El desierto de Saltillo que conquistó a Edward Hopper, hombre que no le gustaba viajar.
. . .
El muy temeroso Estados Unidos de 1943 se encontraba escaso de gasolina y vigilando que en sus costas no se aparecieran submarinos alemanes, esta situación hacía que muchos viajaran a México para abastecerse del combustible.
Esta situación, llevó al pintor Edward Hopper, que en el año de 1943 no pudo vacacionar en su casa playera de Cape Cod, Massachusetts.
Sin poder usar su automóvil, el neoyorkino y su esposa Jo tomaron un tren en Penn Station que los llevaría a una ciudad que su amiga Katharine Kuh, le había recomendado al matrimonio, Coahuila, Saltillo. Mucho se dice que Hopper tuvo una relación odio con la ciudad que, aunque lo había encantado con su luz, sus montañas y el clima, se mostraba arisca con él, ruidosa y llena de estorbos visuales.
Durante su primer viaje en el verano de 1943 y buscando un cambio de escenario y nuevos temas para el arte, Hopper, después de detenerse en la Ciudad de México, viajo al norte hasta Saltillo, una ciudad más pequeña cuyo clima fresco y seco y las vistas de las montañas cercanas la convirtieron en un destino popular para los vacacionistas.
Los Hoppers se hospedaron en un hotel llamado Guarhado House en Victoria Street, y Hopper pintó varias acuarelas desde el techo del hotel. Desde esta altura, podía ver las montañas sobre los edificios de la ciudad, pero sus representaciones de la escena aún sugieren el desarrollo urbano que estaba bloqueando su disfrute del entorno natural.
En otra obra, mostró las coloridas torres de la catedral de Saltillo del siglo XVIII, un recordatorio de las raíces de la ciudad como asentamiento español; aquí, sin embargo, limita su alcance a una visión parcial de alguna arquitectura doméstica. Las formas simples, parecidas a bloques de las casas, adornadas con celosías y tallas decorativas, son de un blanco deslumbrante contra el cielo y las colinas distantes.
Hopper inicialmente se había quejado de que Saltillo era ruidoso y congestionado, pero desde su azotea podía proyectar en este nuevo escenario la misma quietud y soledad que impregnaba sus escenas de Nueva York y Nueva Inglaterra.
Palms at Saltillo, Sierra Madre at Saltillo y Saltillo Mansion quedaron plasmadas en este primer viaje en que también visitó brevemente Monterrey, de donde resultaría Monterrey Cathedral.
Creative Commons
El Hotel Arizpe Sáinz lo recibió en 1946 con una habitación que habilitaron en la azotea, hecho confirmado por una carta que Jo Hopper envió a su amiga Catherine Campbell: “…Llegamos aquí porque no tenemos gas para irnos… Han sido tres semanas en el Arizpe haciendo 3 acuarelas. Estoy contenta del cambio…”.
El Palacio fue una las obras que pintó aquel año en la que retrató el famoso cine ubicado en la esquina de Victoria y Acuña. The Church of San Esteban, Roofs, Saltillo y Construction in Mexico son otras obras que hizo aquel año en el que ya empezaba a aprender español. El matrimonio volvió a dejar la ciudad en el otoño a bordo de su Buick ’39.
Creative Commons
Edward Hopper se caracterizaba por ser un hombre que no apreciaba los viajes largos, por eso causa tanta extrañeza que regresara a Saltillo una tercera vez en 1951, viaje del que no quedara registro de que haya pintado; y hasta una cuarta en diciembre de 1953, ocasión en la que visitó Durango, Guanajuato y Oaxaca, hecho sorprendente para un hombre que desde la primera vez se rehusó a viajar a la Ciudad de México por la distancia.
Creative Commons
De este viaje resultaron: Mountains at Guanajuato y Cliffs near Mitla.
Foto destacada Creative Commons