Los Tlaloques son los “los duendecillos” de la mitología mexica

Al fiel servicio de Tlaloc, los Tlaloques son deidades menores que también recibían sacrificios.

 

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El Tlalocan es el paraíso donde vivía Tláloc, el dios del agua, quien era acompañado por Chalchiuhtlicue su esposa (diosa de las aguas de la tierra), Ahuízotl y el Ateponaztli (bestias marinas) y los Tlaloques.

Los tlaloques, al igual que otras deidades mesoamericanas, se representan de forma humanoide, pequeños, más cercanos a las personas como ejecutores de la voluntad de Tlaloc, razón por la que se les ha confundido con los chaneques.

 

 

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La diferencia principal con los chanequenes es que éstos no son deidades, los tlaloques vaya que lo eran, incluso, aparecen en el Códice Chimalpopoca ayudando a Quetzalcóatl a robar el maíz para los hombres.

De todas las deidades y seres relacionadas con el agua, los Tlaloques tenían un lugar especial por ser una especie de ayudantes de Tlaloc, al grado de que hoy podemos imaginar cómo estos duendecillos vivían en montes cercanos al agua y en cerros cercanos a las nubes, de donde viene la lluvia.

 

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Los tlaloques están relacionados con los cerros por el agua,  porque éstos son los que guardan la abundancia de la tierra, el maíz (que robaron) y porque están cerca de las nubes. Allá en las alturas, estas deidades se aferran a las cuatro esquinas del mundo.

Desde aquel lugar entre las nubes, los tlaloques sostienen los jarros de los diferentes tipos de lluvia (la que logra siembra, la que hace la tormenta, etcétera), los chocan como brindando para general los truenos, cuando se rompen se crean los rayos.

 

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Las esquinas desde donde sostienen los jarros son los cuatro rumbos del universo y sus cuatro colores que también se vinculan con los colores de los tlaloques y del maíz, blanco (iztactlaolli), amarillo (cuztictlatolli), colorado (xiuhtotlaolli) y negro (yaufttlaolli).

Los cuatro tlaloques son Opocheli, Nappateeuhtli, Yauhqueme y Tomiauhtccuhtli, quienes entre otras cosas castigaban a los que se bañaban en los manantiales. Sí, habían dado el alimento a la humanidad, pero ésta les debía respeto, razón por la que se les dedicaban niños en sacrificio.

 

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La fiesta de los tlaloques se celebraba en el mes Atlcahualo (febrero – abril), fiesta que compartían con Chalchiuhtlicue y Quetzalcóatl, pero sólo a ellos se les ofrendaban bebés nacidos en días especiales y que tenían remolinos en el cabello.

El sacrificio se realizaba en los cerros Tepetzingo y Tepepulco esperando el buen favor de la lluvia y las cosechas, los elegidos eran entregados en el remolino de agua (de ahí lo del cabello) que se hacía en la laguna de Pantitlán.

 

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Durante la procesión los fieles iban llorando como un tributo más a los tlaloques, pues la abundancia de llanto (nuestra agua), era proporcional a la lluvia que iba a caer ¿Ya conocías a estas deidades?

 

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Foto destacada: Arqueología mexicana