Matthew Stirling, el gran arqueólogo de la cultura Olmeca.
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En 1862 un campesino de la hacienda de Hueyapan, cerca de Tres Zapotes, descubrió un objeto enterrado de grandes dimensiones mientras trabajaba en su milpa, era aficionado a la arqueología y era seguido que encontrara “antigüedades mexicanas”, por la zona.
Esto fue informado al veracruzano José María Melgaren, quien escribió, en el Semanario Ilustrado, el hallazgo de una escultura colosal en la zona de los Tuxtlas. Días después acudió al sitio y excavó el objeto hallando una cabeza colosal esculpida en piedra.
Archivo del Instituto Smithsoniano
Aunque los hallazgos de objetos de culturas pre-hispánicas no eran cosa nueva en esos territorios, las características de la escultura sí que lo eran. El grosor de los labios, la anchura de la nariz y el tipo de estética no era conocido, como tampoco fue fácil fechar la reliquia.
A pesar de los viajes de varios arqueólogos reconocidos a Yucatán, los estudios de la civilización maya, y el intento de Porfirio Díaz, por construir una identidad nacional basada en los mayas, los mexicas y los teotihuacanos; los objetos y esculturas encontradas en el Golfo mexicano no encajaban en los cánones establecidos y se les clasificaba como “mayas tempranos”.
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Fue el antropólogo Matthew W. Stirling, que en 1938 comenzó una expedición a México, ya que sospechó de los objetos descubiertos eran más antiguos que lo que se había pensado hasta el momento. Stirling fue varias veces a Tres Zapotes en un periodo de dieciséis años en los que lograría desenterrar once cabezas más.
Una de sus expediciones recibió financiamiento de la National Geographic, y en tres días encontró cinco cabezas. En 1940, Matthew y su esposa Marion dieron con una estela, y al traducir las inscripciones talladas en ella, pudieron descifrar un año: 291 a.C.
Para este momento, las culturas mesoamericanas más tempranas solían fecharse entre el año 200 y 600 d.C, por lo que una fecha como 291 a.C, medio milenio antes, resultaba desconcertante, improbable, y algo inusitado en toda América Latina.
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Marion y Matthew Stirling estuvieron estudiando, excavando y publicando artículos de divulgación de sus descubrimientos. Pero sería hasta 1942 cuando, en un congreso de la Sociedad Mexicana de Antropología, Alfonso Caso y Miguel Covarrubias propusieron un nuevo término: “cultura madre” que permitiera no sólo diferenciar a los Olmecas de todas las otras culturas del territorio mesoamericano, sino también designarla como el origen del resto de las manifestaciones culturales precolombinas en México.
Stirling, que también se encontraba formando parte de la conferencia, estuvo de acuerdo con el término.
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A lo largo de sus excavaciones, el estadounidense había estado indagando los rasgos y materiales, las figurillas, máscaras, relieves y demás objetos que desenterraba en Tres Zapotes, además de los vestigios hallados en La Venta, San Lorenzo Tenochtitlan, Cerro de las Mesas e Izapa, mismos que poseían características propias que denotaban una cultura no sólo original, sino incluso anterior a los mayas. Sin embargo, algo que no había podido hallarse era el nombre con el que los miembros de esta cultura se habían denominado a sí mismos.
El término ‘olmeca’, que significa ciudadano de Olman (tierra de hule) o habitante de la región del hule, es un nahuatlismo que era empleado por los mexicas entre los siglos XIV y XVI para designar a las personas que habitaban en los territorios de los actuales estados de Veracruz y Tabasco, y hace referencia a que eran ellos quienes producían el hule que llegaba y se usaba en Mexico-Tenochtitlan.
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El término olmeca había sido adoptado en general para indicar una procedencia geográfica, pero el nombre original con el que los habitantes de esas tierras se habían identificado más mil quinientos años antes de que los mexicas acuñaron el olmeca, sigue siendo un misterio. Para evitar confusiones, se propuso incluso denominar a los creadores de las cabezas colosales como cultura de La Venta, pero el intento no prosperó y hasta la fecha siguen siendo conocidos como Olmecas.
Años después, con la invención de la técnica del carbono-14, se pudo comprobar científicamente que los hallazgos olmecas precedían en antigüedad a los mayas, y así se abrió el conocido período pre-clásico mesoamericano (5000 – 200 a.C). Matthew Stirling fallecería en el 23 de enero de 1975.
Pueblos Originarios
Si bien su trabajo marcó el desarrollo de la antropología moderna estadounidense, en particular en lo que se refiere a sus relaciones con América Latina, y publicó prolíficamente sobre los olmecas, es especialmente recordado por haber descubierto once de las 17 cabezas colosales que hoy se conocen, y que con su mirada fija y clara personalidad, siguen fascinando e intrigando a todos los que se paran frente a ellas.
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Foto destacada Archivo del Instituto Smithsoniano