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Sin René D’Harnoncourt el arte mexicano de principios del siglo XX no hubiera pasado fronteras tan rápidamente.
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El conde Rene D’Harnoncourt es de ascendencia austriaca, checa y francesa; nació en Viena, Austria, y desde pequeño mostró interés por el arte aunque recibió una educación técnica. Su familia sufrió pérdidas financieras y se mudaron a París en 1924 y a México en 1926. D’Harnoncourt era un artista comercial, pero adquirió reputación por sus consejos a los coleccionistas de antigüedades estadounidenses.
En 1927, D’Harnoncourt comenzó a trabajar para Frederick W. Davis, quien operaba una de las tiendas de antigüedades y arte popular más importantes de la Ciudad de México. Davis fue uno de los primeros en coleccionar, exhibir y vender el trabajo de los artistas mexicanos como Diego Rivera, José Clemente Orozco y Rufino Tamayo. D’Harnoncourt ayudó en la compra y venta de antigüedades y obras contemporáneas y también organizó exhibiciones y exhibiciones en la sala de exposición.
D’Harnoncourt fue uno de los primeros personajes en llevar exposiciones de arte mexicano en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York y a otras ciudades americanas hasta 1933 y su historia de vida se desarrolla en los Estados Unidos donde fue director del Museo de Arte Moderno en 1944 y considerado un experto instalador de exhibiciones y un notable coleccionista hasta 1967. Pero su historia en México es bastante interesante.
D’Harnoncourt tenía una estrecha relación con la artista Tina Modotti, ya que formaban parte de una comunidad educada en Europa y estrechamente relacionado con la vida intelectual y artística de la Ciudad de México. Asimismo, encontraron una gran atracción en la mezcla de culturas europeas e indígenas americanas de la ciudad, además de que Diego Rivera y otros artistas frecuentaban los mismos círculos de Modotti y D’Harnoncourt.
El Conde poseía una colección de fotografías y postales mexicanas que datan de 1900 a 1925, que ahora se encuentra en las Bibliotecas de la Universidad de Texas. Estos cuadros son escenas callejeras o retratos de estudio de pobladores nativos, mercados, patios o vistas interiores cotidianas, reproducciones de pinturas o espacios museísticos.
La primera muestra que se le pidió a D’Harnoncourt fue The Loan Exhibition of Mexican Arts (1930) organizada en el Museo Metropolitano, y abarcó muestras tempranas y contemporáneas de bellas artes y artes decorativas, destacando la resistencia mexicana hacia el arte español y la ambición de buscar formas genuinas de expresión.
Sin D’Harnoncourt poco hubiera sido posible crear un puente cultural entre Estados Unidos y México; ni que Diego Rivera hubiera podido pintar un mural en el Rockefeller Center en la ciudad de Nueva York en 1932.
Este gran coleccionista también se interesó por la fabricación y los juguetes mexicanos y el arte para niños. Esta admiración lo llevó a ilustrar The Painted Pig, una historia escrita por Elisabeth Morrow, publicado por Alfred Abraham Knopf Sr., quien financió la editorial homónima en Nueva York en 1915.
D’Harnoncourt se interesó en documentar las costumbre y leyendas mexicanas. Si bien “El cerdo pintado” es un cuento infantil, muchas veces se ha considerado como una guía personal y totalmente gratuita de México.
A veces la interacción entre la literalidad y la iconicidad divertida, con muchos claroscuros representativos de la cultura. Sin duda, el legado de René D’Harnoncourt se ha visto reflejado de muchos modos en cuanto a la apreciación del arte mexicano, las artes aplicadas y sobre todo las conexiones complejas que creó entre Nueva York y México en los años treinta.