Un basamento que se construyó oculto debajo de una montaña.
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En las profundidades de Iztapalapa, en las entrañas de la CDMX, hay un cerro que ha acompañado a esta ciudad desde tiempos remotos. Una montaña poderosa que durante el imperio mexica era el centro de todos los rituales que se hacían. Una montaña que tomó su nombre de una vieja leyenda prehispánica que asegura que una noche un lucero de la Constelación de Orión cayó del cielo y chocó contra la cima. Estamos hablando del asombroso Cerro de la Estrella.
Los que viven en sus faldas consideran a este lugar el más sagrado del mundo. Según la historia oral que transita por las calles cercanas, ahí creció la primera cosecha de maíz, ahí se originó la vida y nació el primer humano. Asimismo, se rumora que dentro de sus cuantiosas cuevas hay tesoros escondidos que han sido la obsesión de exploradores de todo el mundo.
Pero más allá de todos los mitos de antaño que hay en torno al Cerro de la Estrella, lo que sí es un hecho es que hace unos años un grupo de arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia encontraron ahí una pirámide. Justo debajo de la Pasión, ese predio en el que desde hace 200 años se lleva a cabo la crucifixión de Jesús.
El hallazgo arqueológico se realizó en el 2006, en una cuesta ubicada norte del cerro. Consistió principalmente en el descubrimiento de: una base piramidal (que aparentemente fue usada por los indígenas como templo) y de un amplio patio con banqueta de piedra donde se realizaban ofrendas y demás reuniones sociales de la época. Según los cálculos de los expertos este basamento se edificó entre los años 400 y 500 d.C.
Este importante edificio prehispánico se compone de tres superficies llenas de plataformas y rampas. Mide 150 metros por 120 y tiene una altura de 18 metros. Sus enormes dimensiones son equiparables a la Pirámide la Luna en Teotihuacán, por lo que se considera que en la antigüedad fue un centro de reunión muy importante.
Por otro lado, las extrañas condiciones del terreno demuestran la pericia que tenían los prehispánicos a la hora de hacer sus edificios. En una entrevista realizada hacer varios una de las arqueólogas más importantes del país aseguró: “Para construir este basamento, los teotihuacanos tuvieron que modificar la ladera del cerro. Para lograrlo cortaron parte de la pendiente y añadieron algunos materiales extras para que la pirámide encontrara su forma.”
Desde hace diez años, cientos de especialistas se han encargado de resguardar y proteger este valioso vestigio arqueológico de la capital mexicana. Sin embargo, debido al crecimiento desmedido de la población y la fiesta de Semana Santa, esta tarea es muy complicada. Por lo que es correcto reflexionar en la idea de que preservar y respetar nuestro pasado es responsabilidad de todos.
A veces la historia de esta capital emerge de entre las ruinas y este basamento de Iztapalapa es la prueba de ello. A veces hay que detenernos un poco y apreciar este hermoso lugar del mundo en el que vivimos.