Esta era la bestia de los nahuas macehuales equivalente al Diablo

Una figura necesaria para el equilibrio cósmico según las nahuas macehuales.

 

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El fuerte vínculo cosmogónico con el día a día que tenían los pueblos originarios no facilitaron la evangelización de las órdenes religiosas que llegaron a México desde la conquista, incluso, crearon nuevas visiones o perpetuaron otras, como la del Diablo.

A lo que se enfrentaron los primeros misioneros no fue a deidades de piedra, si no a una cosmovisión, un estilo de vida. En el caso de los macehuales, a un ritmo de intercambio constante y necesario para coexistir con el campo, el agua, la vida.

 

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Sentiopil, el “niño-dios-maíz”

 

Para los macehuales esta deidad dadora del alimento principal debía ser alimentada en retribución, así que ofrendas de diferentes tipos iban a dar al Talokan, un depósito de riquezas.

Ese lugar era real, los cerros representan ese cúmulo de riquezas en su fauna, flora y reserva de agua, haciendo de ese intercambio algo que sucedía todos los días. Dicha interacción no sólo era con Sentiopil, se daba entre humanos, deidades (que luego fueron santos y vírgenes) y los masakamej, los demonios.  

 

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Así como se vinculó el Iluikak al cielo, donde habita Cristo, el sol; el inframundo macehual, el Miktan también coincidió con algunos aspectos del infierno, pero en lugar demonios había amo kuali, literalmente lo “no-bueno”.

Entre aquellos “no buenos”, se encuentran los masakamej (duendes), los ejekamej (aires) y el amo de las enfermedades, la muerta, la bestia hambrienta, el Amokuali, cuya imagen se representaba muy bien por el Diablo medieval que traían los misioneros.

 

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Los macehuales se referían a él como okuilij, un animal que come gente, muy al estilo de la bestia del Apocalípsis o, en un contexto más familiar para todos los nahuas, algo así como un jaguar, pero también el okuilij, puede ser el gusano que se come a los cuerpos en descomposición.

La casa de estas bestias, como se dijo, era el Miktan, un lugar frío, de aguas abundantes donde solo los animales pueden vivir, cuevas, pantanos, barrancas, son entradas a ese inframundo o son hogar de aquellas criaturas, así que aquel Diablo europeo tuvo que cambiar las llamas por la humedad.

 

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Pero no olvidemos que el cosmos macehual la interacción y el intercambio son necesarios para el equilibrio cósmico ¿qué o como tenían que devolver los hombres a esta bestia? Muchas veces el ataque de un animal salvaje significa que esa persona ha pagado su “deuda”, idea que aún existe en regiones de Puebla.

Es decir, en nuestros días un “accidente” automovilístico, podría no serlo porque en esta visión del mundo, no hay muertes accidentales, hay equilibrio que se restaura con el pago de las deudas, así como se pagan los pecados.

 

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Este ser hambriento, que rompe el equilibrio con su conducta desenfrenada, adquirió con el catolicismo una evidente oposición entre la humanidad y sus maldades, así que se empezaron a referir a él como “el otro hombre”, okse nen takat Amokuali.

Kuali (que luego pasó a Cuali) significa humano, por eso encontramos este mismo vocablo en San Miguel, Tzinacapan cualtacayot que no refiere a la bondad, si no a la humanidad. Es decir, los mismos macehuales equiparon con sus propias creencias la dualidad cristiana.

 

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¿Entonces el Demonio para los macehuales era “otro hombre” o una bestia? Bueno, es que podía ser las dos, incluso hay personas que se acercan a esa realidad mística, los brujos o nahuales, que se convierten en bestias, y aún se ven en algunos pueblos, pero esa ya es otra leyenda.

 

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Foto destacada: UNAM Global