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Historias fantásticas que preservan la historia de una ciudad increíble.
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Morelia, la capital del estado de Michoacán de Ocampo es una de las urbes más importantes del estado desde el punto de vista social, político, económico, cultural y educativo. En este esta se encuentra la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Nicolaita, la primera institución de educación superior del continente americano.
Asimismo, Morelia es una de las ciudades más representativas del periodo virreinal de México, identificada por sus edificios de cantera rosa, su acueducto, plazas, palacetes, templos y conventos, pero sobre todo, destaca su catedral y sobre todo muchos sucesos históricos, leyendas e historias. Aquí te dejamos seis de las leyendas más representativas de Morelia.
Tesoro de la Catedral de Morelia
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Una de las leyendas más conocidas de Michoacán, narra que alguna vez hubo un túnel que cruzaba la ciudad desde donde surgían gritos. Se dice que son los lamentos de una banda de ladrones que hurtaron en la Catedral abundantes las riquezas. En tres ocasiones los ladrones lograron robar sin que nadie se diese cuenta de los faltantes en el tesoro, a través del túnel.
Después de muchos robos, uno de los monjes vio a los tres hombres robando, emitió una alarma para perseguir y capturar a los ladrones a través del túnel; cuando un temblor provocó su derrumbe dejando a los religiosos atrapados.
La Pila de la Mulata
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Los de Morelia seguramente saben de esta pila, en la calle Héroes de Nacozari y esquina con Cinco de Febrero; una fuente que pasa desapercibida pero guarda su propia historia desde 1873 que fue inaugurada para abastecer de agua al barrio de San José.
La leyenda dice que allí donde está la pila, una mulata fue asesinada mientras bebía un poco agua, quien la asesinó fue otra joven quien sentía celos de su belleza. Si bien tiene muchas versiones esta historia y muy específicas, solo puedes conocerlas al pasear por las calles de Morelia.
Hospital Fantasma
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Un hospital de Morelia tiene oscuros corredores, salas y habitaciones donde se dice, hay incontables fantasmas y presencias sobrenaturales que salen por las noches y solo pocos han tenido estas experiencias. Sobre todo en un quirófano del hospital donde se aparece un hombre que atraviesa las paredes, se oyen alaridos y en la morgue se oyen ruidos extraños, sonidos de vidrios partidos y un rechinar de las puertas como si alguien las abriese y cerrase. En el salón de cuidados intensivos se aparece una mujer con una bata blanca que deambula por los corredores dejando manchas de sangre en el piso.
La Dama de la Cascada
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Un día, unos jóvenes fueron a nadar a la hermosa cascada de El Salto y decidieron meterse en la noche cuando de pronto vieron ver a una mujer con una túnica blanca. Era una mujer hermosa con cabello negro como ala de cuervo que le descendía debajo de la cintura; era de tez blanca, y parecía flotar por el borde del río donde se localizaba la cascada quien se alejaba sollozando.
Los jóvenes pensaron que se acerca a ellos para nadar, llenos de emoción, pero al sentir frío y mucho miedo, todos salieron del agua corriendo desnudos de la figura fantasmal. Al otro día, todos los jóvenes enfermaron, no podían tragar bocado y no podían dormir por las pesadillas.
Leyenda de la Mano Negra
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El padre Marocho fue un sacerdote y pintor que visitó el Convento de San Agustín. En la noche, mientras leía en su cuarto, comenzó a escuchar un ruido muy extraño cerca de él y giró su cabeza para saber de qué se trataba. Lo que vio fue un par de manos negras, cuyos brazos se perdían en la penumbra, las cuales apagaron su veladora.
Se dice en lugar de alterarse, el sacerdote dijo en voz alta: “ahora para evitar travesuras peores, con una mano me tiene usted en alto la vela para seguir leyendo y con la otra me hace sombra a guisa de velador, a fin de que no me lastime la luz”… Las manos obedecieron y por la noche sostuvieron la vela e hicieron sombra.
Al amanecer, el padre dijo: “apague usted la vela y retírese. Si necesito de nuevo sus servicios, yo le llamaré”. Igual que la primera vez, las manos acataron la orden y desaparecieron. Se dice que con el paso de los días el sacerdote siguió en contacto con este misterioso ser: durante la noche las manos le ayudaban a leer y en la tarde lo asistían pasándole pinceles para que Marocho pudiera realizar sus hermosos cuadros.