Diversión para ricos y pobres: El Carnaval de la CDMX en el siglo XIX.

Los último años del carnaval de la Ciudad de México.

Autor: Nuevo Adicto.

 

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Para la década de los años setenta del siglo XIX, en la Ciudad de México el Carnaval era una de las fiestas anuales más esperadas y concurridas por todo el público, no importando su clase social o riqueza.

La celebración la organizaba el Ayuntamiento y tenía lugar en las principales calles y teatros de la ciudad. Durante los días de festejo, las mujeres y los hombres portaban máscaras y disfraces de muchos colores. El sábado, era el día en que la fiesta alcanzaba su mayor intensidad y las mujeres agregaban a su vestuario una corona de plumas.

 

 

La gente se divertía caminado en las calles cercanas a la Alameda, mientras otras la rodeaban en carruajes. Se degustaban platillos y bebidas alcohólicas que se podían conseguir en los puestos callejeros. Los días de carnaval, el Ayuntamiento pasaba por alto muchas faltas que se cometían al reglamento de policía de la ciudad y permitía una fiesta de excesos sin castigos.

 

 

Los teatros más populares como el Iturbide, el Principal y el Nacional organizaban eventos a los que solo asistían lo más selecto de la sociedad como Lola y Trinidad Osio, Rosario Echeverría y Catalina Escandón. Se acostumbraba que después de recorrer las calles y la Alameda se trasladaran al teatro disfrazados al estilo de la gente del siglo XVI y bailar los ritmos de moda, los llamados “de vieja”, “de piñata” y “de fantasía”.

 

 

Esta gran celebración tuvo su fin para la década de los años ochenta del siglo XIX. Los diarios católicos y sus más fieles seguidores se empezaron a quejar de la embriaguez y desenfreno del carnaval, por lo que el Ayuntamiento, para 1881, emitió un nuevo reglamento para controlar la fiesta en las calles y la Alameda, de esta forma, muchas personas ya no quisieron asistir a la celebración y prefirieron organizar su propio carnaval.

La clase acomodada organizaba en sus mansiones, clubes y casinos su propio carnaval, los más famosos fueron los organizados por el Club Francés. Los pobres, por su parte, salían a las calles de sus colonias y organizaban el carnaval, en el que el desenfreno, el canto, el baile y la libertad sexual tenía su aparición.

 

 

Para 1890, el Ayuntamiento tomó la decisión de suspender el carnaval en la Ciudad de México definitivamente, pues, no tenía control sobre las múltiples celebraciones que se organizaban y decidió inaugurar un nuevo evento, la Fiesta de la Primavera.

 

 

Fuente: Barceló Quintal, Raquel Ofelia, Cultura y vida cotidiana de las familias prominentes porfirianas de la ciudad de México y Yucatán. Tesis para optar el grado de Doctor en Historia, México, COLMEX, 1999.

 

Imagen de portada: Primitivo Miranda, Semana Santa en Cuatitlán, 1858.