiga hasta aquí, sin despertarte, como yo te traía. Además, elevaré mañana, en tu honor, un volantín de cuatro colores y lo dejaré irse al cielo de Lota Alto. Recibirás, querida, una de estas noches un largo mensaje a la hora en que la cruz del sur pasa por mi ventana (?) A veces, hoy, me da una angustia de que no estés conmigo. De que no puedas estar conmigo, siempre.
Largos besos de tu Pablo”
Salvador Dalí a Gala
Si supieras cuánto deseo verte, cuánto me gustaría tenerte conmigo. Sé muy bien que no puedo retenerte, que la abominación de la vida en común no es para nosotros, pero siento como si hiciera años que no te tengo. Y he perdido el gusto por la vida, por los paseos, el Sol, las mujeres. Solo he conservado el sabor amargo y terrible del amor. Si pudiera estrecharte entre mis brazos, volvería a ser el que he sido para ti en algunos momentos. Te adoro, solo tú existes desde toda la eternidad. Mi pequeña Gala, hermosa, querida mía, maia dorogaia, mi pequeña, mi amor, me muero de estar sin ti.
Salvador Dalí”
Jean-Paul Sartre a Simone de Beauvoir
Mi querida chiquilla: Por mucho tiempo he querido escribirte por la tarde, luego de esas salidas con amigos que pronto estaré describiendo en “A Defeat”, del tipo donde el mundo es nuestro. Quise traerte mis alegrías de conquistador y postrarlas a tus pies, como hacían en la Era del rey Sol. Y luego, agotado por el griterío, siempre me iba simplemente a la cama. Hoy lo hago para sentir el placer que tú aún no conoces, de virar abruptamente de amistad a amor, de fuerza hacia ternura. Esta noche te amo en una manera que aún no conoces en mí: no me encuentro ni agotado por los viajes ni envuelto por el deseo de tu presencia. Estoy dominando mi amor por ti y llevándolo hacia mi interior como elemento constitutivo de mí mismo. Esto ocurre mucho más a menudo de lo que lo admito frente a ti, pero rara vez cuando te escribo. Trata de entenderme: te amo mientras prestas atención a cosas externas. En Toulouse, simplemente te amaba. Esta noche te amo en una tarde de primavera. Te amo con la ventana abierta. Eres mía, y las cosas son mías, y mi amor altera las cosas a mi alrededor y las cosas a mi alrededor alteran mi amor.
Julio Cortázar a Edith
“Querida Edith, no se enoje por esta carta, o, si se enoja, que sea un enojo bonito y que pase pronto. Me gustaría que le gustara (vea como repito las palabras, y eso que mi maestra de quinto grado se mataba corrigiéndome el vocabulario y enseñándome sinónimos), me agradaría que le agradara alguno de mis cuentos. Si usted ya no está en la dirección a donde le mando mi carta, y con todo se la hacen llegar, ¿será buena y me mandará su dirección para que yo, una tarde, lleno de alegría, pueda…? (¡Suspenso! Lo que quiero decir es que no me gustaría encontrar la casa vacía, o que usted se mudó a Burdeos, o a Lyon, o que vive en la tour d’Olivier de Clisson, que tanto me gusta). ¿Verdad que me va a mandar su dirección, si la ha cambiado? Edith, hasta dentro de poco, con el mucho afecto de …”
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