La organización de Tenochtitlán aún hoy sorprende a los especialistas por su inteligente funcionamiento.
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Una de las cualidades que más nos engrandece como ser humanos es la capacidad de imaginar. Ello nos permite generar ideas, hacer inventos, pero sobre todo, proyectar mundos posibles. Y la máxima histórica de esta cualidad es la generación de utopías: escenarios perfectos donde el ser humano pueda desarrollarse plenamente.
Aunque por definición una utopía es inalcanzable, en la historia existen ejemplos que parecieran aproximársele, y aunque como humanos tendemos a mistificar el pasado, hay casos contundentes donde la comprensión del espacio-naturaleza y urbanización confluyeron para crear ciudades muy bien organizadas, cuyas bondades se asemejan a la utopía urbana.
En México, tenemos como ejemplo de ello a una de las ciudades más admiradas del llamado “Nuevo Mundo”, México-Tenochtitlán.
De entrada, y para abonarle más a su aura de mito, la ciudad se erigió, precisamente, como resultado de una leyenda para los mexicas (antiguos habitantes de Aztlán, a quienes Huitzilopochtli guiara y les mandara llamarse así, mexicas).
Esta tribu emigró durante 200 años en busca de la señal prometida, un águila posada en un nopal, devorando una serpiente (símbolo fundamental hasta ahora en la identidad nacional).
Además de su misticismo originario, la ciudad se fue construyendo bajo preceptos urbanísticos que aún hoy soprenden a los especialistas.
Hoy presentamos aspectos que hacen pensar en Tenochtitlán como una ciudad utópica, envidiable por múltiples cualidades inteligentes y respetuosas con el entorno que hoy bien habríamos de retomar:
Sustentabilidad
En la ciudad existían macehuales (gente del pueblo) cuya labor estaba orientada a recabar los desechos para su reutilización como fertlizantes naturales, o bien eran colocados en letrinas públicas o privadas. Por su parte, la basura eran reutilizada, quemándola, y así utilizándola como antorchas nocturnas en las calles. Mientras los canales de circulación de las barcas tenían puentes que los cruzaban para permitir el tránsito del peatón, por la noche eran removidos permitiendo el flujo natural, nuevamente, de las aguas del lago.
En la alimentación, la ciudad podía autoproveerse importantemente de comida, ya que, por medio de su efectivo sistema de chinampas, parcelas flotanes en los alrededores del lago donde cultivaban multiples productos, podían cosechar hasta 7 veces por año en cada una de ellas. Para hacerlas se clavaban en el suelo estacas de ahuejote, un tipo de madera que no se pudre bajo el agua; después hacían una especie de tejido de vegetales entre estas estacas, y luego sobre este “tejido” se apisonaba la tierra para sembrar sobre ella. Se trata de uno de los sistemas de agricultura urbana más efectivo de todos los tiempos.
Arquitectura
Como gran parte de la ciudad fue construida sobre el agua y algunos islotes, las edificiaciones debían estar muy bien cimentadas. Para ello idearon estacas de 5 a 10 metros que actuaban como cimientos, enterradas en tierra firme, la parte descubierta de la estaca era cubierta con una mezcla de tezontle (roca roja de origen volcánico) y cimentante. Así, bajo el principio de flotación, el tezontle le otorgba una base. Mientras los grandes templos fueron construidos de piedra, las casas lo fueron con madera y marga.
Limpieza
Se trata de uno de los aspectos más fascinantes de esta ciudad. Cada día, hasta mil personas se encargaban de barrer las calles y mantener la ciudad limpia. Respecto a la basura, como dijimos antes, era reutilizada para iluminar la ciudad de noche; los desechos también eran recolectados.
Estructura social
Por medio de los calpullis, 4 barrios principales, Tenochtitlán consiguió funcionar muy bien. Y este funcionamiento en parte se daba porque la ciudad daba a todos una especie de lugar, es decir, todos tenían acceso a distintos beneficios, aunque pagan impuestos. Como ejemplo, cada calpulli tenía su tierra comunal, así, todos podían cultivar, compartían tanto las cosechas como el trabajo, y ello generaba cohesión entre la sociedad. También, cada calpulli contaba con su escuela pública y un tianguis.
Seguridad
Como sabemos, los mexicas eran muy rífgidos en el tema de la corrpución. Desde niños fueron educados con duras penas en caso de incurrir en faltas graves (con el uso del humo de los chiles, o bien, pincharlos con espinas de agave). Las penas, sin embargo, eran tan severas tanto para la gente del pueblo (macehuales) como para los nobles y gobernantes, pues ellos debían poner el ejemplo, sin negociación alguna. Por ejemplo, los nobles merecían la pena de muerte si robaban dinero de los impuestos, y el castigo era el mismo para los jueces que aceptaban sobornos. La gente del pueblo tenía prohibidísimo emborracharse, ya que ello solía causar disturbios. Así, su sistema de justicia, severo (pero en todos los niveles), mantenía una sociedad con reglas que permitía la convencia y la armonía cotidiana.