Los ideales del comunismo que de a poco se convirtieron en un amor ideal.
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Era 1924 allá en la Unión Soviética, cuando Stalin ascendió al poder y el revolucionario Leon Trotski quedó relegado a un segundo plano, hasta el punto de ser expulsado de su nación en medio de un gran acomodo político y social; México se recuperaba justo de lo mismo, una revolución que entre muchos resultados trajo el auge del arte que buscaría exaltar la cultura indígena, entre sus exponentes Diego Rivera y su inseparable Frida Kahlo.
Después de deambular por muchos países, el político judío y su esposa, Natalia Sedova, llegaron a México por Tampico el 9 de enero de 1937, día en el que Frida de 29 años los recibió y acompañó hasta la casa azul, donde los hospedaría después de que el mismo Diego Rivera intercediera ante el presidente Lázaro Cárdenas para que le diera asilo a la pareja con 34 años de matrimonio.
A los seis meses que duró la relación entre ambos personajes, precede la tormentosa e intensa vida de ambos. Por un lado, Frida con sus enfermedades y las infidelidades del ya para ese tiempo famoso pintor, y por otro, el hombre que fue al frente de los 5 millones de hombres del Ejército Rojo. No se podía esperar otra cosa que no fuera un rojo intenso.
Al vivir ambas parejas en la casa azul, el acercamiento entre Kahlo y Trotski era irremediable, pronto se hizo evidente la fuerte atracción intelectual y política que compartían, misma que empezaron a expresar con total descaro pues Natalia no hablaba inglés.
La casa de la hermana de Frida sirvió para ocultar un amor que acabo por ser descubierto. Cartas y recados eran intercambiados por los que dejaron de verse por el ultimátum que Sedova impuso a su marido.
Pero ese no fue el punto final. En 1937, Frida le regaló a León un autorretrato por su cumpleaños. En la obra, Frida se encuentra entre dos cortinas típica de los paneles tradicionales del arte mexicano, aquellas imágenes creadas como exvotos para ser adorados. En la imagen, la artista sostiene un ramo en una mano y en la otra una carta que dice:
“A León Trotsky, con todo mi cariño, le dedico esta pintura el 7 de noviembre de 1937. Frida Kahlo en Saint Angel, México”.
Frida Kahlo, Self-Portrait Dedicated to Leon Trotsky, 1937; Oil on Masonite, 30 x 24 in.; National Museum of Women in the Arts, Gift of the Honorable Clare Boothe Luce; © 2012 Banco de México Diego Rivera Frida Kahlo Museums Trust, Mexico, D.F. / Artists Rights Society (ARS), New York; Image by Google
Diego Rivera, por su parte, no estaba al tanto de la situación. Fue hasta un año después que se enteró, por esos días Frida estaba entre Nueva York y París, en medio de dos exposiciones sobre sus telas. Así que el 2 de noviembre de 1938 (cuando la ciudad estaba llena de las celebraciones por el día de los muertos), Rivera le entregó a Trotsky una calavera con la palabra ‘Stalin’ en la frente. Amenaza que terminó en definitiva la amistad entre las parejas.
En adelante la pintura de Kahlo sería más política, llegando incluso a declarar “Quiero convertir mi trabajo en algo útil. Hasta ahora he logrado simplemente una expresión honesta de mí misma, pero lamentablemente está muy lejos de servir al Partido”. Trotski había significado para la artista mucho más que un amor pasajero.
El 21 de agosto de 1940 Lyev Trótskiy, fue asesinado en su casa de la Avenida Viena, en Coyoacán. La policía arrestó a Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón y la interrogó durante doce horas, pero fue liberada hasta dos días después.
Durante mucho tiempo se sospechó que el matrimonio Rivera-Kahlo habían conspirado contra el ruso, idea alimentada por el mismo muralista para conseguir su readmisión al Partido Comunista llegaría a declarar orgulloso que obtuvo el asilo para Trotsky con la intención de mandarlo asesinar.
Información de ABC Internacional
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