Ticátame y la historia del origen del pueblo purépecha

La llegada de los tarascos a Michoacán

Autor: Nuevo Adicto

 

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Uno de los pueblos más importantes de Mesoamérica, en el periodo posclásico, fue el purépecha o tarasco (nombre dado por los conquistadores) , que controló, en su máximo esplendor, lo que actualmente es una parte de Jalisco, Michoacán, el sureste de Guerrero y una zona del Estado de México. Su historia es poco conocida, por lo que en estas líneas vamos a conocer algunos datos sobre su llegada en el año 1200 d.C. al lago de Pátzcuaro hasta la muerte de su primer señor Ticátame.

 

 

Cuenta fray Diego Durán, en su Historia de las Indias de Nueva España, que un grupo de “chichimecas” compuesto de muchas familias del linaje uacúsecha, venían caminando desde el norte y al llegar al lago de Pátzcuaro, se sorprendieron de la amplia vegetación y fauna del lugar, por lo que rogaron esa misma noche a sus sacerdotes que le preguntaran a su dios Curicáueri, si ese era el lugar prometido para asentarse.

 

 

El dios, se le apareció a uno de sus sacerdotes en un sueño y le dijo que ese no era el sitio prometido, pero que veía con buenos ojos que algunos de sus fieles se quedaran a poblar el lugar, por lo que ordenó a su servidor que, al día siguiente, esperara el momento del baño y todos aquellos que no se metieran al lago, debían recoger los objetos y prendas de los bañistas, para luego retirarse en silencio.

Al salir de su baño, hombres, mujeres, niños y niñas, se dieron cuenta que sus prendas y cosas ya no estaban, buscaron por los alrededores, pero sus compañeros ya se habían retirado del lugar. Desconcertados y desnudos, fueron objeto de risas por parte de los otros pueblos que desde hace tiempo ya se habían establecido en el lago, con orgullo, perdieron la vergüenza a su desnudez y decidieron avecinarse en la zona.

 

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Los primeros años fueron difíciles, los purépechas vagaron por la zona, hasta que su líder Ticátame, mediante un acuerdo matrimonial y con el favor de Curicáueri logró que los grupos locales le permitieran vivir en las inmediaciones.

Poco después, nos cuenta La Relación de Michoacán, Ticátame tiene un pleito por un venado con los hermanos de su esposa, resultando en la muerte de algunos de ellos, por lo que debe mudarse con todo su pueblo a Zichaxúquaro. Los hermanos, ofendidos por el suceso, años después y con la ayuda del señor de Cumanchen buscaran venganza.

 

 

Una mañana, mientras la esposa e hijo de Ticátame, de nombre Sicuírancha, estaban fuera, los hermanos llegaron con varios escuadrones y rodearon la casa, sin prisa, el señor de los purépechas dejó abierta la puerta de la casa, en su interior, abrió un par de arcas llenas de flechas y espero la llegada de sus contrincantes. Uno por uno caía al entrar por la puerta, Ticátame, armaba su arco y tiraba de dos en dos las flechas, al medio día, las flechas se habían terminado, sonriendo, tomó su arco y comenzó la lucha cuerpo a cuerpo, los soldados enemigos se abalanzaron en manda sobre él, con lanzas atravesaron su cuerpo y lo arrastraron sin vida a fuera de la casa.

Revisaron toda la vivienda antes de quemarla, encontrado un cofre que contenía un ídolo, era el mismo Curicáueri, el dios del fuego y patrón de los purépechas y se dispusieron a llevárselo. Al atardecer, el hijo regresó a la casa y vio a su madre llorando a su esposo, inmediatamente preguntó por el ídolo y se encaminó en su búsqueda. La leyenda popular nos cuenta que Curicáueri provocó dolores y cansancio a sus captores y por tal motivo Sicuírancha, puedo alcanzarlos y pedir que se lo devolvieran, para luego regresar Zichaxúquaro y mudar a todo el pueblo a Vayámeo, donde poco después, se mudarán para fundar su primera capital, la ciudad de Pátzcuaro.

 

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Es probable que las narraciones anteriores fueran producto de leyendas del pueblo purépecha, no obstante, nos indican que su origen proviene del norte y después de un largo tiempo de andar, se asentaron en el sur con muchas dificultades, pues, no lograban establecerse en un solo punto a consecuencia de las poblaciones locales, por lo que tuvieron que forjar alianzas matrimoniales para lograr fundar una ciudad.

 

Bibliografía: León-Portilla, Miguel, Historia Documental de México 1, México, UNAM, 2013, pp. 788.