Los Seris tienen una historia increíble y llena de particularidades.
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El panorama cultural del norte mexicano está constituido por diversas culturas regionales, teniendo algunas de ellas un sustrato étnico (es decir, son peculiares tanto en el aspecto cultural como en lo biológico) y otras, una distinción en el plano de lo meramente cultural, que es el sector genéricamente nombrado “mestizo”.
Con una antigüedad que oscila entre los 6,000 y los 1,000 años, en el territorio ocupado por el Estado de Sonora se ubican siete etnias originarias, una de origen norteamericano, y varios grupos migrantes, originarios del sur del país, con aproximadamente tres décadas de haberse avecindado en la región. Una de ellas es la Comcáac o seris que habitan en Hermosillo y Pitiquito.
Los Conca’ac, que significa “La gente” en lengua Seri, es una etnia que a través de los tiempos continúa unida y transmitiendo de generación en generación, sus muchos conocimientos en la caza y la pesca.
El término Seri significa “el que de veras corre aprisa” en lengua Ópata y “hombres de la arena” en Yaqui; la lengua de los Conca’ac proviene de la familia Hokana, al que pertenecen el Coahuilteco (noroeste México) y el Tlapaneco, pero también se asegura que provienen del grupo yumano de la familia Sioux-Hokana.
Los Seris ocupan desde tiempos arcaicos la Isla del Tiburón y San Esteban, aunque en la actualidad sus campamentos se concentran en Desemboque y Punta Chueca, la primera playa corresponde al municipio de Pitiquito y la segunda a Hermosillo, pero ambas se ubican frente a la isla del Tiburón.
El territorio Conca’ac abarca un área de 210,000 hectáreas, con cerca de 100 kilómetros de litoral, en los cuales se montan varios campamentos pesqueros a lo largo del año de acuerdo con los ciclos de pesca. Por su naturaleza nómada, los Conca’ac construían sus viviendas de manera provisoria. Sus chozas se agrupaban en pequeños núcleos dedicados a la pesca y a la caza, una vez que agotaban los recursos naturales, se trasladaban a otro sitio.
En la actualidad, la elaboración de artesanías genera mercado turístico para la etnia. Los hombres perfeccionaron sus técnicas en el tallado de esculturas del corazón de la madera del palo fierro y el mezquite. También elaboran canastas o “coritas”, famosas por sus formas globulares y extendidas con brillantes colores y diseñan collares con caracoles, conchas, vértebras de víbora de cascabel y de pescado y semillas.
Los Seris llevan a cabo sus propios ritos, fiestas y otras manifestaciones culturales con características estrechamente vinculadas con la naturaleza y con los aspectos biológicos y sociales de la reproducción del grupo, como lo son los rituales relacionados con el nacimiento, con el inicio de la pubertad y con la muerte.
Las mujeres Conca’ac se maquillan con finas líneas y puntitos de colores que forman interesantes diseños; el color rojo significa a la muerte, el blanco a la suerte y el azul al mar. No están evangelizados por la iglesia católica a diferencia de otros grupos indígenas.
Por su cultura, los Conca’ac eran la antítesis de lo que necesitaban los españoles: su territorio no era fácilmente aprovechable, no tenían riquezas acumuladas, no producían lo suficiente para hacer redituable la conquista y eran inútiles como mano de obra para cultivar y servir, ya que desconocían esas actividades.
Por ello, los seris conservaron durante más tiempo que otros pueblos indígenas, su autonomía y su cultura. Ante el fracaso de evangelizarlos, los españoles primero y los mexicanos más tarde, reaccionaron no con políticas de conquista y colonización, sino de exterminio. Eso condujo al aniquilamiento casi total del grupo. Debido a esto, muchos seris se refugiaron en la isla Tiburón
Las causas externas que permitieron su retorno con éxito está principalmente la crisis de 1929, que provocó grandes migraciones de pobladores empobrecidos hacia ciudades y centros agrícolas del norte y noreste del país, lo que aumentó el consumo de pescado y otros productos marinos de menor precio que la carne de res.
En 1936 el general Lázaro Cárdenas, atendiendo a sus demandas de apoyo, promovió su organización en cooperativas de pescadores, les proporcionó el equipo necesario y los concentró en el poblado de Bahía Kino. Hasta 1970 fue reconocido su territorio y el presidente Luis Echeverría les dotó en ejido y franja costera declarando el Canal del Infiernillo como zona de pesca exclusiva seri, y les otorgó simbólicamente como posesión comunal la isla Tiburón, decretada a su vez como zona de reserva ecológica.
Con su propia interpretación del mundo, sus ritos, sus fiestas y demás manifestaciones culturales, los Seris tienen un carácter relacionado con la naturaleza y con los aspectos biológicos y sociales de la reproducción del grupo. Para los seris el número 4 es sagrado, por tal motivo las danzas y cantos se ejecutan siempre en múltiplos de cuatro y son de carácter ritual. Una cultura compleja que sigue viva.
Foto destacada Animal político.