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Las culturas prehispánicas tenían prácticas para el rito matrimonial que se diferenciaba según la familia.
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Todas las culturas han creado prácticas, normas religiosas y/o jurídicas entre muchos detalles más, con el fin de establecer vínculos conyugales. En esta época, habían diversas costumbres y principios matrimoniales, dependiendo de la cultura a la que se pertenecía ya que las familias tenían diversos usos.
Si deseas profundizar en el tema, te recomendamos el libro, “La vida sexual de los nahuas prehispánicos”. Por ahora, aquí te hacemos un pequeño recorrido de algunas prácticas matrimoniales que se tenían en culturas prehispánicas.
Matrimonio en la cultura náhuatl
En la cultura nahua las mujeres se casaban a los 15 años; sus padres recurrían al tonalpouhque y la casamentera se hacía cargo de los detalles y la cargaba en sus espaldas, detrás venían sus amigas solteras con antorchas para alumbrar el camino. Al llegar a la casa de la familia, la llevaban a una habitación donde la esperaba el novio.
El tonalpouhque proyectaba el futuro matrimonio; si resultaba mala idea se abandonaba. Pero si era un buen augurio los parientes ancianos visitaban al padre de la doncella y con discursos largos la pedían en matrimonio.
Como una práctica más o menos común en todas las culturas, a los recién casados los sentaban juntos, anudaban las mantas como símbolo de la alianza matrimonial. La noche de la celebración una ticitl o médica, o una casamentera, llevaba a cuestas a la novia a la casa del novio, acompañada de cuatro ancianos.
La casa ya estaba adornada con ramas y flores y en la pieza principal se colocaban una estera, se encendía el hogar y a un lado un trasto de copal .El novio salía al encuentro de la novia y después de que mutuamente se sahumaban, la mujer se sentaba a la izquierda de la estera. La ticitl, ataba la ropa del novio al huipil de la novi y quedaban unidos en el hogar.
Los recién casados se separaban para hacer oración y penitencia durante cuatro días en los templos con los sacerdotes, y no se reunían hasta que los sacerdotes los llevaban a los aposentos preparados para ello. Ayunaban y hacían ritos de penitencia. Después les preparaban un lecho nupcial con petates, debajo de los cuales colocaban plumas y una piedra preciosa.
La virginidad de la mujer debía mostrarse en la estera, pero si no era así, la familia del novio armaba un escándalo y rompían las ollas de barro donde se servían los alimentos para los invitados y así se daban ellos también por enterados. Para los nahuas el comportamiento sexual estaba relacionado con los rituales y ceremonias para la fertilidad de las cosechas y la abundancia, pero inculcaban a los jóvenes la templanza.
Algunos Chichimecas podían tener varias mujeres, ya que era un privilegio de los reyes y señores, quienes podían tener la cantidad de mujeres que deseaban y una que daban como legítima, cíhuatianti, con la que se realizaba una ceremonia nupcial. A las otras mujeres se les llamaba cihuapillí o damas distinguidas, algunas dadas por sus padres, cihua- nematli, y otras que habían sido robadas, tiacihuasantin.
Pero en general el matrimonio era una alianza de mucha lealtad. Se dice que eran monógamos. Tenían un matrimonio expreso de los parientes y sólo los jefes podían tener más de una mujer. A los jefes de familia, les estaba permitido tener varias mujeres, especie de concubinas.
Los olmecas y toltecas tenían ritos matrimoniales que consistían en colocar en los cuatro ángulos de una estera, que servía de tálamo nupcial, cuatro manojos de cañas en los que ponían algunas plumas y un chaichihuiti. Estos eran los emblemas de la fecundidad y cuadruplicados por razón de los cuatro elementos que intervenían y de los hijos que pedían a Quetzalcóatl.
El matrimonio entre los mayas antiguos era una negociación instituida por adultos y sacerdotes, que tenía como único propósito la procreación de grandes familias. El proceso era más o menos similar que con las familias náhuatl; el novio contrataba a un atanzahab o casamentera, se examinaban los horóscopos para verificar que no hubiera problema entre los dioses de los días de sus nacimientos, así como de estudiar astrológicamente sus nombres.
El casamentero era un negociador entre las familias ya que el padre de la niña ponía precio a su hija, y el padre del niño negociaba el tiempo que éste trabajaría para sus suegros en la agricultura y la caza: el periodo variaba de cinco a siete años. Los invitados cocinaban tamales de pavo, frijoles, papas y tortillas. Igualmente, la mamá del novio bordaba los atavíos tradicionales: para el niño, un taparrabo decorado con plumas de perico, y para la niña una falda y blusa brocadas.
Durante la ceremonia de bodas, los novios eran bendecidos por el sacerdote y rezaban a los dioses. Al día siguiente, la pareja seguía su vida cotidiana y los mayas no acostumbraban la luna de miel.
En general, en el mundo prehispánico las parejas eran monógamas, y en algunos casos había relaciones polígamas. Se permitía el divorcio y las segundas nupcias. Si el varón estaba inconforme con su esposa, la podía regresar a casa de sus padres, siempre y cuando fuera durante el primer año de casados. La mujer también podía regresar al hombre.