Danza de los diablos: el ritual a Ruja, dios de los afrodescendientes

Foto destacada: Grupo Folklorico Kataza’a de Huajuapan de Leóno / Corama

La Danza de los Diablos es uno de los patrimonios afromexicanos de la Costa Chica de Guerrero.

 

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Ruja es el nombre del dios negro al que se le dedica la Danza de los Diablos. Se le honraba e invocaba para poder librarse de la esclavitud, ya que durante la conquista y la colonia miles de personas arribaron de manera forzada para hacerse cargo actividades agrícolas, ganaderas, mineras, el servicio doméstico y milicia.

Es probable que el origen de esta tradición provenga de Senegambia, región en África de la que fueron traídos a México algunos africanos durante los primeros años de la conquista. Con ellos también llego algo de gastronomía, medicina tradicional, vocablos, saberes y formas de entender el mundo.

 

Juego de los Diablos

 

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Pero el origen de la danza ha sido identificado en el virreinato y originado la costa chica de Guerrero y Oaxaca en donde hay más afrodescendientes. En la medida en que pasó el tiempo, la ceremonia se transformó y adquirió influencias católicas e indígenas, sobre todo en el municipio de Cuajinicuilapa, declarado Sitio de Memoria de la Esclavitud de las Poblaciones Afrodescendientes.

La danza también es conocida como Juego de los Diablos. Se realiza principalmente el 1 y 2 de noviembre en el marco de la celebración del Día de Muertos, aunque también se ejecuta en los días de San Nicolás y en el día de la virgen de Guadalupe.

 

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Los danzantes usan máscaras con barbas y flecos hechos con crines y colas de caballo y portan ropas de harapo. Son cerca de 12 personas, el “Diablo Mayor” o “Tenango”, que representa el papel de capataz o patrón, y la “Minga” o “Bruja”, que es personificada por un hombre que usa ropas consideradas de mujer mientras carga un muñeco. Ambos personajes dirigen la comparsa y marcan el ritmo de la danza con un cencerro y un chicote.

Se cree que los diablos representen los espíritus de los muertos que vuelven para visitar a sus familias y los altares que les fueron colocados; mientras que otras creencias señalan que los diablos tienen un papel importante como intermediarios entre la vida y la muerte, pues se encargan de proteger a los vivos al impedir que los muertos visiten el mundo en otros días que no sea el Día de Muerto.

 

Danza de los Diablos de San Juan Bautista

 

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La música está a cargo de una charrasca (una quijada de burro o caballo que se usa a manera de güiro), el bote (un instrumento que posee un parche de cuero y que emula el rugido de un tigre), el violín y la armónica, tocando “la chilena”.

La Danza de los Diablos de San Juan Bautista Lo de Soto es reconocida como una de las mejores de la región por la espectacularidad de sus máscaras y la fuerza de su zapateado. En la comunidad es una tradición, aunque no existe una memoria histórica sobre las danzas, pero poco a poco se le han confiere procesos sociales, culturales e históricos que han permitido su evolución.

 

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En Lo de Soto existen dos grupos de Diablos, los de Barrio Abajo y los de Barrio Arriba, en esta danza tradicionalmente sólo participan hombres. En el día primero, el Toro de Petate y sus Vaqueros, custodios de las ánimas del purgatorio, conduzcan a los Diablos hacia la explanada municipal, en primer término, a los de Barrio Abajo, quienes al pasar por la iglesia deberán correr poniendo de manifiesto su origen pagano, posteriormente lo harán con los de Barrio Arriba.

En el día 2, los Diablos esperan a las afueras del panteón municipal a que pase la procesión de las Ánimas y el Toro, para danzar en la entrada del mismo de manera alternada los barrios y el Toro para honrar y despedir a los muertos. Al terminar se trasladan a la casa de los mayordomos para agradecer con las últimas danzas y partir hacia la casa del nuevo mayordomo donde la fiesta acaba hacia la media noche.

 

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El vestuario está compuesto por ropa raída y vieja, una gabardina de diferentes colores y una toalla o sábana a manera de capa. Algunos se amarran cadenas con cencerros metálicos, pero la máscara es uno de los elementos más importantes y representa la personalidad de cada participante.

El Diablo está dotado de cornamenta de venado y revestido de pelaje, en este caso crin de caballo, con una gran nariz y enormes orejas. La máscara ha sufrido una evolución en los materiales de la base; en un principio eran confeccionadas sobre un trozo de cuero pero hoy en día se llevan sombreros de lana. Desde hace unos años se empezaron a elaborar con plástico rígido forrado con piel de venado curtido, que soportan de mejor manera los elementos que la conforman sin deformarse aunque son más pesadas.