La épica entrada de Emiliano Zapata y Francisco Villa a la CDMX

Foto destacada: Sol de Cuautla

Aquí te dejamos con un breve video histórico sobre la entrada de los caudillos a la Ciudad de México.

 

. . .

 

El 06 diciembre de 1914 los dos grandes caudillos de la Revolución Mexicana, Francisco Villa y Emiliano Zapata, llegaron a la Ciudad de México. Su presencia fue de gran impacto ya que fueron increíbles símbolos de esperanza que buscaban darle al pueblo el derecho a tener una mejor calidad de vida.

Estos personajes mundialmente conocidos entraron a la Ciudad de México con bombo y platillo que marcó un día histórico para toda la nación, creando uno de los episodios más épicos de su historia revolucionaria.

 

 

Francisco Villa, al mando de la División del Norte, y Emiliano Zapata, comandante el Ejército del Sur, llegaran a la ciudad de México tras la Convención Nacional Revolucionaria de Aguascalientes; una reunión de dirigentes de la Revolución que tuvo como finalidad reivindicar que ambos luchaban por mejorar las condiciones de vida de los habitantes del país y distaban mucho de aspirar a presidir la República.

Días, antes, el 24 de noviembre Venustiano Carranza había salido del Valle de México al frente el Ejército Constitucionalista tras ser destituido del cargo por la Convención Nacional Revolucionaria. Carranza no aceptó el mandato de la Convenció y prefirió salir de la Ciudad de México antes que enfrentarse al poderío militar de los ejércitos villista y zapatista.

 

 

Ese mismo día, Zapata ingresó a la Ciudad de México por Oztotepec y Villa Milpa Alta, y luego se hospedó en un hotel del rumbo de San Lázaro. La División del Norte, por su parte, se movilizó vía ferrocarril hacia el centro del país para garantizar la llegada al Valle de México del presidente nombrado por la Convención, Eulalio Gutiérrez.

La División del Norte comenzó su arribo a la estación Tacuba en un convoy de 10 trenes. Pancho Villa y su Estado Mayor llegaron provocando que una multitud se arremolinara en torno a su carro y a él mismo. Ahí se dieron los primeros encuentros de dos mundos, el del norte y el del sur, con dos ejércitos totalmente distintos.

 

 

En los siguientes días, los emisarios de Villa hacen contacto con representantes de Emiliano Zapata y acuerdan encontrarse en el sur, en Xochimilco, en territorio zapatista. Eulalio Gutiérrez, el 2 de diciembre, comenzó a hacer sus primeros nombramientos, entre ellos, el del secretario de Educación, José Vasconcelos, y el de Vito Alessio Robles como Inspector General de la Policía del Distrito Federal.

En esos días, la ciudad era caótica ya que convivían dos ejércitos y la policía prácticamente no existía.

 

 

La madrugada del 3 de diciembre, Eulalio Gutiérrez es escoltado por Villa en un convoy de varios autos que avanza por las actuales calzada México Tacuba, avenida Rosales, avenida Juárez y Madero (entonces Plateros) hasta llegar al Palacio Nacional, sin grandes ceremonias o desfiles.

El Palacio Nacional era resguardado por el Ejército del Sur. Al abrirse la puerta del ascensor en el nivel superior del Palacio, Gutiérrez fue recibido por Eufemio Zapata, hermano de Emiliano y segundo hombre en jerarquía del Ejército suriano.

 

1era Reunión en Xochimilco

 

 

La madrugada del 4 de diciembre el general Villa se alistó con su traje militar. Junto con su Estado Mayor sube a un grupo de automóviles rumbo al centro de la Ciudad, doblan por la avenida San Antonio Abad y enfilan hacia las montañas del sur del Valle de México. A su entrada en Xochimilco el convoy fue recibido con flores, cohetones y música.

Los autos se dirigen hasta el Hotel Reforma, en la cuarta calle de Hidalgo (hoy convertido en una zapatería) donde los espera Emiliano Zapata. El saludo es efusivo. Los dos mariscales revolucionarios se reconocen finalmente cara a cara. Ambos se han jugado la vida, y en este mediodía en Xochimilco se juegan el destino del país.

Para el almuerzo: mole con guajolote, tamales y frijoles con epazote.

 

 

Cuentan las crónicas que Zapata cedió la cabecera de la mesa a su visitante norteño. Él se sentó a su izquierda y a su lado su hermano Eufemio y Alfredo Serratos.

Dialogan Carranza, de la canallada que hizo Victoriano Huerta al asesinar a Madero y de hacen recuentos de batallas.

En un momento de la conversación Villa hace una pausa y suelta: “Vamos a ver si quedan arreglados los destinos de aquí de México, para luego ir donde nos necesitan”. El zapatista Serratos dijo: “En las manos de ustedes dos está”. Tanto Villa como Zapata se consideran “gente de pueblo” que no desean ejercer el poder.

 

2da reunión en Centro Histórico

 

 

La madrugada del 6 de diciembre una masa de soldados a caballo se encuentra de nuevo. La División del Norte partió desde Tacuba y la Hacienda de los Morales (hoy Polanco) rumbo a la Calzada de la Verónica (posteriormente llamada Melchor Ocampo, y hoy convertida en el Circuito Interior a la altura de la Verónica Anzures).

El Ejército del Sur partió desde San Ángel, Tlalpan y San Lázaro. La columna estuvo compuesta por una avanzada de caballería del Ejército del Sur, seguida por los Dorados de Villa, su guardia personal.

 

 

Alrededor de las 10:00 horas, los dos ejércitos iniciaron su entrada triunfal a la Ciudad de México por la antigua avenida Tlacopan (hoy México Tacuba y Puente de Alvarado) hasta llegar a Rosales (hoy Eje 1 Poniente) hasta la Avenida Juárez marcada en ese entonces por la escultura de Carlos IV, mejor conocida como El Caballito, de Manuel Tolsá. Villa cabalgaba ataviado con su traje militar azul marino y gorra con un águila bordada. Zapata lo hacía con un traje de charro con chaqueta amarilla, con el águila bordada en oro en la espalda y sombrero también bordado en oro.

El desfile continuó por la Avenida Juárez y bordearon el ala sur de la Alameda Central. Ingresaron por la calle Plateros (hoy Madero) y llegaron hasta la Plaza de Armas, cruzaron frente al Ayuntamiento y frente al Palacio Nacional, donde el presidente Eulalio Gutiérrez y embajadores los vieron pasar desde los balcones.

 

 

Al ingresar al Zócalo, alrededor del mediodía, fueron recibidos por los repiques de las campanas de Catedral. Desmontaron en la Calle Moneda y se dirigieron hacia los balcones para presenciar desde ahí la última parte del desfile. En Palacio Nacional los recibieron el presidente convencionalista Eulalio Gutiérrez y los embajadores de Guatemala, Brasil, Francia, Suecia, Alemania, China, Japón, España, Chile, Honduras, Cuba, Inglaterra, de los Países Bajos y de Nicaragua.

A las 14:00 horas fue servido el banquete de honor presidido por Eulalio Gutiérrez. A su derecha se sentó Francisco Villa, y junto a éste José Vasconcelos. A la izquierda del presidente se sentó Zapata y a su izquierda, el ingeniero Felícitos Villarreal, ministro de Hacienda. Los dos jefes revolucionarios se dirigieron al Salón Presidencial donde se encontraba la Silla Presidencial y ambos debatieron si debían sentarse en ella o no.

 

 

Finalmente Villa decidió sentarse en esa silla que tiene el águila en la parte superior, misma que en su momento fue ocupada por Porfirio Díaz. Ahí se tomaron las fotografías históricas. En una ven todos al frente a la cámara. En otra parecen conversar los dos jefes revolucionarios.

Villa invitó a Zapata a sentarse en la silla, pero el jefe del sur se limitó a decir que la silla presidencial era mágica “porque cuando alguien bueno se sentaba en ella, al levantarse ya se había vuelto malo”. En la foto aparecen entre otros, el general Tomás Urbina, de la División del Norte; el general Otilio Montaño, del Estado Mayor zapatista; el general villista Rodolfo Fierro, y en la última fila el periodista John Reed. El resto de la jornada fue de fiesta. Cada jefe militar regresó a su hotel y esperaron a dar un siguiente paso en la lucha revolucionaria.

 

 

La mañana del 8 de diciembre de 1914, Francisco Villa rebautizó la calle Plateros como Madero. Villa trepó una escalera y clavó una placa de madera en el mármol blanco del edificio conocido como La Mexicana. La placa tenía la leyenda “Calle Francisco I. Madero”.

Los jefes revolucionarios saldrían de la ciudad sin la pompa con que aquel 4 de diciembre conferenciaron en Xochimilco o con el despliegue de fuerza con que desfilaron el día seis de diciembre. Años más tarde aquellos contra quienes lucharon acabarían con ellos.