Este manuscrito maya es uno de los documentos históricos más valiosos de nuestro continente.
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Un grupo interdisciplinario de investigadores utilizaron diversas tecnologías y técnicas desarrolladas para determinar el tiempo de los códices, en donde concluyeron que el Códice Maya de México es legítimo y sobresale por ser el manuscrito mesoamericano legible más antiguo de América.
El antropólogo Diego Prieto Hernández, director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), expuso que el antes conocido como Códice Grolier: “es un documento prehispánico auténtico que nos remite al universo simbólico de la cultura maya, que podría ser datado en el periodo postclásico temprano”.
Este Códice se encuentra incorporado al programa Memoria del Mundo, en virtud del nombramiento otorgado por la UNESCO, a la Colección de Códices de la Biblioteca Nacional de Antropología del INAH. En octubre de 2016 cuando el INAH conformó un equipo integral para efectuar un estudio exhaustivo del manuscrito, y aunque quedan por resolver algunas dudas y aspectos determinante sobre su materialidad y su contenido simbólico y ritual.
En 1971, este documento fue exhibido en el Club Grolier, de Nueva York, la polémica entre la comunidad se intensificó debido a su apariencia y a la singularidad de su contenido que guarda, tanto por similitudes como diferencias con los Códices Mayas de Dresden, Madrid y París, que son los códices prehispánicos reconocidos hasta ahora como mayas.
Durante los 45 años siguientes académicos de diversas disciplinas efectuaron múltiples análisis al entonces Códice Grolier con resultados positivos que esclarecieron algunos cuestionamientos, pero otros quedaron sin resolver.
“El Códice Maya de México es auténtico y se ostenta como el manuscrito prehispánico legible más antiguo del continente americano”. Así lo declaró en su momento, el antropólogo Diego Prieto Hernández, director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia. De acuerdo con estudios se ha definido que el códice es prehispánico y tiene una antigüedad calculada por radiocarbono entre los años 1021 y 1154 de nuestra era (periodo Posclásico Temprano), a la vez que debió tener una vida útil de aproximadamente 104 años.
Todo ello lo convierte en el códice prehispánico más antiguo conocido. Aunque alguna vez la autenticidad del código se ponía en duda por dos cuestiones principales: que se obtuvo a partir de un saqueo, por lo que no existen registros arqueológicos de su contexto original; y que su estilo difiere de otros códices mayas conocidos y probados auténticos.
Sofía Martínez del Campo hizo un registro fotográfico detallado, además de que se practicaron exámenes de datación, materiales, entomología, iconografía, microscopía electrónica, caracterización químico-mineralógica, morfometría, cronología, estilo y simbolismo, entre otros, “privilegiando en todo momento la conservación”.
En virtud de los resultados y de su comprobación ante órganos internacionales como el laboratorio Beta Analytic, el documento debe en adelante cumplir con tres mandatos: uno, que se trata de un documento original; dos, que en adelante debe ser nombrado Códice Maya de México; y tres, que debe reconocerse como bien arqueológico y permanecer en resguardo de la BNAH, cuya Colección de Códices cuenta con el nombramiento de Memoria del Mundo, otorgado por la UNESCO en 1997.
Añadió que los 10 pliegos del códice, que miden, en promedio, 12.5 centímetros de largo y se teoriza debieron pertenecer a un conjunto de por lo menos 20 pliegos, tienen como soporte tres capas de corteza de papel amate.
Los especialistas, apoyados en estudios previos que habían identificado la presencia de colores como el negro y el rojo, encontraron también la presencia de colores azul maya y pigmentos basados en grana cochinilla, además de restos de gotas de una resina de chapopote con la que, mencionó Martínez del Campo, se rociaba a los objetos de carácter ritual en el pasado.
Acotó que el estudio hecho por la antropóloga física del INAH, Josefina Bautista, concluyó que los rasgos de las figuras humanas del códice pertenecen al estilo maya-tolteca del Posclásico Temprano, y no guardan similitudes con el naturalismo maya del Clásico Tardío que se observa en, por ejemplo, el Códice de Dresde, con el que se le ha comparado.
Información INAH
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