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Las arqueólogas mexicanas son rescatistas de la historia pese a tener poca visibilidad en la disciplina.
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Las mujeres son pioneras en el campo de la arqueología desde hace más de 130 años, que han contribuido en el análisis de materiales, el desciframiento de la escritura maya, la exploración de regiones culturales antes desdeñadas y el establecimiento de especialidades como la arqueología subacuática.
No obstante, siguen invisibilizadas en la historia oficial de la arqueología mexicana. De hecho, la arqueóloga Paloma Estrada Muñoz ha dedicado varios años de su vida a seguir el rastro de las huellas arqueológicas de las mujeres, confirmando que sin sus aportes no podría concebirse la arqueología mexicana del siglo XXI.
El libro Las mujeres en la arqueología mexicana (1876-2006), publicado por Editorial Académica Española, es un claro ejemplo de las iniciadoras de la arqueología, en donde se puede ver el trabajo de pioneras como Eulalia Guzmán, Florencia Jacobs Baquero, Amalia Cardós, Beatriz Barba, Carmen Gloria Cook Mittag, Ann Axtell, Tatiana Proskouriakoff, Linda Schele, Isabel Kelly, Barbro Dahlgren, Beatriz Braniff y Laurette Séjourne.
Así como el de otras investigadoras que hoy marcan pauta en estudios especializados y están a cargo de proyectos arqueológicos y de dependencias: María de Lourdes Suárez Diez, Rosa María Reyna, Mari Carmen Serra Puche, Linda Manzanilla Naim, Yoko Sugiura, Nelly Robles, Pilar Luna, María de los Dolores Soto, María de Jesús Rodríguez, Elisa Villalpando, Patricia Fournier, Walburga Wiesheu y María de la Luz Gutiérrez.
De hecho, hoy en día, hay más estudiantes mujeres de arqueología, que hombres, y también realizan más trabajo de campo. Las arqueólogas ocupan cada vez más puestos de toma de decisiones y muchas arqueólogas desarrollan su disciplina en la Ciudad de México.
Arqueólogas en la CDMX
Las arqueólogas mexicanas son verdaderas rescatistas de la historia que trabajan tanto en contextos prehispánicos, los cuales van desde el espacio más sagrado de Tenochtitlan, un barrio tepaneca o la intimidad de una vivienda xochimilca, hasta contemporáneos, como el fondo del lago de Chapultepec.
Guadalupe Espinosa Rodríguez, Lorena Vázquez Vallín, Nancy Domínguez Rosas y Mara Becerra Amezcua comparten sus experiencias en la arqueología urbana, desterrando las ocupaciones de la capital mexicana que pueden superar los siete siglos o internarse en las remotas poblaciones del periodo Preclásico, un milenio antes de nuestra era.
La vocación de arqueóloga viene marcada por los deseos de la infancia, de los monumentos de la plástica y la arquitectura mesoamericanas. Así que comenzar a cursar la carrera de arqueología en las aulas de la Escuela Nacional de Antropología e Historia o de la Universidad de las Américas Puebla, donde las formas de entender el mundo de las civilizaciones mesoamericanas persistentes, de algún modo, en nuestras culturas originarias fueron abriéndose como un abanico con múltiples posibilidades de estudio.
En estos días, es posible ver mujeres realizando prácticas de campo en diferentes sitios arqueológicos del país, desde la selva del área maya o el norte semidesértico, hasta de salvamentos arqueológicos en colonias céntricas y periféricas de la Ciudad de México.
Las arqueólogas hacen, además, un importante trabajo en equipo con ingenieros, biólogos, arquitectos y otros especialistas, pues casi siempre se requiere de inmediatez cuando se trata de asentamientos en las urbes como en la CDMX. Para las mujeres trabajar en un ambiente de inseguridad es una doble presión, sobre todo cuando se trata de saqueo de entierros en las inmediaciones del Panteón de San Fernando, en la colonia Guerrero.
El Programa de Arqueología Urbana en la CDMX, es una iniciativa que estudia la antigua Tenochtitlan, al grado de que ha permitido que exista un corredor de ventanas arqueológicas y museos de sitio a lo largo de la calle Guatemala, en pleno corazón de la ciudad, como el habilitado en el interior del Centro Cultural de España en México, donde se localizó el Calmécac, restos del templo principal del dios Ehécatl y una sección de la cancha del Juego de Pelota, así como el Huei Tzompantli.
Otro proyecto de salvamento arqueológico guiado por mujeres, fue en el Paseo de las Hormigas, en el centro de Azcapotzalco, nos habla de la importancia de conserva el sitio, proteger las plataformas prehispánicas. La arqueóloga Guadalupe Espinosa Rodríguez tuvo la oportunidad de realizar excavaciones al pie del cerro de Chapultepec, donde encontró unidades habitacionales que datan del auge de Teotihuacan.
Por lo que se lucha ahora, es hacer que en los salvamentos arqueológicos, sean más equitativos, ya que generalmente están conformados por hombres. A pesar de que en el ámbito urbano las actitudes machistas son menos o tratan de disimularse, en los sitios rurales a ellos les cuesta más asumir la orden de una.
La capacidad de organización es un punto a favor de las mujeres que lideran los salvamentos arqueológicos, sin perder de vista la investigación ni la defensa del patrimonio, continuar abriendo la brecha y poniendo de manifiesto el rol activo que tienen las mujeres como creadoras de la disciplina arqueológica.