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Tamoanchan, fue en la mitología y cosmovisión nahua, un mítico paraíso celeste ubicado más allá de los trece cielos y según el Códice Telleriano-Remensis sería la residencia principal de Xochiquetzal.
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El paraíso donde se construyó Teotihuacán y se les dio vida a los hombres, Tamoanchan es la historia que contaron por generaciones muchos de los pueblos prehispánicos quienes le dieron otros nombres y con ellos diferentes descripciones de un mismo espacio que no sabremos nunca si existió.
Los mexicas también lo nombraban Xochitlicacan o Xochitlalpan, que significa “tierra de las flores”, los mayas huastecos le decían Timoancán, lugar de serpientes (que refiere al inframundo) y para los nahuas el Tamoanchan era la morada del descenso; con estos y otros nombres el Tamoanchan refiere a un mismo lugar, un paraíso donde habitan los dioses.
Tamoanchan del más allá
De acuerdo con diferentes mitos precolombinos, se trata de un paraíso que habitaron los dioses, donde se creó el maíz, el pulque y donde se construyó Teotihuacán, de ser cierto, el Tamoanchan fue un espacio real que conocemos por las descripciones de muchos códices que lo representan como un árbol lleno de flores.
Fue en el Tamoanchan representa el lugar donde brota la vida, fue donde Quetzalcóatl llevó los huesos para crear a la humanidad derramando la sangre de su pene, es también el lugar al que el murciélago llevó el clítoris de Xochiquétzal para que nacieran las flores, mismas que al ser tocadas hacían de las personas enamorados fieles.
El murciélago, ser del inframundo nos recuerda que el Tamoanchan para algunas culturas también era la “casa a donde se baja” es una región del inframundo, el Mictlán. Pero también se dice que el Tamoanchan se encontraba en el Tlalocan, el paraíso hecho por Tláloc, donde se sembró el Xochitlicacan, el árbol de la vida ¿te suena familia?
Un paraíso, un árbol, una expulsión, pero en esta versión la regaron los dioses, así lo cuentan los códices Telleriano-Remensis, el Borgia, el Fejérváry-Mayer, el Vaticano B y otros. Con varias las versiones que resultan en el árbol quebrado, alguien tomó más flores del árbol sagrado, alguien lo rompió, al parecer fue un acto en conjunto.
Los dioses que habitaban el Tamoanchan querían crear así que, sin permiso, tomaron las flores del árbol de las flores aromáticas sin prever la ira de los dioses originarios, Tonacatecuhtli y de su mujer Tonacacíhuatl, quienes echaron a todos. En otra aversión se dice que los dioses echaron a la recién nacida Tlaltéotl diosa de la pasión y la lujuria.
También se cuenta que ese hermano de los dioses era un pedernal símbolo de la chispa de vida que genera 1600 dioses, por la que al arrojarlo hacia la tierra se rompió y de ahí se crearon el sol y la luna, ¿recuerdas dónde están las pirámides del sol y la luna? Sí, en Tenochtitlán.
Tamoanchan terrenal
Se cree también que más que cayera desde lo alto de los 13 cielos o que la trasgresión fuera hecha en otro plano, todo aconteció a unos kilómetros de la CDMX, en Teotihuacán, donde estuvo el paraíso Tamoanchan; no obstante, fray Jerónimo de Mendieta ubicó este lugar en Cuernavaca, versión que quedó en el olvido al igual que la de Román Piña Chán que lo ubicó en Xochicalco y aquella que decía se encontraba en la Huasteca y es que es todo un honor provenir de un lugar donde habitaban los dioses pero las pirámides ganaron como evidencia.
El Tamoanchan terrenal es todo un mito creacional que explica también la diáspora tribal que dio origen a los mexicas. La ruptura del árbol simboliza entonces la separación del primer grupo que se separó dejando atrás a cuatro grupos que permanecieron en Tamoanchan, Oxomoco, Cipactónal, Tlaltetecui, Xochicahuaca.
En el Códice Boturini, el texto pictográfico que alude a la separación de los mexicas de los demás pueblos en Cuáhuitl Itzintla muestra asimismo un árbol quebrado que podría aludir, ideográficamente, a Tamoanchan ¿será Teotihuacán el paraíso perdido? Quizá sólo es el deseo de provenir de un lugar paradisiaco o la confirmación de que los mexicanos además de nacer donde nos da la gana, sí o sí somos divinos.