¿Quiénes son los Tlahuicas y cuáles son algunas de sus tradiciones?

Foto destacada: Paola Villalba Garcia

El pueblo que fundó Teopanzolco es la referencia arquitectónica que ayudó a edificar el Templo Mayor.

 

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Un complejo de sierras que empieza en la sierra del Ajusto, la que divide Morelos y Toluca, es el hogar de los Tlahuicas, un antiguo pueblo originario cuyos descendientes se ubican principalmente en San Juan Atzingo, Estado de México pero que también ha ocupado el municipio de Ocuilan y comunidades vecinas morelenses.

Esto se debe a que antiguamente fue un pueblo de tamaño considerable que se dividió conservando sus raíces y una importante zona arqueológica, Teopanzolco, cuyas construcciones sirvieron de referencia para edificar el Templo Mayor de Tenochtitlan.

 

Teopanzolco, el origen del pueblo tlahuica

 

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La antigüedad prehispánica del pueblo tlahuica varía por zonas, pero en general su historia se ha dividido en tres periodos, otomiano (es decir, otomíes), dominación nahua y el del desplazamiento del grupo otomiano. Durante esos tres periodos el pueblo, que después se llamaría tlahuica, adquirió muchas influencias por haberse desplazado en múltiples ocasiones; pero logró una época de establecimiento y desarrollo que dejó como testigos a grandes ciudades como Teopanzolco.

Hoy oculta debajo de la ciudad de Cuernavaca, Teopanzolco alrededor del año 1100 veía la luz del sol y es que precisamente por ese año es que la pirámide del hoy sitio arqueológico fue terminada, se dice incluso, erróneamente, que su arquitectura imitó la del Templo Mayor, pero en realidad fue al revés pues el último se terminó hasta el año 1325, incluso el nombre de la ciudad parece confirmarlo pues Teopanzolco significa “en el templo viejo”.

 

Zona arqueológica de Teopanzolco

 

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La zona arqueológica de Teopanzolco consiste en restos de edificios públicos y una pirámide de doble escalinata cuyos primeros habitantes fueron los Tlahuicas hasta el año 1400 cuando fue atacada por Tezozómoc, quedó abandonada hasta la Revolución cuando las fuertes detonaciones entre las tropas zapatistas y los federales provocaron un pequeño derrumbe en el que parecía ser un cerro y resultó una joya de la arqueología que en el año 1920 fue excavada y restaurada por Alfonso Caso y José Reygadas Vértiz.

La dispersión del pueblo tlahuica comenzó desde aquellas primeras invasiones haciendo pensar a la historia que para el siglo XVIII esta población ya no existía, pues los censos del año 1790 arrojaban datos muy escasos sobre ellos, sólo se apunta que la mayor parte de los habitantes de San Juan Atzingo eran jornaleros tlahuicas, pero no se mencionan a los tlahuicas de Morelos, el tiempo nos permitió presenciar la sobrevivencia de los tlahuicas.

 

Los Tlahuicas

 

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A pesar aún encontrase dispersos en diferentes comunidades, los tlahuicas aún conservan usos y costumbres que los unifica, como la gastronomía de la cual se destacan los tamales de quelite, el capultamal (que son tamales dulces hechos con capulín) y el consumo de hongos de la región. Llama la atención su indumentaria que, aunque no es exactamente igual, sí guarda la semejanza suficiente para hermanar a un grupo de pueblos de la zona: mazahuas, otomis, nahuatl, y matlazincas.

En ese tenor de “hermandad” es que se estructuran las poblaciones Tlahuicas; quienes además de tener la colaboración como estructura rectora de su sociedad, comparten tradiciones y creencias muy antiguas como el festejo de Día de Muertos. Para el pueblo tlahuica después de la vida que conocemos, el alma sólo se traslada de lugar, a un espacio donde se reproducen las condiciones de vida terrestres donde no hay sufrimiento.

 

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Así pues, en el día de muertos los panteones no se llenan porque las visitas provienen de un lugar mítico que se ubica en los cerros o las cañadas, llegan a convivir con sus familias, pero sobre todo a supervisar la vida comunal, es decir, los antepasados son los encargados de dar guía y cohesión a las comunidades tlahuicas quienes tienen una arraigada veneración a sus reliquias, como las resguardadas en el templo de San Juan Atzingo.

Las varas sagradas de la justicia y un teponaxtle que tiene la cabeza de un felino en el extremo superior sólo son sacadas en ocasiones muy especiales como los actos ceremoniales que le celebran para cambiar de autoridades religiosas, la semana santa y otras fiestas como la dedicada al sol, se aprovecha el teponaxtle para escuchar cómo va atravesando el tiempo desde la fundación de su pueblo hasta el día de hoy. 

 

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Zona Arqueológica Teopanzolco

¿Dónde? Río Balsas s/n, Col. Vista Hermosa, Cuernavaca, Morelos.

¿Cuándo? Cerrado temporalmente

¿Cuánto? $60