La Ciudad de México y sus palacios eternos.
. . .
En el siglo XVII, un nuevo tipo arquitectónica llamada Neoclásica apareció en el horizonte. Un estilo, que nació tras la irrupción en la Revolución Francesa, cuyo principal objetivo fue eliminar (a través de la simpleza, el purismo y el equilibrio de las formas) los excesos que había dejado del barroco.
Para conseguir su poética, los neoclásicos se inspiraron en la esencia arquitectónica que fue usada en las ciudades griegas y los romanas. Retomaron: las columnas, las estatuas, las piedras, las fachadas y las líneas rectas que protagonizaban la fisionomía de Atenas e Italia.
El Neoclásico fue muy importante para el mundo, entre otras cosas porque representó el fin del régimen monárquico. Estuvo presente en Francia, Inglaterra y por supuesto en España; país gracias al cual este estilo llegó a México de la mano de algunos ibéricos talentosos y progresistas: como Manuel Tolsá.
Fue así con en Nueva España se construyeron dos edificios emblemáticos que representan lo más sofisticado del Neoclásico en el país. El delirante Hospicio Cabañas en el corazón de Guadalajara y por supuesto el fabuloso Palacio de Minería en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Y aunque en un inicio estos palacios eran símbolo del poderío español en México, con la llegada de la Independencia se convirtieron en una expresión rebelde.
Afortunadamente, estos dos monumentos no fueron los únicos que se hicieron a propósito de esta corriente. En realidad, el Neoclásico dejó algunas joyas atemporales en esta urbe que vale la pena conocer no sólo por su trascendencia histórica, sino porque son verdaderas máquinas del tiempo que nos hacen viajar a ese instante exacto en el que dejamos de ser una colonia española, para convertirnos en una nación independiente.
¿Nos acompañan a conocer cuál es la huella Neoclásica en la Ciudad de México?
El Museo de San Carlos
Puente de Alvarado 50, Tabacalera
Este ostentoso palacio perteneció a los Condes de Bellavista, y es un ejemplo magnífico del final del Barroco y el inicio del Neoclásico. Su fachada está llena de columnas y sus escaleras frontales están encabezadas por dos piedras en forma de flama que eran el sello característico de su arquitecto, Manuel Tolsá
Palacio de Minería
Calle de Tacuba 5, Centro Histórico.
Construido entre 1797 y 1813 por el reconocido español, Manuel Tolsá. Este palacio es considerado el máximo exponente de la arquitectura neoclásica en México. El recinto cuenta con asombrosas fachadas de tres cuerpos y con llagado en el piso bajo. Además la estructura cuenta con una serie de columnas dobles que rodean a una serie de balcones triangulares de los que sobresale una airosa baranda.
Castillo de Chapultepec
Primera Sección del Bosque de Chapultepec. Delegación Miguel
Esta construcción palaciega, ubicada en el Bosque de Chapultepec se construyó durante los años 1778 y 1788 sobre los cimientos de la residencia de Moctezuma II. El proyecto estuvo a cargo del ingeniero Francisco Bambitelli, un genio que llevó a cabo las obras necesarias hasta conseguir el diseño final.
Curiosamente a la hora de edificarlo, la entrada del recinto estaba orientada hacia el oriente, al igual que el templo prehispánico que le antecedió.
Hemiciclo a Juárez
Av. Juárez 50, Centro Histórico, Centro
Construido en 1910 por el artista Guillermo de Heredia y el escultor italiano Lazzaroni. Éste cenotafio, de inspiración griega, cuenta con doce columnas dóricas que sostienen la parte superior de una pared y una estructura con entablamento.